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lunes, 27 de diciembre de 2010

El fin de la instalación, por Eugenio Guzmán.


El fin de la instalación,

por Eugenio Guzmán.


A estas alturas lo obvio es hacer balances de fin de año. De hecho, el Gobierno ya comenzó con sus cuentas públicas (hoy realizó la suya el Presidente Piñera y antes lo habían hecho distintos ministros). Ahora bien, lo que parece fundamental es que este primer año es también el término de una etapa: la instalación. ¿Qué significa esto? Por lo pronto, que de ahora en adelante al Gobierno le será más difícil recurrir a argumentos relativos a ésta para justificar errores o negligencias en el funcionamiento del aparato estatal. Es decir, el mal manejo de los gobiernos anteriores comienza a desdibujarse como justificación.



Pero esta nueva etapa, que podríamos llamar de consolidación —ya que a partir de 2012 lo que se viene es un año y medio en que la agenda electoral es prácticamente lo único que cuenta—, tiene sus desafíos. De partida, tal como lo ha anunciado el propio Piñera es el año de la realización de sus siete reformas. Pero además es probable que algunos cambios tengan lugar y alteren la agenda del Gobierno ¿Cuáles son ésos? Primero, el rol de la oposición. En efecto, dependiendo de los liderazgos al interior de ésta, un tema latente sigue siendo su capacidad para constituirse como un referente alternativo para 2014. Si bien Bachelet sigue siendo identificada como la candidata del sector, ello no significa que sea lo que más gustaría a sus adherentes (véanse los resultados de la Encuesta La Segunda-UDD, de diciembre 2010). Pero más importante es el hecho de que hasta el momento el modelo de oposición no consiste más que en votar en contra del Gobierno o negarse a las propuestas del mismo, o hacer interpelaciones que poco importan y que suenan a show. Es decir, se trata de una actitud reaccionaria, pues sólo se reacciona a las propuestas de Gobierno; no ha habido un modelo que produzca derroteros que contribuyan al desarrollo de una agenda propia. Así, para lo único que ha servido ha sido para evaluar a aquellos ministros con capacidad negociadora y los que no la tienen.



Ahora bien, más allá de las posibilidades de que un cambio así se produzca, lo cierto es que el Gobierno podría enfrentar una oposición algo más eficaz. Después de todo, ésta ya conoce la matriz de poder y el pulso del Gobierno: ya sabe que negociar con los ministros no es definitivo, ya que éstos deben hacerlo con Piñera, y sabe que la popularidad —la que, sin considerar la burbuja del rescate minero, igualmente se ha mantenido en un promedio más alto que la de Bachelet en su primer año— es un bien altamente apreciado por el Ejecutivo y por el Presidente en particular.



Un segundo fenómeno que se encuentra latente y que puede tomar forma el próximo año son los movimientos sociales. Si bien todo hacía pensar que el primer gobierno de la Alianza traería consigo agitación social, la verdad es que ella no ocurrió. Tal vez la fragmentación de la oposición y el efecto post terremoto contribuyeron a evitarlo. No obstante, las cosas pueden cambiar. Los distintos gremios también han aprendido sobre el Gobierno, tienen demandas insatisfechas y planteamientos contrarios a sus reformas; por lo tanto, resulta probable que empujen una agenda más conflictiva, particularmente si perciben que tanto los partidos de la Alianza como el Gobierno están alineados en mantener o aumentar los niveles de popularidad.



Un aspecto de importancia en un escenario de mayor movilización social sería su impacto sobre la capacidad de articulación de la Concertación. En efecto, puede ser un empujón para ajustar o alinear intereses, y sobre todo ideas, en el conglomerado.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Si mientes en política…, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Si mientes en política…,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


Si se consigue que en Chile haya cada día más administradores serviciales, surgirían también de entre ellos muchas vocaciones a la política, porque es imprescindible restaurar también la adecuada relación entre candidato y elector, entre representante y representado. Habrá quienes, designados primero para un cargo, querrán legítima y convenientemente optar después a ser elegidos para otro.


Y nadie debiera quejarse en el Chile del futuro de que haya jóvenes que quieran hacer carrera desde la administración hacia la política. Por el contrario, la gratitud debiera recaer sobre ellos.

Pero para que los candidatos sean los adecuados, no cabe exigencia mayor que la verdad; ella lo puede casi todo. El candidato fundado en la antropología cristiana se exigirá principalmente tres cosas a sí mismo: formarse muy bien para conocer la verdad, hablar siempre con la verdad, y defender ante sus adversarios a toda costa la verdad. En ese esquema, los votos llegarán solos, antes o después, porque es más fácil pillar a un mentiroso que a un ladrón.


