Promocione esta página...

viernes, 25 de febrero de 2011

Humor y reina en Viña...



Humor y reina en Viña...

por Mario Montes.





El humor ha dado la nota alta en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, donde los organizadores descuidaron la limpieza del espectáculo, convirtiendo este segmento de la fiesta en algo chabacano y donde se explota la risa fácil que proporciona el garabato, recurriendo al expediente fácil del abuso del sexo o bien burlarse de algunos grupos de nuestra sociedad.



Hemos echado de menos la creatividad que se asocia con el humor, la caricaturización de la contingencia, el chiste que se ocupe de los devaneos de nuestros políticos, aquellos chiste blancos que hicieron famosos a tantos humoristas, una elevada mirada de nuestra sociedad, que por lo que vimos en las rutinas se reduce a grupos homosexuales o al uso indiscriminado de la suciedad que algunos asocian al sexo.



Chilevisión ha hecho honor a los motes con que los ha bautizado el público chileno, Chulovisión, Sexovisión o Groserovisión, proyectando al mundo una imagen chata, sin valores y monotemática del país, dejando de lado la verdadera “picardía del chileno” que fue reemplazada por la búsqueda fácil del apoyo de la galería utilizando imágenes verbales explicitas buscando el aplazo rápido.



Ya habíamos visto por donde venía la mano al ver las grotescas maneras con que las candidatas a reina del festival, torneo organizado por el Diario La Cuarta, explotando brutalmente sus atributos físicos, naturales o fruto de la cirugía, mostrando lo más posible, con absoluto desenfado, y ofreciendo de todo para convencer al electorado conformado por la peor parte de la prensa nacional.



La féminas que participan en este concurso, en el que se trata de mostrar al máximo la anatomía femenina, le hicieron un flaco favor a la causa de las mujeres, pues ellas, voluntariamente, se convirtieron en objetos sexuales de las fantasías de los reporteros de farándula, una especie de periodistas y opinólogos que están dinamitando los valores nacionales y rebajando a la mujer en su dignidad.



Este comentario lo hacemos sin haber escuchado a Meruane, sólo refiriéndonos al publicitado reencuentro de Gangas con el público de la Quinta Vergara y con la participación de Mauricio Flores, con su personaje Tony Esbelt, llenaron la tradicional fiesta viñamarina de chabacanería, grosería y mediocridad, lo que sin duda debe hacer meditar a las Autoridades Municipales y a Chilevisión sobre el mensaje que están entregando.



Lo más triste es que entre el público asistente a la Quinta Vergara vimos a muchos niños y también a menores de edad, los que sin duda alguna, a pesar de realizarse en festival en horario de adultos, junto con los niños en las casas, no hay que olvidar que están de vacaciones, han sido bombardeados por una asqueante vulgaridad, llena de antivalores que en nada aportan en su desarrollo como personas.


jueves, 24 de febrero de 2011

Los camellos de Jaddafi, por Roberto Ampuero.



Los camellos de Jaddafi,

por Roberto Ampuero.


Ahora que veo a Muamar Jaddafi calificando a los opositores de ratas, mercenarios y agentes del imperialismo, y amenazándolos con prolongar el baño de sangre hasta la última bala, me viene a la memoria el Jaddafi que vi en septiembre de 1989, en Belgrado, durante la IX Cumbre del Movimiento de Países No Alineados. Entonces, como corresponsal de una agencia italiana, pude observar de cerca a líderes del Tercer Mundo. Quien sobresalía lejos por su megalomanía era el coronel libio.

Recuerdo que se paseaba en la sede de la conferencia rodeado por un séquito de cortesanos y guardaespaldas, entre quienes se destacaban sus escoltas: unas mujeres de belleza espectacular, aspecto mediterráneo y uniforme verde olivo. El Jaddafi de entonces era igual de tiránico que hoy, pero joven y carismático. Vestía onerosas túnicas blancas, anillos y collares dorados, y se desplazaba por los pasillos sonriendo displicente y alzando los brazos en señal de triunfo.

Acudí a su recepción. Fue un despliegue de las mil y una noches por los manjares y bebidas, y porque recibió en la tienda beduina más grande que se haya visto, construida en el jardín de su embajada. Jaddafi había transportado en avión una tonelada de arena de Libia para recrear el desierto y, como si fuera poco, camellos y caballos de pura sangre. Supuestamente no podía vivir sin leche de camello ni la tienda. Los animales los donó después al zoológico. Pero los líderes de la entonces Yugoslavia se aterraron cuando les anunció que entraría en camello a la sala plenaria para dar su discurso. No se lo permitieron, pero alquiló en cambio una limusina tan espectacular como sus escoltas.

Veo que algunos líderes prominentes del movimiento no alineado de entonces exhiben currículos inquietantes en materia de permanencia en el poder: Hosni Mubarak (habló entonces en representación de su continente, 30 años en el poder), Robert Mugawe (presidente entonces del movimiento, lleva 30), Fidel Castro (dos veces presidente del movimiento, 52 años de líder supremo) y Jaddafi (lleva 32). No deja de llamar la atención que la represión de este último, censurada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reciba en América Latina la solidaridad de Fidel Castro, Chávez y Ortega, quienes afirman representar al pueblo, hablan en nombre del Tercer Mundo y portan el Premio Jaddafi a los derechos humanos.

