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viernes, 30 de septiembre de 2011

Lucro, bendito seas, por Sergio Melnick.

Lucro, bendito seas,

por Sergio Melnick.



Por alguna razón que no entiendo bien, la izquierda ha demonizado el lucro. Ha logrado asimilarlo a la codicia como si fueran lo mismo, pero no lo son. El afán de lucro es una poderosa energía que mueve al ser humano tal como lo hace la energía sexual, el hambre, la defensa, la espiritualidad, el amor, la confianza, el arte y otras. Todas pertenecen a la compleja naturaleza humana. Ir al baño también es humano. La izquierda siempre ha querido “diseñar” un hombre nuevo, de tablero, así como el Transantiago, y se ha rebelado contra el ser humano como es. Pero ¿quién es aquel tan bueno o tan mejor para cambiar a los otros? Por eso siempre hemos buscado profetas e iluminados, seres superiores, pero hasta donde yo sepa no ha salido ninguno de la izquierda, que muestra un penoso récord de las peores dictaduras de la historia tratando de hacer el hombre nuevo.



Sin duda hay cosas del ser humano que no nos gustan, como la envidia, la delincuencia, la mentira, la lascivia, el engaño, la pedofilia y tantas otras. Pero es fácil ver que son elementos de otra categoría. Los países socialistas, además del lucro, también pelearon contra la fe. La llamaron el opio de los pueblos y la prohibieron por decreto. Pero fue una pelea perdida, porque era contra la propia naturaleza humana. Prohibieron los mercados en sus economías, pero el mercado negro emergía igual, porque es parte de la naturaleza humana.



Lucrar significa básicamente tomar un beneficio en recompensa por lo que se hace, así de simple, así de complejo. Lucro es provecho, beneficio, utilidad, ganancia, interés, rendimiento. Y el beneficio puede ser recibido de diversas maneras; por ejemplo en dinero, pero también en honores, ventajas, prestigio, prebendas, poder, iluminación u otros. Hasta aquí no conozco a nadie que no quiera ser compensado por lo que hace. Es más, la mayor parte de las personas estiman que debieran ser aun mejor compensadas por el esfuerzo que hacen. Conozco muy pocas personas que ya no quieren progresar, que no quieran vivir mejor, o su familia, de acuerdo a los estándares que cada uno define. Uno quiere ser premiado por lo que hace. Los aplausos y medallas no ayudan a la familia a comer mejor.



Los que demonizan el lucro son en general los que más lucran. Es asombroso observar cómo la mayor cantidad de políticos de la izquierda viven del Estado, es decir de lo que producen los demás. Jamás han pagado un IVA el día 12 del mes o leyes sociales de los empleados. Jamás han participado de la producción, pero sí de los beneficios. Y es tan fácil ser generoso con los recursos de los demás, sobre todo haciendo leyes que benefician a sus votantes, para que los elijan ad aeternum. Por eso los países manejados por la izquierda tienden a quebrar, o no son capaces de progresar. La Concertación lucró de maravillas con el gobierno. Un festival de sillas giratorias, embajadas, pitutos, ONG, sobresueldos en sobres con efectivo, libres de impuestos, decenas de miles de pegas estatales, y sólo el tipo de arte que les acomodaba. Recuerdo que el Senado se achicó, pero no su presupuesto. La Moneda se gastaba 40 millones al mes en flores porque a la presidenta le gustaban las flores; una forma más bien burda de lucrar. La ENAP perdió US$ 1.000 millones el 2008, y ni siquiera cambió el directorio, sólo otra forma de lucrar. Claro, al pobre oficial de carabineros, que trabajaba 7x24 al servicio de la seguridad de la Presidencia, se le ocurrió mandar a dejar a la señora en un auto fiscal, y lo calcinaron de por vida.



Pero aún queda el argumento más sustantivo. El lucro es siempre una retribución a lo que se hace. Es difícil lucrar si lo que se hace está mal hecho. ¿Cómo podría alguien lucrar en salud dando un mal servicio? y en educación, o produciendo pan. Los así llamados “servidores públicos” son capaces de parar el sistema de atención al público si no le suben las remuneraciones. ¿Es eso lucro? Claro que es una forma de lucro, pero nadie la demoniza, es más, a la izquierda le parece muy bien. ¿Y qué les parece el banco estatal vendiendo tarjetas de crédito e incentivando a la población a endeudarse? ¿O el canal estatal dedicado a hacer telenovelas, programas de farándula y otras yerbas? Es sólo otra forma de lucro.