Los escépticos nos dicen que es más fácil triunfar con la mentira; incluso un rector universitario afirma que sólo debe vivirse la honestidad a medias en la vida pública. Pero esa hipocresía sólo alcanza para ganar una vez o dos. ¿Para servir? Imposible…


Si la exigencia de veracidad prosperase, los propios electores experimentarán a su vez la necesidad de involucrarse activamente mucho más en la vida pública, aumentando considerablemente el nivel de su interés y de la dedicación de su tiempo a los asuntos ciudadanos.


Con candidatos y representantes sólidos, sin duda se potenciarán electores y representados responsables.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Creemos que se debe investigar a fondo..., por Mario Montes.


Creemos que se debe investigar a fondo...,

por Mario Montes.



Existen muchas suspicacias sobre el proceso que se sigue a Julian Assange en Suecia por presuntos actos reñidos contra la moral, inclusive con acusaciones de violación, que aparecen justamente cuándo WikiLeaks hace tambalear el poder de los Estados Unidos al desclasificar documentos sobre las guerras, en Irak y Afganistán, y miles de cables entre las Embajadas y la Secretaria de Estado nortemericana.


Hace un par de días los incondicionales que tiene Assange en Suecia publicaron dos tweets de una de las denunciantes, uno del día siguiente a los presuntos actos de violación que relata que “Julian quiere ir a la fiesta de los cangrejos” y pregunta si alguien tiene entradas para ese evento de cada mes de agosto en que los suecos comen cangrejos que acompañan con pan, queso y cerveza.


Al día siguiente, el 15 de agosto, un nuevo tweet apunta: "estoy sentada junto a la gente más cool e inteligente del mundo ¡es genial!", lo que sin duda alguna habla de una relación que funciona bien entre ambas personas y que puede hacer pensar en un montaje, con intenciones de silenciar a WikiLeaks para que no siga aireando documentos que comprometen a los norteamericanos.


Curiosamente estos tweets fueron borrados de la cuenta de Twitter de la joven, aunque no de su blog, que los guarda automáticamente. Varios días más tarde también desaparecieron del blog, después de que los internautas se hicieran eco de su existencia.


Los blogueros que apoyan a Assange señalan que las dos mujeres fueron a la comisaría de Estocolmo no para denunciarlo por acoso y violación, sino para obligar a Assange a hacerse una prueba del sida e informarse de cómo podían hacerlo. Según los defensores del australiano, un agente de policía les dijo que podía tratarse de un delito y les aconsejó denunciar los hechos.


De ser cierta la maniobra, montaje, denunciado por los seguidores de Assange estaríamos frente a un caso de prevaricación destinado a mantener fuera de los ojos ciudadanos los monstruosos secretos que Estados Unidos ha mantenido ocultos al mundo y frente a una operación de inteligencia que debe ser investigada a fondo, pues, entre otras cosas implica la manipulación de la Justicia sueca por parte de los servicios secretos de USA.

Nota de la Redacción (1):

Esta noticia, inquietante por cierto, aparece en momentos en que, segun un sondepo de NBC y el Wall Street Journal, un 63 % de los encuestados mantiene que el gigante americano avanza por un camino equivocado, mientras un muestreo del prestigioso centro Pew muestra un panorama incluso más oscuro, sobre todo en lo referente a la economía. Casi nueve de cada diez americanos consideran que la situación es más bien pobre y que su país se encuentra de capa caída.


La economía es una de las preocupaciones fundamentales de los estadounidenses que persiven que en el abultado, y en crecimiento, deficit Federal, uno de los causantes de la pérdida de su poder adquisitivo, asi como responsable de la inexistencia de buenos puestos de trabajo y como el promotor del aumento de la brecha existente entre los más adinerados y los pobres.


Aún así, el Presidente Barack Obama mantiene una parte importante de su popularidad, 45%, que según estas encuestas le serían suficientes para vencer a cualesquier candidato que presenten los republicanos, el mejor evaluado de los candidatos conservadores, el ex Gobernador de Massachusetts Mitt Romney, sería derrotado por el Mandatario por 7 puntos porcentuales


Con un retroceso que una buena parte de los americanos percibe a través del disparado déficit federal, pérdida de poder adquisitivo, falta de buenos puestos de trabajo y aumento de las diferencias entre ricos y pobres.


Nota de la Redacción (2):

Este año ha sido para nosotros agotador, pues demás del trabajo que nos hemos autoimpuesto de tratar de mantener al país lo mejor informado que se pueda, e intentar recuperar los valores perdidos, hemos debido soportar intensos ataque cibernéticos, que nos han mantenido fuera de línea una gran cantidad de días.