Pero hay algo adicional y tenebroso en relación con la Libia de hoy y América Latina: las declaraciones de los Castro sugieren que éstos reaccionarían como Jaddafi ante una rebelión popular. No me los imagino cediendo pacíficamente el poder como Honecker en Berlín Este o Husak en Praga. Jaddafi y Castro comparten características clave: se consideran la materialización de la nación y la revolución, piensan que la población les debe sumisión eterna, y ven en toda disidencia a traidores, malagradecidos y agentes imperialistas. Además, ambos envían no sólo al ejército a la calle a enfrentar a los disidentes, sino también a turbas armadas y organizadas para aplastarlos, fingiendo ser "el pueblo enfurecido". Y hay algo más: ambos fundaron el sistema hoy agónico, no lo heredaron como Honecker o Gorbachov, y por eso sus destinos están íntimamente vinculados al fin del régimen y pueden tornarse de pronto en quantité négligeable para mandos medios que aspiran a continuar en el poder.

Las bases de la denominada izquierda bolivariana deberían condenar la represión de Jaddafi. Así no sólo contribuirían a buscar una solución pacífica allá, sino también a desalentar a los Castro en la isla, donde se agudiza la crisis. Celebrar a dictadores dispuestos a luchar hasta el último cartucho o a "hundir la isla en el océano antes que renunciar al socialismo" es tolerar que el tradicional compromiso de la izquierda con denominadas causas populares y del Tercer Mundo siga siendo un rehén de personas que sólo pueden concebirse a sí mismas como gobernantes perpetuos.


viernes, 11 de febrero de 2011

El dilema de la refundación concertacionista, por Gonzalo Müller.


El dilema de la refundación concertacionista,

por Gonzalo Müller.



El receso parlamentario ha sido campo fértil para las especulaciones sobre una refundación de la actual Concertación, como una manera de romper la inercia y la falta de un proyecto común de futuro.



Ante la derrota y el desgaste de 20 años de coalición, la refundación aparece como una solución correcta en la medida en que se hace cargo de corregir los vicios y el agotamiento que los cuatro gobiernos de la Concertación fueron acumulando y que terminaron por afectar su capacidad de convocar y retener a la ciudadanía y a sus propios dirigentes.



La Concertación del pasado contaba con una gran meta social de amplia repercusión, como lo era la reconstrucción de la democracia: Este imperativo político y moral era, además, comandado por una generación transversal de dirigentes que sentía que este proyecto era parte de sus propios proyectos de vida. La mezcla de una meta clara y convocante y una generación de dirigentes que se sentía llamada a cumplirla explican en gran medida el éxito político del conglomerado y sus gobiernos, pero asimismo son la semilla de su derrota.



En la medida en que la meta de recuperación de la democracia se cumplió, y la generación bisagra y transversal fue perdiendo protagonismo, la Concertación empezó a sufrir un acelerado desgaste marcado por la desafección, primero ciudadana, que la llevó a perder la mayoría social y política que había detentado por 20 años y, finalmente, a perder el poder.



La refundación aparece como una buena idea a la luz de las encuestas, que marcan un nivel de rechazo histórico superior al 58% de la ciudadanía, lo que ha llevado a pensar incluso en cambiarle el nombre a esta nueva coalición que nazca de las cenizas concertacionistas. Pero antes de apurarse en darla por muerta se debe revisar con qué se cuenta para iniciar una nueva.



A la luz de las discusiones preliminares, no aparece ese gran proyecto común que convoque y discipline a los partidos y a sus dirigentes; poco se ha debatido sobre las causas de fondo de la derrota como para que exista un consenso mínimo sobre el cual construir; basta ver las divisiones que generaron las discusiones entre los ex ministros Vidal y Velasco.



Además, la nueva generación que comienza a hacerse cargo, la de Orrego, Tohá y Lagos Weber, es una que no se crió como la anterior en el rigor, en el sacrificio, sino que su desarrollo político se produjo en el poder, con todas sus ventajas y prerrogativas. Son hijos de la abundancia y su transversalidad está marcada por esto.


Pero en su propia generación han irrumpido, también, otros liderazgos más críticos del acomodo de la Concertación al modelo económico del país, y que ven con menos orgullo la transición, en cuanto sienten que fue demasiado pactada y negociada. Estos son los díscolos de antes y los verdaderos promotores de un nuevo orden dentro de la coalición opositora.



La refundación o renovación es siempre un camino de largo plazo, y es aquí donde está el verdadero problema de llevarla a cabo. No todos los actores están dispuestos a emprender un camino largo como éste y, quizás más importante, no todos lo necesitan. Los liderazgos que trascienden la marca Concertación, como los ex presidentes Bachelet o Lagos, son estímulos muy fuertes a que no exista verdadera refundación, sino una evolución del actual orden de poder dentro de la coalición.



Los que verdaderamente necesitan de la refundación son aquellos liderazgos como Lagos Weber, Orrego o Tohá, con pretensión presidencial y que no son capaces todavía de despegar en el apoyo ciudadano; ellos requieren una base más sólida y ordenada de apoyo, como también aquellos que de mantenerse la estructura de poder nunca tendrían siquiera la oportunidad, como los senadores Rossi, Gómez o Girardi.


jueves, 10 de febrero de 2011

Girardi y Larraín, ¿simétricos?, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Girardi y Larraín, ¿simétricos?,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



Los senadores Guido Girardi y Carlos Larraín (aún en barbecho) anuncian voluntades similares de acción pública para los próximos años. Girardi habla de un movimiento ciudadano, mientras que Larraín se refiere a la necesidad de fortalecer la sociedad.

