El mundo está despertando, de la crisis sub prime como si viniera saliendo de una borrachera, la economía reacciona como si hubiese sido “pateada” por la irresponsabilidad, codicia y un excesivo brote especulador.
No dudamos que el paquete económico propuesto por Bush, y aprobado por el Congreso de los Estados Unidos, cooperará a dar liquidez a los mercados, pero poco ayudará a superar la desconfianza que se ha apoderado de la gente.
Todos hemos visto como se han licuado las expectativas, con un frenazo brutal en las inversiones y la evaporación de los activos de las personas, a la vez que vemos a los “tiburones” salir a comprar bienes a bajo precio.
No hemos escuchado análisis alguno que haga previsible que la recesión a la que ha entrado parte importante del mundo sea corta, los más optimistas piensan que viviremos un año de turbulencias y dificultades.
Los problemas, que afectarán a todos, serán gigantescos en las pequeñas y medianas empresas, las que ya son golpeadas doblemente por las dificultades en la obtención de crédito, la baja de las ventas y precios deprimidos.
Los resultados, como es obvio, serán la baja de las inversiones, al menos la postergación de estas, crecimientos exiguos, si es que los hay, y una enorme desaparición de fuentes de trabajo para los sectores más frágiles de las sociedades.
Pensamos que las medidas tomadas por el Gobierno norteamericano alejan las posibilidades de una profundización de la crisis, evitando una depresión, pero creemos que son insuficientes para clarificar los mercados.
Fuera de los factores financiero especulativos asociamos esta crisis con un sobre endeudamiento inconcebible tanto de los estados como de los individuos, que aguijoneados por el consumismo han producido esta catástrofe.
Los Gobiernos, que se han visto compelidos a inundar de dinero los mercados, tendrán la dura misión de vencer las desconfianzas que han creado estos excesos y la única forma de lograrlo es un actuar transparente con las debidas sanciones a los culpables.
Vienen momentos difíciles, lo que hace recomendable la reducción máxima de los gastos personales, el aseguramiento de los pocos ahorros que se pueda tener y la defensa de nuestras fuentes de trabajo.
De seguir con el nivel de gastos al que nos hemos acostumbrado, lo que involucra seguir endeudándonos, podemos tener la seguridad que esta crisis es solo un escalón de una profunda depresión de efectos impredecibles.