Nuestros equipos, que financiamos nosotros, porque decidimos antes de comenzar que no aceptaríamos publicidad ni financiamiento, para mantener nuestra absoluta independencia, los hemos debido reponer permanentemente para seguir en la lucha que hemos abrazado con fe en nuestra patria y en nuestros compatriotas.


No hacemos estas reflexiones como una queja, las recordamos porque creemos que el enemigo que enfrentamos es inmensamente poderoso, lo que no nos desalienta, pero al que estamos dispuestos a batir mientras tengamos un halito de vida, porque creemos que Chile y su pueblo merecen los sacrificios que hemos aceptado.


También hemos tenido inmensas satisfacciones, nuestras páginas han tenido un constante incremento de visitas, que este año ha implicado un crecimiento de más del 70%, recibimos constantes mensajes, mails y cartas animándonos a seguir en la senda impuesta de dar una mirada distinta a las informaciones que los medios entregan sesgadamente.


Sin tener, en estos momentos problemas con nuestros equipos, pero sí un agotamiento feroz, hemos decidido hacer un receso navideño y de fiestas de fin de año, que durará aproximadamente hasta el domingo 9 de enero, fecha en la que subiremos la edición del 10 de enero, en que esperamos seguir contando con el gentil apoyo de nuestros amigos y amigas.


Aprovechamos esta oportunidad para desear a todos nuestros lectores, de todos los géneros normales, unas muy felices fiestas navideñas, ojalá llenas de valores cristianos, amor, paz y solidaridad, y que el año nuevo les llene de bendiciones, éxitos y de satisfacciones personales, familiares, además de las conquistas que ansiamos para nuestra Patria y pueblo.


Nos despedimos con un hasta pronto, pues si Dios lo permite, y el otro siga siendo sordo, nos encontraremos nuevamente a principios de enero, con las baterías recargadas y con nuestro arsenal ideológico abarrotado de armamentos intelectuales para seguir combatiendo a quienes anteponen sus intereses políticos al bienestar popular.


Chile quiere más que lo que ha obtenido hasta el momento, Chile se merece que quienes detentan el poder político se esmeren por solucionar los inmensos problemas que nos aquejan, para lograr que el progreso alcance para todos y que llegue el bienestar a los millones de conciudadanos a los que hasta el momento se les ha negado.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Altamirano sobre Altamirano, por Juan Carlos Altamirano.



Altamirano sobre Altamirano,

por Juan Carlos Altamirano.


La biografía de Carlos Altamirano Orrego escrita por el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar inevitablemente tenía que ser un libro polémico. Altamirano por varios años mantuvo silencio en torno a la responsabilidad que tuvieron la Democracia Cristiana y la izquierda en el desenlace fatal del gobierno de Allende. Mientras tanto, para no crear olitas dentro de la Concertación, él continuaba siendo el chivo expiatorio de lo acontecido. Es justo, por lo tanto, que ahora plantee su verdad, por mucho que ésta resulte odiosa para algunos.



Cabe destacar que Altamirano es el único dirigente político de aquellos años que en reiteradas ocasiones ha tenido la valentía y honestidad de hacer un mea culpa. Me pregunto por qué no han hecho lo mismo aquellos que también tuvieron su cuota de responsabilidad, especialmente los verdaderos responsables: los que finalmente instigaron, organizaron y dieron el golpe de Estado.



Altamirano reconoce la influencia que tuvieron en él la fiebre revolucionaria y marxista de los años 60, así como los movimientos populares antiimperialistas durante su juventud. Explica también las razones que tuvo para ingresar al Partido Socialista y renegar de su procedencia, atada a la oligarquía, hecho que más tarde generaría tanta intriga y persecución.



Altamirano se hace cargo de su radicalización y narra cómo se fue transformando en un revolucionario. Hay que recordar —como él mismo lo señala— que prácticamente dos tercios de Chile exigían cambios de fondo: estaban la llamada revolución en libertad, propulsada por la DC, y la vía chilena al socialismo, promovida por la UP. Todo esto, en el contexto de la Guerra Fría, las guerras de liberación nacional y la rebelión juvenil de los años 60 en todo el mundo. En este sentido, Altamirano reconoce su incapacidad como dirigente máximo de los socialistas para impedir el desenlace fatal que tuvo el gobierno del Presidente Allende. Se autocritica también por la falta de liderazgo y gobernabilidad que existió durante la radicalización del proceso.



Quizás su autocrítica más dura la hace al señalar el nivel de ingenuidad que tuvieron al momento de impulsar el programa de gobierno de la Unidad Popular. Altamirano reconoce la incapacidad —producto del voluntarismo revolucionario— de entender que Estados Unidos no permitiría el éxito de una vía democrática chilena al socialismo. Reconoce que, en el contexto de la Guerra Fría, era prácticamente una utopía llevar a cabo el programa, más allá de cuál fuera la estrategia adecuada para defender el Gobierno: la creación de un poder popular o la reformista. Y si bien en la última elección parlamentaria antes del golpe la UP aumentó su votación, obteniendo el 43% de apoyo electoral (él mismo fue reelecto senador por Santiago), Altamirano también reconoce la incapacidad de ganarse a la clase media, un factor determinante en la derrota.