Ubicados en las antípodas del pensamiento social, su coincidencia es sólo aparente.

La experiencia indica que la izquierda chilena -a la que pertenece Girardi, por ideología y por trayectoria- cuando habla de movimientos sociales lo que promueve es algo muy concreto: el afán de los partidos de la Concertación por controlar la mayor cantidad posible de cuerpos intermedios, poniéndolos al servicio de sus intereses. Mientras esos partidos estuvieron en el poder, utilizaron a los gremios para generarles demandas a sus gobiernos y a sus parlamentarios, las que, una vez satisfechas, reforzaban los vínculos entre ambas partes. No faltaron incluso los díscolos que usaron a los gremios para correr más y más las fronteras de lo exigible, obligando a la propia Concertación a moverse hacia posiciones extremas. Girardi ha sido un especialista en estas maniobras.

Ahora, en la oposición, se acentúa la tendencia concertacionista a utilizar a las directivas sociales y a las diversas ONG (creadas y financiadas al calor de la propia Concertación) con el fin de darles aires nuevos a unos partidos sin figuras carismáticas ni militancias activas.

La convocatoria a un acto político-social para el 8 de marzo es una señal clara y coherente: vamos a recuperar -se lo propone Girardi- todas esas fuerzas sociales, esos gremios, para movilizarlos y vitalizar a los partidos; no creemos en su autonomía; buscamos su fuerza, sus activos; queremos potenciar a nuestro favor sus anhelos, sus quejas; dentro de esas organizaciones, ya tenemos instalados a los dirigentes suficientes como para alinearlas en un arco opositor; además, eso nos vincula con las fórmulas que utiliza habitualmente el PC, al que tanto deseamos como aliado electoral.

Es un propósito, en la izquierda, tan antiguo como el hilo negro: algo así como llenar la camiseta del partido del mayor número posible de avisos publicitarios de los gremios vinculados.

Muy diferente parece ser el planteamiento de Carlos Larraín. Distinto y muy sensato, porque empalma directamente con toda la construcción teórica y práctica que se formuló desde septiembre de 1973 y en la que fue decisivo Jaime Guzmán: la sociedad es un todo articulado por muchos grupos legítimos en los que se ejercen las autonomías sociales y desde los cuales se expresa la riqueza de los variados intereses y necesidades, debidamente respetados y estimulados por el Estado subsidiario.

Lo que Larraín ha entendido muy bien es que un sector importante de los seguidores de Guzmán ha ido cambiando la mirada, enfocándola mucho más en los éxitos electorales nacionales -a veces a precios altísimos-, pero descuidando la formación de dirigentes sociales que -gremio a gremio- pudiesen consolidar los estilos de trabajo planteados por el fundador de la UDI. Por eso, no deja de ser casi una broma que a muchos de esos políticos la prensa los siga llamando gremialistas. Les queda un vuelito, ciertamente, pero no son personas que en materia electoral estén empeñadas en limpiar el Colegio de Profesores o la Fenats. Están enfocados, casi exclusivamente, en las próximas municipales, presidenciales y parlamentarias.

Subsiste, eso sí, una duda: ¿entiende bien Carlos Larraín la imprescindible necesidad de mantener autónomos a los cuerpos intermedios? Ojalá que sí, porque un error en esta materia haría su proyecto tristemente simétrico del de Girardi.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Una mirada a la educación, por Mario Montes.


Una mirada a la educación,

por Mario Montes.





La educación heredada de la concertación es brutalmente mala, deficiente en términos de calidad, carente de contenidos apropiados a la época, con una insuficiente infraestructura y inhumanamente segregadora, que confina a los más debiles de la sociedad a un futuro negro, lo que ha motivado al Gobierno de Piñera a hacer una revolución en esta materia.



La idea de promover que los mejores estudien pedagogía es revolucionaria, en un sistema que hasta hace sólo unos meses se ingresaba básicamente por no tener los puntajes necesarios para aspirar a ingresar a otra carrera, con incentivos para que los mejores puntajes se interesen en una carrera que la escasa calidad de una parte del magisterio ha desprestigiado.



No sólo es necesario que los profesores esten capacitados para realizar buenas clases, sino que, además, el maestro cuenten con los elementos de apoyo necesarios para interesar a los alumnos en las materias que se pasa, además, por cierto de volver a dotar al pedagogo de la Autoridad necesaria pata imponer orden en las salas de clases.



Se debiera, tambien encargar al SENAME, la preocupación por la forma de vida de los alumnos, la forma en que van adquiriendo los conocimientos antes de la entrada a la escuela y desarrollar, como formación de familia, los potenciales de esos niños para que no lleguen al colegio con irreparable retraso cognitivo.



Se ha destacado, con una amplia profusión la brecha que existe entre los colegios privados y los Municipales, pero dolosamente se han abstenido de señalar que la educación de los “privilegiados” tambien es mala, retrazada en el tiempo y no contemporanea con las necesidades del país que busca desesperadamente llegar al desarrollo.



El Ministerio de Educación no debe seguir abdicando, como lo ha hecho en los últimos 20 años, de su obligación de diseñar programas de estudio acordes a la época ni tampoco del control estricto que las materias se pasen, además de un exaustiva fiscalización de los dineros fiscales involucrados.