Amigos, le debemos gran parte del progreso de la civilización al deseo de lucrar, al intento de las personas por mejorar su condición, a emprender nuevas aventuras en todos los ámbitos posibles. Sin afán de lucro estaríamos aún en las cavernas, o simplemente no habríamos sido capaces de sobrevivir a la historia. No hay que confundir el lucro legítimo, con el delito o las malas formas de lograrlo. Eso es tema de la ley, que es harina de otro costal. El hecho que haya malos empresarios es tan humano como que hay trabajadores sacadores de vuelta, políticos corruptos o personas que falsifican licencias médicas.



En síntesis, tratar de eliminar el lucro de la sociedad es lo mismo que renunciar al progreso, o tratar de prohibir las relaciones sexuales, o el consumo de alcohol. Muchos han tratado, nadie lo ha logrado. Hablar de lucro excesivo es un discurso inconducente. Lo que hay que hablar es de evitar la concentración del poder, de cualquier tipo, evitar los monopolios, carteles y otras yerbas, o regularlos, tener leyes inteligentes, luchar por la transparencia de información, y por sobre todo luchar por la libertad para buscar el lucro, es decir, por competir por aportar a la sociedad y ser premiado por ello.



Nada hay mejor que una nación con personas con ganas de progresar y esforzarse para vivir mejor. Nada hay peor que la casta de personas que les gusta vivir del impuesto que pagan todos los demás, y que les gusta predicar cómo deben vivir los otros.

jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Habrá opositores para esa Convergencia?, por Gonzalo Rojas Sánchez.



¿Habrá opositores para esa Convergencia?,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



Carolina Tohá quiere refundar la Concertación. Su propósito no es sólo legítimo, sino también imprescindible para que las fuerzas opositoras sean algo más que la candidatura presidencial de una ex Mandataria. Pero se ha develado algo insólito: la presidenta del PPD quiere que esa Convergencia Opositora se articule sobre la base de un gran partido socialista, "un partido de la izquierda democrática grande en Chile", en el que se pudiesen fundir el PS, el PRSD, el propio PPD e incluso el PRO.



Curiosamente, en el mismo momento en que eso sucediese, todo pacto con otras fuerzas opositoras se haría inviable.



Primero, sería casi imposible retener dentro de esa Convergencia a uno de los más importantes miembros de la actual Concertación, la DC. Lógico: una nueva izquierda democrática, a la que además Tohá imagina como "el partido más grande de Chile", empujaría hacia afuera al PDC, socio evidentemente minoritario en esa nueva coalición. Si lograran juntarse los cuatro primos -por peleados que estén hoy-, conseguirían en ese preciso instante que el quinto se cambiara de casa.



En segundo lugar, la señal para atraer a los socialistas que hoy están fuera no puede ser más extraña. Si los del PRO -y lo mismo les cabría a los del MAS y a los del MAIZ- sólo podrían ser considerados parte de la Convergencia Opositora en la medida en que aceptaran fundirse en una nueva gran izquierda, ¿dónde queda el mínimo realismo que consiste en reconocer que justamente se fueron de la Concertación porque no soportaban el estilo y las prácticas de los que a futuro volverían a ser sus correligionarios?



Tampoco a los comunistas les podría hacer gracia integrarse a una Convergencia Opositora en que el nuevo PS unificado tuviese cerca de 40 diputados y ellos... tres; en que se viese limitada la libertad absoluta con que hoy manejan a los gremios estudiantiles, docentes, del cobre y a sectores de la salud; en que de nuevo tuviesen competencia socialista fuerte en las elecciones mediante las cuales hoy capturan numerosos cuerpos intermedios. No necesitan los comunistas convertirse en cola de león, cuando hoy gozan del prestigio de ser cabeza de castor, mamífero experto en construir madrigueras complejas y diques.



Bueno, pero queda entonces la posibilidad de que fuese el Movimiento Social el que sí corriese a abrazarse con una nueva izquierda unificada.



¿El Movimiento Social? ¿Qué es esa cosa? Una expresión propia de la comodidad intelectual chilensis, con la que en los últimos meses se ha recubierto a todo el que sale a la calle y se mueve en masa.



Un poco más de rigor, porque desde esas masas salen pastas para todos los gustos. Dentro de esos movilizados están las directivas de los gremios bajo control PC. Las razones para que ningún organismo comunista se incorpore están ya claras.



Otros grupos son los ultras. A morirse de la risa si alguien en el PPD piensa que Marea Roja, La Corriente o el Movimiento Acción Liberacionista (MAL) van a sentirse a gusto compartiendo planes y programas con Andrade o Tohá.