A mi juicio, la gran contradicción del libro es la evaluación que se hace allí de la Concertación. Del mismo modo que la derrota del gobierno de la UP —según los autores— fue producto de la dialéctica de la historia, también debieron considerar el contexto histórico de los últimos veinte años para explicar por qué los gobiernos de Lagos y Bachelet implementaron políticas neoliberales condescendientes con los intereses empresariales y derechistas.



Más contradictoria resulta aún la acusación de que los socialistas no se renovaron. La paradoja de este planteamiento es que el propio Altamirano fue el principal impulsor de la llamada renovación socialista, sin la cual no se hubieran podido constituir la Alianza Democrática y posteriormente la Concertación, y, por ende, no se hubiera logrado derrotar a Pinochet y restaurar la democracia. Sin embargo, Altamirano reniega de este hijo, razón por la cual cabe preguntarse: ¿Cuál era entonces la renovación socialista que él esperaba? A mi juicio, era lógico y necesario que el dogmatismo y el idealismo marxistas, cuasi religiosos, fueran remplazados por una mirada pragmática de la política. Que el estatismo furibundo fuera sustituido por una mirada menos dogmática, reconociendo que el mercado y la iniciativa privada también juegan un rol fundamental en el desarrollo. Que la lucha de clase frontal fuera suplantada por la política de los consensos y acuerdos… en fin.



En definitiva, aunque los autores del libro piensen lo contrario, hay que decirlo: gracias a la Concertación y el carácter que asumió la “renovación socialista”, Chile ha tenido los 20 años con mayor progreso, bienestar y paz social en su historia. Así de simple.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Altamirano, Altamirano... , por Gonzalo Rojas Sánchez.


Altamirano, Altamirano... ,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


No es posible. Hay personajes públicos que, escriban lo que escriban, no pueden desvirtuar con sus memorias lo que dijeron e hicieron en sus momentos de mayor actividad.



Es el caso de Carlos Altamirano. Hombre de mirada penetrante y verbo fácil, no practicó la continencia verbal en sus años de liderazgo. Encontrar citas en las que llamaba a la violencia o a la revolución armada o a tomarse el poder por la fuerza es juego de niños.



Ya en enero de 1971 aseguraba que el enfrentamiento armado seguía manteniendo la misma vigencia de siempre. Poco más de un año después analizaba el país en clave militar, considerando que la lucha de clases había desembocado en un enfrentamiento permanente que tendía a agudizarse y que culminaría en un conflicto armado. Más aún, en pleno 1973 se sinceraba completamente, afirmando que no se podía construir una nueva sociedad sin destruir la vieja, para lo que se requería la conquista plena del poder a través de la lucha organizada del pueblo. "Las revoluciones no se hacen por votaciones", afirmaba en febrero de ese año, sintetizando sus tesis.



Por eso y por mucho más, es imposible que un Carlos Altamirano 2.0 logre reformatear al genuino líder del PS. Que los discursos no mueven a la acción, nos ha dicho para quitarles importancia a sus palabras de aquellas épocas. Pamplinas. Bien sabe Altamirano cómo a comienzos de los años 70 la oratoria jugó un papel decisivo en la acción política y, en concreto, cómo su propia palabra remecía hasta a los más moderados de sus correligionarios.



Y para hacerlo, el secretario general del PS tenía un modelo superior: el Che Guevara, al que calificaba en 1973 como "figura insigne del combatiente, mártir y modelo de acción y moral revolucionaria".



Altamirano llevó esa convicción, además, a la práctica. Según ha declarado él mismo en un conocido libro-entrevista, hacia 1973 el aparato armado del PS lo conformaban "más o menos mil a mil 500 hombres con armas livianas; no era tan poco si se hubiera coordinado con el aparato militar del MIR, que era bastante más importante que el nuestro; con el Partido Comunista, que también era mayor, y con los que tenían el MAPU y la Izquierda Cristiana".



¿Generación espontánea? ¿Combatientes silvestres? Nada de eso: fueron jóvenes formados para luchar en plena concordancia con las arengas de Altamirano y, por cierto, encuadrados dentro del partido que él mismo comandaba. Por eso, es una pena para él y una desgracia para la verdad histórica que Altamirano no reconozca sus culpas.