Las evaluaciones de los maestros, aunque la cupulas sindicales se opongan, son fundamentales para mejorar el sistema educativo, pues como todos sabemos no han llegado a la carrera los mejores ni aquellos que tienen vocación, lo que hace indispensable remover a muchos elementos del medio de la pedagogía.



Porque no queremos más juventudes con sus sueños castrados, porque no queremos seguir siendo testigos de la falta de oportunidades de los jóvenes, porque nos provoca dolor ver a muchachos y muchachas desorientados y sin expectativas, instamos al Ministro de Educación a seguir adelante con la imprescindible reforma a la educación.

martes, 8 de febrero de 2011

Los primeros meses, por Marily Lüders.


Los primeros meses,

por Marily Lüders.

Basta ver a una mamá con su recién nacido en brazos para darse cuenta de lo indispensable que es que una madre esté junto a su hijo sus primeros meses de vida. Cuando nacen, uno queda en un estado parecido al enamoramiento: los trámites cotidianos pasan por el lado, mientras uno está con la guagua en brazos, desubicada del entorno. Son semanas de mucha dulzura (y cansancio), un estado especial que uno recuerda con nostalgia cuando crecen.



Por las mamás que aprenden a conocer a sus hijos en esos primeros días y por los niños, que tendrán ese capital de cariño para toda la vida, es muy bueno el consenso social que se ha alcanzado en torno a la necesidad de alargar el tiempo que pasa la madre con el recién nacido. Pero hay que estar alerta, porque una cosa es poner en el centro el cuidado tras el nacimiento y otra, muy diferente, es diseñar con buenas intenciones políticas públicas que terminen dañando a los hogares.



Estas últimas semanas, parlamentarios de todas las colectividades han insistido en exigir al Gobierno un posnatal de seis meses "íntegro", concepto que han acuñado en contraposición a la idea de uno por el mismo período, pero flexible. Cuesta entender la dureza de esta posición.



Primero, porque no considera el impacto que tendrá en las mujeres que trabajan. Si estamos fuera de nuestros puestos más de medio año (al posnatal hay que sumarle algunas semanas de prenatal), lo que se viene son menores sueldos, en el mejor escenario, y menos contrataciones, en el peor. A los empleadores se les puede pedir que cumplan las leyes, pero no que contraten mujeres en edad fértil.



Y, segundo, porque parecen olvidar que después de este período de dedicación absoluta de la madre al niño por seis meses, esa mamá deberá volver a trabajar de golpe jornada completa. Todos los que tenemos hijos sabemos que en la niñez lo paulatino es infinitamente mejor que los cambios bruscos.



Más aún, con una mirada de largo plazo, hay que pensar que el escenario de un posnatal flexible puede ser la puerta de entrada a una nueva realidad laboral para las familias. Si en el interior de las empresas funciona bien la implementación de un posnatal flexible -que, como se ha mencionado, incluya opciones de jornadas parciales o que el padre se tome parte del permiso-, se estará preparando el camino hacia fórmulas menos rígidas de trabajo, que les permitan a las madres no sólo estar ahí los primeros meses de vida, sino también durante el resto de la niñez.



La meta debe ir más allá de la lactancia y empezar a pensar en un escenario donde los padres puedan ordenar sus vidas laborales para potenciar su vida familiar.

lunes, 7 de febrero de 2011

No más cacería de brujas, por Axel Buchheister.


No más cacería de brujas,

por Axel Buchheister.

El patrón es conocido: cuando hay un suceso propicio, la izquierda denuncia a alguien vinculado al tema de los DDHH y estalla el escándalo.

Lo que comunicacionalmente comenzó como un debate sobre los problemas de gestión y falta de transparencia en el sector Defensa, se convirtió en un tema de "derechos humanos". Es la infinita capacidad de la izquierda para pautear la agenda y la ninguna capacidad de los demás para impedirlo.

El patrón es conocido: siempre que hay un suceso propicio, se denuncia la presencia de alguien vinculado al tema de los derechos humanos y se provoca el escándalo. La información la tienen desde siempre, pero no la entregan de una vez, sino que la van dosificando y usando según la ocasión. La idea es mantener el asunto abierto y que no se cierre jamás. La "vinculación" no es la participación demostrada en los hechos (esos están presos), sino insinuarla por haber estado alguien en la CNI o la Dina, en el regimiento en que ocurrió un hecho, o por haber sido citado a declarar como inculpado. También en ser yerno del general Contreras, parentesco por afinidad que motivó el cese de una asesoría en el Ministerio de Defensa. En cualquier país civilizado, despedir a alguien de su trabajo por estar casado con una hija de un condenado, por graves que fueren los delitos, daría origen a un caso de derechos humanos, pero en su favor, no en su contra.

Un sector que estuvo en la génesis de la violencia en nuestro país, que descalificó la democracia y amenazó con usar el fusil, no puede ser el referente de los derechos humanos. La sociedad tiene derecho a mirar la historia de otra manera y terminar con la caza de brujas. La Dina y la CNI fueron creadas por ley, y muchos militares pasaron por ellas como una destinación más; fue la realidad de los tiempos. Había una amenaza terrorista que combatir y no era resorte de tenientes y capitanes definir la legitimidad democrática de la organización. La mayoría cumplió la tarea de inteligencia sin realizar fechorías, las que realizaron otros, siempre los mismos, en una organización compartimentada. Tienen derecho a no estar marcados, que es bastante menos beneficio que para muchos extremistas que usaron las armas, para los cuales hubo perdón, comprensión, fuga y justificación, aun por crímenes cometidos en democracia.