Pero al menos ha tenido un mérito. El viejo político socialista ha evitado usar la siniestra fórmula de Kruschev: cargarle la mano al jefe ya muerto y que no puede defenderse. Stalin no pudo hacerlo de las justificadas acusaciones de su antiguo colaborador; Allende tampoco habría podido si Altamirano hubiese hecho responsable al Jefe de Estado, para exculparse a sí mismo.



No lo hizo, quizás por nobleza o quizás porque habría sido inaceptable para los cultores del mito allendista. O, talvez, porque bien sabe Altamirano que a mediados de 1973 el mismo Allende se había movido más y más hacia la extrema izquierda, que a esas alturas ambos consideraban que el marco democrático era meramente formal, que las verdaderas transformaciones habría que hacerlas -si salían del enredito- más allá de la Constitución y de las leyes. Y, por último, bien recuerda Altamirano que ambos creían en la necesidad de movilizar a las masas, armándolas aún más, si ello fuera necesario, para enfrentar a las Fuerzas Armadas.



Porque no fue Altamirano, sino Allende el que dijo: "Utilizando primero la ley, utilizaremos luego la violencia revolucionaria".

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La política, ¿a quién le está hablando?, por Gonzalo Müller.


La política, ¿a quién le está hablando?,

por Gonzalo Müller.



Uno de los requisitos esenciales de todo proceso de comunicación es tener claro quién será el destinatario de nuestro mensaje, única manera de asegurar que los recursos comunicaciones que se utilicen estén sintonizados con nuestra audiencia.



Al analizar las últimas semanas, vemos que el debate político se ha centrado repetida e insistentemente en la confrontación entre la oposición y el Gobierno, haciendo énfasis en un lenguaje agresivo y poco tolerante, y un exceso de adjetivos y de atribuir intenciones que poco ayuda al entendimiento. En resumen, si nuestra política fuera un programa de TV, hace rato que su rating lo hubiera sacado de pantalla.



Nada aleja más a los ciudadanos de la política que comprobar la incapacidad de llegar a acuerdos, de hacerse cargo de sus problemas y necesidades. En el fondo, sentir que nos les están hablando a ellos, que los políticos aparecen más preocupados de resolver sus propios problemas.



Esta situación se evidencia al constatar que la lógica con que se asumen temas muy diferentes termina siendo la misma. Así, oponerse duramente en el lenguaje, aunque se tenga la voluntad desde el inicio de terminar aprobando una iniciativa, es la fórmula usualmente desplegada por la Concertación. Con ello revela que, más que desarrollar una estrategia de largo plazo, está preocupada de responder bajo esta táctica a los riesgos de desintegración o de permitir que el Gobierno tenga el camino demasiado libre para consolidar su proyecto político.



Pero esta situación de enfrentamiento se hace insostenible, y para Gobierno y oposición genera costos, como un prematuro desgaste y el entorpecer la realización de reformas importantes en sectores cuyo atraso ha generado un descontento acumulativo y preocupante en los últimos años, como educación y salud.



El Gobierno debe entender que aprobar estas reformas requerirá de un nivel de entendimiento con la oposición, la que debe sentirse también representada en ellas, aunque asumiendo que el cambio de administración lleva implícito un cambio en los enfoques y en las formas, y que las soluciones que se alcancen deben hacerse cargo de la nueva situación.



Esto lo aprendió la Coalición por el Cambio, por ejemplo, al enfrentar las reformas de la ex presidenta Bachelet que apuntaban a la construcción de la red de protección social. La en esa época oposición tomó la decisión de sumarse activamente en sacar adelante con sus votos esas iniciativas; no sólo eso, sino que las incorporó con fuerza en su discurso, hablando de ellas con la misma propiedad que sus autores. Tanto así, que en la pasada elección presidencial el candidato Eduardo Frei y el actual Presidente Sebastián Piñera rivalizaron por cuál de ellos, de ganar, podría proyectar o profundizar la llamada red de protección social, pues ambos la sentían como propia. Esta experiencia debiera disipar los temores de la actual oposición de ser sobrepasada por las reformas dispuestas por el actual gobierno, entendiendo que el riesgo real es entramparlas o aparecer oponiéndose a ellas por consideraciones o necesidades de orden político.



Asumir estos cambios esperados por los chilenos significaría una recuperación de la sintonía entre la política y la ciudadanía. Esta sentiría un mayor compromiso con el sistema político si lo ven capaz de procesar y sacar adelante sus demandas, obviamente respetando las legítimas diferencias que cada bloque político sostiene públicamente al enfrentar los temas.



Las audiencias castigan duramente cuando no se sienten escuchadas o representadas. Ejemplos de ello abundan, por lo que superar rápidamente esta etapa de enfrentamiento político aparece como una necesidad común de todos los partidos, si es que no quieren terminar dándose cuenta de que ya no hay nadie escuchando.

martes, 14 de diciembre de 2010

Fin de año, por Eugenio Guzmán.