La Concertación tuvo una doctrina: sólo el general que es procesado pasa a retiro; quien no lo ha sido, puede seguir la carrera y ascender. Fue la consideración que tuvo el general Castro, que llegó a ser el segundo al mando en su institución. Con el gobierno de la Alianza le ha ido peor, la doctrina cambió a la "incomodidad" del ministro de Interior, que lo deja en entredicho para continuar, sin que nada se le haya probado, o sea, siendo inocente. Es importante que el gobierno fije una frontera nítida, precisa y fundada; qué casos son condenables y cuáles no. De lo contrario habrá caza de brujas y bastará con ser señalado para ser culpable.

La centroderecha hace como que no fuera parte de la historia y no es así. Ya se ha solicitado la apertura de causas por 728 casos pendientes, que incluyen la investigación de la muerte del ex Presidente Allende, que todos saben se suicidó. Pero no importa, ya se presentó una querella "contra todos los que resulten responsables" de un crimen -se afirma- de lesa humanidad. "Todos" es amplio.

Tomado de Diario La Tercera.

sábado, 5 de febrero de 2011

Popularidad no es sinónimo de buen gobierno, por Sergio Melnick.


Popularidad no es sinónimo de buen gobierno,

por Sergio Melnick.





Así lo he sostenido en relación a los pobres resultados del gobierno Bachelet, y así lo sostengo con relación a la situación actual del gobierno. La popularidad del gobierno baja a su récord y la desaprobación a su peak, superando a la aprobación. Pero qué significa esto realmente, esa es la clave.



Es curioso, al decir lo menos, si miramos las cosas más objetivas: un terremoto que cambia el escenario y en el que se reacciona de manera ejemplar. Aun están las imágenes vivas del gobierno anterior des-concertado en la Onemi mascando chicle y preguntando dónde está el piloto. La habilitación de colegios, camas de hospital, y conectividad fue impresionante. Más de 100 mil subsidios fueron entregados en menos de 10 meses. Igual, en marzo se dio el bono, se hizo una reforma tributaria para la reconstrucción, se hizo la rebaja de impuesto de timbres y estampillas de manera permanente. Fue un gran éxito la aprobación del royalty.



Más notable aun fueron los resultados económicos. La economía creció de modo vigoroso y se generaron 400.000 empleos, cifra récord en nuestra historia. Es ley el incentivo al precontrato y la capacitación, y avanza el proyecto que permite el trabajo a distancia.



Se realizó de manera muy exitosa la celebración republicana y unitaria del Bicentenario. El rescate minero fue simplemente increíble con una proyección mundial inédita para nuestro país. Si lo anterior no fuese suficiente, se logró una reforma educacional consensuada con la oposición. También se lograron por primera vez en muchos años mejoras significativas en el tema de seguridad y delincuencia. De hecho, según cifras de Paz Ciudadana, los delitos por robo y el temor alcanzaron su índice más bajo de la última década.



Pero hay aun más. Se aumentaron las plantas de Carabineros y la PDI y se analiza en el Congreso la creación del registro de prófugos y del brazalete electrónico. Todo esto ocurrió en conjunto con decenas de viajes al exterior y en Chile. También de manera inédita se hicieron informes públicos de gestión de cada ministro. Y se avanzó en la portabilidad numérica, y el proyecto que crea los Tribunales Ambientales, con una eficacia de agenda legislativa que supera los últimos cuatro gobiernos.



Todo lo anterior es objetivo, medible, concreto. ¿Entonces, por qué cae la popularidad? Simplemente por la forma, no por el contenido. Exactamente lo opuesto a Bachelet: pura forma, poco contenido.



Piñera falla en sólo dos atributos en la encuesta Adimark: credibilidad, y confianza. El Presidente retruca y solicita que se le mida por los resultados, que es su fortaleza, y que son los datos. Pero nuestra cultura desprecia los datos y nos movemos con puras opiniones y emociones. Sin embargo, mayoritariamente la gente cree que cuenta con capacidad de enfrentar las crisis, que es energético y activo, que cuenta con autoridad, liderazgo, respeto. En suma, los datos no son coherentes con las opiniones. Es la discrepancia entre el contenido y la forma. A la forma por cierto des-ayuda el tema del fútbol, Magallanes y el helicóptero. Pero los logros están ahí y todos los pueden medir.



Entonces la pregunta es, ¿si tuviésemos que elegir, entendiendo que ambos son ideales, preferimos más contenido o más forma? Yo prefiero contenido, logros, resultados concretos que pura parafernalia. Prefiero buen gobierno y poca popularidad a la Piñera, que mal gobierno y mucha popularidad a lo Bachelet.


viernes, 4 de febrero de 2011

Estoy en El Cairo, por Cristián Warnken.


Estoy en El Cairo,

por Cristián Warnken.



Estoy en El Cairo. Voy al lado del millón de egipcios que gritan "que se vaya Mubarak". Nunca he ido a ver las pirámides ni las momias faraónicas, nunca he estado en la calle Fustat, nunca he sentido el frío de enero ni he visto el sol inundar las copas de los árboles de los jardines de Alormán. Pero estoy en El Cairo con el millón que grita muy cerca de mí, en la Plaza Tahrir, a miles de kilómetros de aquí. Jamás las ciudades distantes habían estado tan cerca como ahora. El mundo es hoy un pañuelo, cierro los ojos y abrazo a los que hablan otro idioma que el mío, los reconozco, somos los contemporáneos de una misma época, estamos en las mismas redes invisibles que hoy anulan las distancias y que hacen que no necesite estar físicamente en El Cairo para estar en El Cairo.



Los tiranos y tiranuelos están temblando en todo el mundo. Por eso intentan prohibir o censurar internet, porque saben que las nuevas armas que hoy llevan los ciudadanos en las calles para enfrentar al poder son más eficaces y legítimas que las metralletas y las bombas: son los celulares que diseminan mensajes de texto libertarios o los Twitter y Facebook que dejan de transmitir banalidades y minucias privadas para compartir la información relevante que muchas veces ocultan los medios pauteados por el poder.



Ya no son necesarios los partidos ni las guerrillas ni las "vanguardias" que durante mucho tiempo hicieron de intermediarios, pero que después terminaron por controlar y desvirtuar tantos genuinos movimientos de liberación en el mundo. Ellos también tienen contadas sus horas, porque los ciudadanos de a pie no los necesitan ya como punta de lanza de nada. Cada ciudadano hoy en el mundo puede ser protagonista de su propia historia, en la calle y en conexión inalámbrica con otros. WikiLeaks ya había sido el primer indicio potente de que el mundo cambió definitivamente; las protestas de El Cairo son la otra cara de la misma moneda. Mubarak se dio cuenta tarde de esto y ordenó el corte total de los servicios de internet y telefonía móvil. En China, se les bloqueó a los usuarios el acceso al término "Egipto", en una medida torpe y desesperada que deja ver que el mismo régimen totalitario que aplastó la revuelta de Tiananmen también es hoy un gigante con pies de barro. La mentira institucionalizada comienza a volverse insostenible: la Iglesia Católica es la primera que lo aprendió, a raíz de los casos de pedofilia.



"La verdad os hará libres", dijo Jesús hace dos mil años. Hoy, el aserto evangélico opera como disolvente mágico y virtual de las máscaras y los muros en las pantallas de nuestros computadores personales. En Chile también nos ha tocado ver hace poco cómo una opinión pública activa y conectada puede hacer retroceder a las autoridades en sus decisiones tomadas entre cuatro paredes. Las batallas por Vitacura y el Parque Forestal demostraron que los alcaldes ya no son los reyes absolutistas que fueron. A propósito de una columna escrita por mí en esta página editorial, el alcalde de Santiago, molesto por mis juicios, decía que antes de escribir mi texto yo debiera haberlo llamado por teléfono. Ese juicio es muy revelador de cómo la clase política cree que hoy se puede manejar los medios y a los periodistas: con un telefonazo. En primer lugar, un columnista no tiene ni debe llamar jamás a una autoridad cuando escribe su columna; en segundo lugar, el teléfono aparece hoy como un medio arcaico, casi de las cavernas al lado de las redes virtuales en las que los ciudadanos navegamos buscando la verdad cuando ella está escondida o censurada en la prensa o la televisión. Los millones que hoy copan las calles de El Cairo así lo demuestran.



Una lección para los medios de comunicación: si ignoran esta nueva realidad, serán los dinosaurios de esta nueva época; si abren las compuertas, serán parte de un futuro que recién comienza.


jueves, 3 de febrero de 2011

¿Cómo murió Allende?, por Gonzalo Rojas Sánchez.

¿Cómo murió Allende?,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



Su deceso se produjo efectivamente el 11 de septiembre de 1973, pero la enfermedad que lo llevaría a la muerte era de larga data. Se llamó socialismo marxista e infectó a miles de dirigentes de las más variadas latitudes. Fue una auténtica pandemia, que causó cientos de miles de muertos por inoculación directa y otros 85 millones a causa de sus malas prácticas.


En Salvador Allende, la enfermedad presentó rasgos ya muy bien estudiados. Lo han hecho principalmente Gonzalo Vial en "El fracaso de una ilusión" y Víctor Farías en "Antisemitismo y eutanasia"; algunos aportes hemos hecho también en "La agresión del Oso".


¿Qué rasgos presentaba esa antigua enfermedad que lo llevaría a su agonía y muerte entre noviembre de 1970 y septiembre de 1973?


Por una parte, su camaradería con los comunistas, vínculo que lo ayudó a centrarse en la mirada revolucionaria, a buena distancia de todo aburguesamiento excesivo. Momento clave de los síntomas pro comunistas fue su famoso discurso del 15 de marzo de 1953, recién muerto Stalin. En esa ocasión -con tonos pastorales- les aseguró a los camaradas del PC que debían consolarse con saber "que hay hombres que no mueren; Stalin es uno de ellos". Casi 20 años después, de visita en la URSS, calificó al Estado soviético como "hermano mayor" y "pionero de la construcción de socialismo".


Los análisis de su patología arrojan también altas dosis de castrismo y de guevarismo. Miembro del Comité permanente de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), cuyo primer congreso se celebró en La Habana en abril de 1967, Allende firmó la declaración en la que se afirmaba que el objetivo de la revolución era "la toma del poder mediante la destrucción del aparato burocrático-militar del Estado y su reemplazo por el pueblo armado; dicho objetivo sólo es alcanzable a través de la lucha armada". Y cuando en marzo de 1971 contestó la famosa entrevista de Régis Debray, calificó a la revolución cubana como portadora de "una lección extraordinaria" y al Che Guevara como ejemplo para la juventud chilena.