Fin de año,

por Eugenio Guzmán.



Sabemos, o al menos sospechamos, que pasados los próximos días las agendas cambiarán de manera significativa: Navidad y Año Nuevo hacen lo suyo, y ciertamente PSU, cierres de año, liquidaciones, etc., hacen el resto. Las próximas encuestas —entre ellas la CEP— generarán sus propias dinámicas y confirmarán muchas de las tendencias que ya se han estado observando el último tiempo. Es en este sentido que siempre es bueno hacer ciertos arqueos de la política a estas alturas.



Al respecto, la encuesta La Segunda-UDD publicada el viernes entrega algunos elementos que permiten tener más antecedentes sobre las áreas más sólidas y las más débiles del Gobierno, y que pueden estar contribuyendo al mejor o peor resultado de la evaluación general del mismo. En efecto, es importante distinguir temas que son de la agenda programática, tales como desempleo, delincuencia, crecimiento económico, educación y salud, y aquellos que podemos llamar coyunturales, como el terremoto-reconstrucción y el rescate de los mineros.



Veamos algunos datos. En materia de crecimiento económico, un 59% de los encuestados evalúa positivamente el desempeño del Gobierno (notas 5, 6 y 7); muy buena noticia, particularmente cuando este año prácticamente se duplicará el crecimiento de 2009. No obstante, cuando se evalúa desempleo, el resultado es menos alentador: en este caso el 40,6% asigna notas de 5 y más. ¿Dónde está el problema? ¿Cómo se explica esta divergencia? La verdad es que en el corto plazo ambos fenómenos no tienen por qué variar conjuntamente. Pero por otra parte, mirando más en profundidad los datos, descubrimos que entre quienes «aprueban el gobierno de Piñera», como es obvio, las evaluaciones positivas son mayores: un 71,5% lo hace en crecimiento económico. Sin embargo, no es el caso en desempleo, donde si bien un 55,4% de los partidarios lo califican positivamente, diríamos que el elástico o entusiasmo político no da para tanto como en crecimiento.



Veamos otros ejemplos: educación y salud. Mientras educación recibe una buena evaluación —un 52,2% asigna notas 5 o más—, en el caso de salud la situación es distinta: sólo el 35% evalúa positivamente. Nuevamente, podemos especular, pero se repite el mismo patrón y quienes dicen aprobar la gestión de Piñera, a la hora de evaluar salud, son más tímidos que en educación: un 49% evalúa con notas buenas y muy buenas la gestión del Gobierno en salud, versus un 69,5% en educación.



En este sentido, no se puede perder de vista lo obvio: que en algunos casos las cosas se han manejado y comunicado mejor que en otros, y en consecuencia la estrategia futura del Gobierno debe considerar estas debilidades.



Veamos qué pasa ahora con los temas coyunturales, aquellos que les han sobrevenido a las actuales autoridades. Primero, la evaluación que se hace del terremoto y la reconstrucción parece estar en un buen pie: 50,4% de notas positivas versus 32% de notas negativas. Más aún, entre quienes aprueban la gestión del Gobierno el porcentaje positivo se dispara a 72,3%. En el caso de los mineros, los resultados son explosivos: un 89% asigna buena nota, y sea quien sea el grupo, adherentes, no adherentes, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, la evaluación es positiva.



Esto último nos lleva a un tema importante de ser analizado: a pesar de los vaivenes en la popularidad presidencial —la que por lo demás, aunque ha variado bastante, sigue manteniéndose en nivel muy alto para un primer año— la capacidad del Gobierno de enfrentar desafíos coyunturales ha sido bien evaluada. Es decir, la gente estaría viendo respuestas adecuadas, eficientes y coherentes con este nuevo estilo.



Pero, ¿qué sucede con los temas programáticos? Ahí las cosas parecen más dispares; sin embargo, no hay razón para que el concepto de eficiencia y buen gobierno no siga siendo un derrotero. El problema, quiéralo o no el Gobierno, es que se trata de temas que necesita consensuar con la oposición, razón por la cual gran parte de lo que viene necesariamente requiere músculo político en el Congreso, partidos alineados y mucha colaboración. Todo ello hace crucial el ordenamiento interno y el avance externo hacia la Concertación.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El poscomunismo cubano, por Agustín Squella.


El poscomunismo cubano,

por Agustín Squella.



Independientemente del reprobable régimen en que devino la revolución que nadie quedó sin aplaudir en 1959, siempre tuve a La Habana en la lista de las ciudades que ansiaba conocer, aunque el sedentarismo del cual padezco me permite recorrer esa nómina con pasmosa lentitud. Cada vez que diviso una agencia de viajes atravieso a la vereda de enfrente, y la sola visión de una maleta es suficiente para horrorizarme. Pero tenía a la capital de Cuba en la lista, de la cual pude finalmente sacarla, aunque no quitármela del corazón.



Antes de viajar hice escala técnica en un libro imprescindible para entender las matrices políticas y culturales de un país amado tanto por partidarios como opositores a un gobierno que a su soledad internacional suma ahora la distancia de un pueblo al que ya no bastan para sobrevivir ni su porfiada lealtad con el desgastado espectáculo de la revolución ni el fervor del nacionalismo con que sus agonizantes líderes intentan sustituir hoy la fallida promesa de un sistema comunista de simétrica abundancia e igualdad. El libro es "Tumbas sin sosiego", del historiador cubano exiliado en México Rafael Rojas.



En la Plaza de la Revolución, a las 10:20 horas del lunes 22 de noviembre pasado, bajo un ardiente sol otoñal, los turistas que deambulábamos allí ante los gigantes esbozos faciales de Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, pudimos observar como una mujer se arrodillaba delante de un policía, mientras levantaba los brazos y pedía justicia para su hijo detenido por motivos políticos, sin que el funcionario interpelado hiciera otra cosa que pedirle que se pusiera de pie y abandonara el lugar. A cierta distancia del punto donde ocurría la escena, la estatua de José Martí, el líder liberal y democrático de la tardía independencia de la isla, permanecía cubierta de andamios, en tareas de restauración, como si lo que se intentara recuperar no fuera únicamente la piedra -según quiero creer-, sino las ideas del patriota que tan temprano como en 1884 se refirió al comunismo como una "futura esclavitud" en la que predominaría el "funcionarismo autocrático" y en la que el "hombre, de ser siervo de sí mismo, pasaría a ser siervo del Estado".



La tesis de Rojas es que su país vive ya una era poscomunista, con señales visibles de agotamiento de la ciudadanía revolucionaria encarnada en el "compañero comunista" y de disolución de su imagen de utopía social, junto con la recuperación de su vieja y colorida estampa de fantasía erótica. El mismo discurso turístico oficial, monótono y previsible, enfatiza la sensualidad mestiza, la placidez veraniega y la recuperación patrimonial de La Habana, aunque nada refiere acerca de la diáspora que produjo el giro marxista que la revolución hizo a comienzos de los 60. Se calcula en tres millones la cantidad de cubanos que viven fuera de su país, 700 mil más que los actuales habitantes de La Habana y la cuarta parte de una población total que bordea los 12 millones. Por lo mismo, lo que predomina hoy en el gobierno de Cuba es un nacionalismo revolucionario de tipo defensivo, alimentado por un bloqueo comercial cuyo alzamiento contribuiría a debilitar ese carácter revolucionario.



Instalado en La Habana y en la vigorosa luz de su malecón, "Paisaje de otoño", de Leonardo Padura, autor de la formidable novela "El hombre que amaba a los perros", fue otra de mis lecturas, y su final no puede resultar más alegórico: después de resolver un caso importante, Mario Conde abandona su rancia vida de policía y se sienta a escribir su postergada primera novela, al tiempo que un ciclón azota y oscurece la ciudad que el 1 de enero de 1959 celebró el triunfo de la revolución, y que medio siglo después, a pesar de lucir envejecida y precariamente iluminada, palpita como si se encontrara esperando algo que ya comenzó a suceder.

sábado, 11 de diciembre de 2010

La “pobreza” de los argumentos de Lagos-Velasco, por Sergio Melnick.

La “pobreza” de los argumentos de Lagos-Velasco,

por Sergio Melnick.

Gran polémica se ha abierto en relación con las cifras de la pobreza en Chile, mostrando una vez más cómo en la izquierda pesa más el voluntarismo que las realidades. Lo cierto es que en la administración Bachelet la pobreza aumentó en más de 350 mil personas. Ricardo Lagos, con gran arrogancia intelectual, salió al ruedo exigiendo explicaciones al Gobierno por el cambio de la metodología, que había entregado esta cifra tan lesiva para la Concertación.