Una tercera anomalía se expresa en su continuo sectarismo, rasgo tan propio de la enfermedad del materialismo dialéctico: el polo revolucionario debe aniquilar al polo burgués. En tiempos de juventud se manifestó, en primer lugar, en su memoria sobre "Higiene mental y delincuencia". Ya en 1933, el doctor promovía un gravísimo antisemitismo, al sostener que los judíos presentaban una tendencia a la delincuencia, en particular a "la estafa, la falsedad, la calumnia y, sobre todo, la usura". Poco después, en noviembre de 1939, proponía, en su calidad de ministro de Salubridad del Presidente Aguirre Cerda, el proyecto de ley de esterilización de los alienados, lleno de terribles coincidencias con la espantosa ley nazi de julio de 1933.


Pero, a pesar de sus aparentes moderaciones, la tendencia sectaria volvería a aparecer como un rasgo patológico muchos años después, siendo Allende ya el "Compañero Presidente". ¿Existe alguien que no haya leído su famosa afirmación "Tampoco soy el Presidente de todos los chilenos", frase de la que se cumplen esta semana los 40 años?


En fin, otros rasgos entregan también los exámenes históricos practicados al paciente: incompetencia, intransigencia, mesianismo, todos típicos de su ideología.


Los jueces han sido convocados a realizar una tarea de investigación sobre la muerte de Salvador Allende. Tendrán que destinarle un poco de tiempo para llegar a una conclusión ya consolidada: suicidio.


Pero, por nuestra parte, los historiadores llevamos décadas, decenas de miles de horas, estudiando al personaje. Bien se puede afirmar: murió de marxismo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Conversaciones con un chofer del Transantiago, por Felipe Cubillos.


Conversaciones con un chofer del Transantiago,

por Felipe Cubillos.


La Teletón es de esas instituciones de la cual todos los chilenos sentimos un profundo orgullo, no sólo por lo que hace sino sobre todo por cómo lo hace. Y quizás lo más lindo, lo hace con el aporte generoso de millones de chilenos. En la última Teletón se recaudaron del orden de los US$ 38 millones.


Por otra parte, leo que las pérdidas del Transantiago en el año 2010 son de US$ 700 millones y que en los últimos tres años se han perdido más de US$ 1.400 millones. O sea, para decirlo en términos simples, nos estamos perdiendo 1,5 Teletón al mes con la “genialidad” del Transantiago!!!!!!!!!!


Y como soy de esos chilenos que no me gusta que los gobiernos boten nuestra plata, sobre todo con las enormes necesidades sociales que tenemos, trato de entender el problema. Decidí ir a conversar con los choferes del Transantiago para que me contaran cómo ellos veían la situación.


Los expertos criticarán mi modelo ya que seguramente no cumple con la rigurosidad técnica ni estadística que exige un tema tan trascendente; pero debo confesarles que cada vez que me ha ido bien en algo es cuando le pregunto a la gente.


Era viernes, estaba oscureciendo y estaba en la esquina de Tobalaba con Providencia y me iba a subir a cualquier bus que pasara, daba lo mismo; el primero que pasó era un bus oruga de la línea 503; pago mi pasaje y me siento en la mitad del bus. Iba prácticamente vacío. Cuando ya subía por Colón hacia Vital Apoquindo me llama la atención que van 4, sí 4 buses iguales en un espacio de dos cuadras. Ahí decidí acercarme a conversar con el chofer, perdón hoy se llaman operadores (esa cultura tan chilena que todavía cree que por el solo hecho de cambiar el nombre de las cosas ellas van a cambiar).


Juan es un chofer del Transantiago que antes trabajaba en los buses amarillos, sabe de su oficio, quiere a su familia y me confiesa que hoy la empresa le paga bien y le impone por la totalidad de sus ingresos. Mientras me explica que ninguno de ellos entiende por qué tienen que ir 4 buses uno al lado del otro cuando todos van vacíos, me dice que es porque el ministerio así lo dispone. Juan tiene conciencia ecológica, y mientras no más del 50% de sus pasajeros sube pagando el pasaje, me dice que no le hace mucho sentido que estos buses vacíos anden usando la calle y contaminando. Antes, me expresa, el empresario de los buses amarillos sabía cuándo salir a la calle. Sabio, Juan.


Oye, Juan, ¿por qué dejas pasar a toda esa gente sin que te paguen? Le pregunto ingenuamente. Y ¿qué quieres que haga? ¿Que me haga mala leche, que me amenacen? ¿Para qué? Si me pagan lo mismo. Me da lo mismo si me pagan o no, no es mi problema. Sabio, Juan.


Ya había pasado el tiempo y ya estábamos en el terminal de Vital Apoquindo y me encontraba conversando con varios “operadores”. Me cuentan que antes, con los buses amarillos, se llevaban el 20% del ingreso por pasajes y la totalidad del ingreso por el pasaje escolar.


¿Les gustaría volver a ese sistema? Les pregunto. Sí y no me responden. Antes nos respetaban, ahora no. Antes, nadie se subía sin pagar. Ahora la gente ya perdió la cultura de pagar y para que vuelva va a costar mucho, me dicen. Para volver a hacerlo vamos a necesitar que por un tiempo nos acompañe un carabinero, hasta que todo vuelva a la normalidad. Sabios, los choferes.


Y mientras volvía a mi casa, ya muy tarde, pensé que lo que falta es que si se quiere evitar el despilfarro debemos volver a hacer socios a los choferes y a las empresas (no más ingresos fijos) y que para evitar las carreras olímpicas que se quisieron evitar con los sueldos fijos de los choferes, la solución es usar los GPS y premiar/castigar para regular el cumplimiento del trayecto (una suerte de rally de regularidad).


Reconozco que del Transantiago no sé nada; reconozco, también, que no soy un usuario de este sistema, pero eso no me inhabilita para decirles que la mayor pérdida que estamos teniendo no es esa 1,5 Teletón al mes; el problema es mucho mayor, es la degradación moral de una generación que se está acostumbrando a no pagar por un servicio, mientras los que pierden son precisamente los que pagan y que verán aumentados sus pasajes. Una sociedad que premia a los pillos y hace que el costo lo pague la gente honesta es una sociedad enferma. Eso es lo verdaderamente grave, esa es la vergüenza.


martes, 1 de febrero de 2011

Egipto, ¿y ahora qué?, por Cristina Bitar.


Egipto, ¿y ahora qué?,

por Cristina Bitar.

Escribo esto en la noche del domingo 30 de enero de 2011, sin saber lo que ocurrirá más tarde en Egipto mientras miles de protestantes guardan valiente vigilia en la plaza Tahrir, El Cairo. Ya van 5 días desde que empezaron a explotar las revueltas sociales que exigen la salida del Presidente —y dictador— Hosni Mubarak, y su régimen aún se sostiene en el poder. Lo que hemos visto en este último tiempo, desde los incidentes desde hace un mes en Túnez hasta lo que ocurre hoy en uno de los países más importantes de Medio Oriente, no nos puede dejar indiferentes.

En primer lugar, tenemos que ser cautos. Es fácil salir con consignas voluntaristas diciendo que la revolución egipcia llevará inevitablemente a un triunfo democrático. Si algo aprendimos de la imprevisible caída del régimen soviético el siglo pasado, y del futuro de cada uno de los países que se han creado a partir de ese suceso, es que la democracia no es un camino obvio ni natural para estados que vienen saliendo de regímenes autoritarios. Es más, podemos decir con bastante confianza que la amenaza de pasar desde una dictadura a otra es cierta, sobre todo si consideramos que entre los opositores a Mubarak se encuentran partidarios al régimen dictatorial de Irán y grupos islamistas extremos. Pero eso tampoco quiere decir que el destino sea aún más negro de lo que hay, y tampoco significa que el único camino de salida para Egipto sea la implementación de un gobierno laico, “a la occidental”.

La “democracia musulmana” ha sido un tema recurrente entre los analistas internacionales. Los ejemplos de Turquía, Malasia, Bangladesh, Indonesia o Pakistán (antes del golpe militar de 1999) nos hablan de democracias en donde partidos de corte islámico moderado (y no “islamistas” o fundamentalistas) han sabido congeniar los elementos culturales-religiosos, junto con crecientes niveles de respeto a los derechos humanos y civiles. Es cierto que ninguno de los países mencionados cumple con un estándar máximo de democracia, pero sí presentan una luz de esperanza para aquellos que creemos que la democracia debe promoverse con respeto a la identidad cultural de cada pueblo.

Por otro lado, para que Egipto salga airoso de esta revolución y pueda llegar a tener el gobierno democrático que a muchos nos gustaría, no puede hacerlo solo. Egipto lleva demasiados años siendo dependiente del apoyo de Estados Unidos y, como tal, para recuperar su autonomía y salir adelante por sí mismo, debe recibir la ayuda de la comunidad internacional. No bastan los buenos deseos manifestados por el Presidente Obama, sino que aún estamos esperando la opinión de la Unión Europea y, por qué no, de la comunidad latinoamericana (alguna experiencia podemos aportar en procesos de transición democrática).

Si Mubarak renuncia —o es obligado a renunciar—, nace la pregunta de quién asumiría el poder. Para el mundo occidental, la carta favorita pareciera ser Mohamed El Baradei, ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica y Premio Nobel de la Paz el 2005. El Baradei cuenta con el apoyo de un buen número de egipcios y es visto por el gobierno de Mubarak como una amenaza. Pero él mismo ha desencantado a los más radicales por su poca decisión en asumir el liderazgo y por sus mismas declaraciones diciendo que él “no es un político”. Lo deseable, entonces, es que si El Baradei —o cualquier otro— está dispuesto a asumir el desafío de llevar a Egipto por un camino democrático, lo haga con el apoyo de los mismos egipcios y bajo una visión más bien moderada e incluyente.

Por último, el caso de Egipto nos obliga a preguntar por el futuro de la paz en Oriente Medio. La dictadura egipcia es un aliado conocido del gobierno de Israel. Varias veces ha defendido las ocupaciones israelitas en la franja de Gaza y ha sido constantemente escéptico con la idea de un Estado Palestino. Con la caída de Mubarak —y con la esperanza de una transición democrática que le siga— el equilibrio político en la zona se modifica y la legítima aspiración palestina se vuelve aún más vigente. Es de esperar que con esta nueva ola de reconocimientos diplomáticos que se están dando en distintas partes del mundo, sumado a las revoluciones que hemos visto en Túnez y Egipto, la paz llegue al conflicto palestino-israelí. De la mano de un proceso de negociación más igualitario entre las partes y que permita la anhelada creación de un Estado Palestino, libre y soberano.