Y cuál no sería la sorpresa del país al constatarse que la que cambió realmente la metodología había sido la Cepal y no precisamente el Gobierno. Lagos había mentido. Mideplán había seguido exactamente la misma metodología que usó la Concertación, y que fue diseñada antes de que llegaran al poder. Después sale al debate Andrés Velasco, que en materias metodológicas no ha sido muy coherente en el tiempo: recordemos que su manera de comparar las cifras de inversión en Chile fue también adaptando las metodologías hasta que se ajustaran al voluntarismo gubernamental; cuando todos sabían que la inversión había bajado, para Velasco estaba subiendo. Igual cosa ocurrió cuando Chile estuvo en recesión, y para Velasco no lo estábamos. Velasco-Bachelet garantizaron públicamente que la economía crecería en 2009, pero el PIB cayó. Finalmente, tenemos el numerito del déficit fiscal, donde Velasco nunca aceptó la nueva metodología que muestra que el verdadero déficit es tres veces mayor al que él calculó. ¿Qué sostienen ahora Lagos y Velasco? No lo van a creer: afirman que ya no es pobre el que no llega a $64 mil por persona, sino el que no llega a $56 mil. Tal cual. Así, entre la Cepal, Lagos y Velasco hacen desaparecer 600 mil pobres en Chile, que ya no califican para la ayuda estatal prioritaria. ¡Y Velasco dice que yo soy el mago!



Lo cierto es que la línea de los $64 mil probablemente ya es baja, y lo que hay que hacer es subirla, ajustada a la realidad actual, justo al revés de lo que quiere la Concertación. Porque también podríamos usar la cifra del Banco Mundial ($25.000) y así desaparece la pobreza en Chile.



Entonces, ¿cuál es la verdadera explicación de este nuevo debate? Se trata de un tema absolutamente político y no técnico. Cualquier técnico sabe de la importancia de las series coherentes para hacer comparaciones efectivas y medir políticas en el tiempo. También Velasco y Lagos lo saben muy bien: son economistas con doctorado. Si la Cepal quiere hacer comparaciones entre países con sus propias metodologías, tiene todo el derecho a hacerlas, pero eso no sirve para medirnos con nosotros mismos, que es lo que hacemos hace casi 30 años. Aquí sólo sirve la serie con igual metro o el mismo termómetro. Por eso en Chile, por ejemplo, se mantienen dos encuestas de empleo, que dan números distintos. Es la serie la que sirve. No deja de ser notable que una persona clave del segundo piso de Lagos sea un asesor actual de la secretaría ejecutiva de la Cepal. Se sabe muy bien qué puntos calza ésta. Según ha señalado Longueira, la Cepal se había comprometido a un estudio de compatibilización de las líneas de la pobreza con la realidad actual, pero no lo ha entregado, y se sabe que está listo. ¿Quién mueve estos hilos?



De hecho, la línea de pobreza que usamos hoy sigue anclada en la realidad de los 80. Si ajustamos la medición a la nueva realidad del siglo 21, la pobreza en Chile sería quizás del 25% o más. Más aún, el ministro Larraín, en tiempos de Bachelet, demostró, con las mismas cifras de la Casen del Gobierno, que la pobreza real era cercana al 30%, y por supuesto que la Concertación no aceptó entonces que se cambiaran las formas de medir.



A Velasco le apasiona escribir novelas. Esta es otra más. La Cepal cambió esta manera de medir en el 2007, cuando era gobierno la Concertación. ¿No le parece un poco raro todo esto? ¿Y por qué la Concertación no cambió nunca la metodología en 20 años de gobierno? No lo hizo, porque si la cambiaba, ya no se podía comparar hacia atrás.



La Concertación siempre ha creído que las buenas intenciones y las comunicaciones resuelven por sí los problemas. En el gobierno Bachelet-Velasco la pobreza aumentó en Chile; eso dicen los datos duros relevantes. El resto es música política para desviar la atención. Tan absurdo es este debate, que desaparecieron 600 mil pobres en Chile.



La política de la Concertación parece ser el apagar la luz cuando hay desorden y así creer que éste “desaparece”.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Funcionarios que funcionen, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Funcionarios que funcionen,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


En el medio de la crisis de la ANEF, nos enfrentamos a la necesidad imperiosa de restablecer un vínculo de profundo servicio en la tan deteriorada relación entre administradores y ciudadanos.

Una situación como la que se vive en estos días puede permitir una seria reflexión sobre ese vínculo.

Porque le cabe a los funcionarios mirar a su tarea como un privilegio y no como una carga. El privilegio de solucionar problemas, desde los más menudos, hasta los más difíciles. Para eso, el nuevo administrador deberá aprender a superar dos obstáculos siempre presentes: el "no me corresponde a mí" y el "ya llegó la hora de comenzar a cerrar".

Por su parte, el ciudadano deberá esforzarse en tomar tres actitudes que facilitan enormemente el trabajo administrativo: averiguar bien a quién corresponde acudir, respetar los tiempos que los plazos y gestiones exigen y no considerarse siempre un caso especial y único.

¿Se imaginan una administración que atiende con interés y con diligencia a ciudadanos que piden con atingencia y paciencia? No sería un mundo feliz, sino simplemente un mundo normal.

Y, por cierto de entre esos administradores diligentes, surgirían también muchas vocaciones a la política, personas formadas desde la base en una mentalidad de servicio.