Quedan entonces otras iniciativas, como los Ecologistas o el Movilh. Conscientes los primeros de que les sería imputable una alianza con quienes desarrollaron políticas ambientales que ellos combatieron durante los 20 años de la Concertación, es evidente que seguirán su camino propio, aunque bien financiado desde fuera.



Para el Movilh, en cambio, la oportunidad podría ser atractiva. Su ingreso a Convergencia Opositora quizás sirviese de gancho para que otros grupos se integrasen: el Movimiento de Liberación Animal o el Proyecto Grandes Simios. Aunque quizás no sean éstas las alianzas que más interesen al PPD.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Despedida a un gran chileno… por Cristian Goldberg.


Despedida a un gran chileno…

por Cristian Goldberg.



Nos han pedido, como Directorio de “Desafío Levantemos Chile”, la difícil misión de escribir una columna póstuma en recuerdo de nuestro amigo y líder, Felipe Cubillos. Para ello, citaremos algunas ideas y pensamientos mencionados por Gerardo Varela en la carta leída en la despedida a Felipe en representación de sus amigos.



1.“«Queremos ir a la Luna. No porque sea fácil, sino porque es difícil…” A Felipe le gustaba . Y escuchando esta frase y conociendo su obra, podemos entender por qué. Felipe no tenía metas chicas; no sólo quiso navegar los fines de semana en Algarrobo: quiso dar la vuelta al mundo.



2. La rutina y lo cotidiano lo frustraban. Siempre tuvo hogar, pero no en una casa, como todos los mortales; el suyo estaba con la gente y en el mar. Sus niños así lo entendieron y así lo quisieron. Nunca le pidieron lo que él no les podía dar, pero siempre agradecieron su humanidad y el calor que irradiaba su compañía.



3. No tenía tiempo para la burocracia y el trámite. Me acuerdo cuando le tenían parada su marina en Puerto Montt porque no tenía el estudio de impacto vial hecho. El le decía a la funcionaria : «Oiga, estoy frente al estadio de Chinquihue, que no tiene estudio de impacto vial. ¿Por qué me lo pide a mí?». Ella le contestaba: «Porque el estadio es de la municipalidad, en cambio la marina es privada”. El abuso del Estado lo irritaba. Pero, en estos tiempos de revuelta, hay que aprenderle a él cómo lidiar con el sistema. Decía: “la burocracia es como una ola: o la surfeas o la capeas, pero jamás enfrentarla”. Es así como nunca se rebeló frontalmente, sino que aprendió a navegar en ella.



4. En la marina hay una costumbre entre los cadetes de que los más grandes les dan órdenes absurdas a los más chicos durante los recreos, desde hacer 100 flexiones hasta hacerse el loco por los patios. ¿Cómo «navegó» Felipe esas tonteras? Muy simple: inventaba una orden inexistente y salía al recreo simulando que iba circulando en moto por los patios de la Escuela Naval. Así sus superiores pensaban que otro oficial lo había mandado y el se entretenía acordándose de sus tiempos de “motoquero”. Esta anécdota lo identifica: nunca se complicó ni se estresó con las curiosidades de los mundos que visitó. Simplemente aprendió a convivir con ellas.



5. Los cinco años de la Escuela de Derecho nunca lo vi un fin de semana en Santiago; estaba navegando, entrenando para algún mundial, panamericano u olimpiadas, y estudiaba de lunes a viernes. Terminó sin embargo entre los top ten de su curso.



6. La idea de una gesta épica en que el jefe jamás abandona a sus hombres era su forma de entender la vida. Nació para mandar, vivió para liderar y murió dando el ejemplo de ayuda y liderazgo. Nunca fue un seguidor, nunca transó con la mediocridad.



7. En los reportajes en la TV han hablado de él asimilando su espíritu empresarial con ser millonario. Como conocedor y en parte responsable de sus bienes, me da risa… y algo de preocupación de que se genere un mito. Felipe siempre fue millonario y nunca fue rico. Nunca tuvo necesidades; fue millonario en ideas, en amigos, en proyectos, en sueños, pero no en plata. La plata le dio siempre lo mismo. Nunca hizo emprendimiento por plata; lo hizo por el placer del desafío, de la creación. Por la gloria del trabajo logrado.



8. Su último emprendimiento lo tenía más motivado que nunca. En Desafío Levantemos Chile encontró su razón de vivir: ayudaba, no tenía rutina, solucionaba problemas y lideraba gente.



9. En la televisión le preguntaron por su ideología. El dijo: «libertad y alegría». También le preguntaron si creía en Dios y contestó que si el cielo existía, él hacía lo que creía correcto para ser merecedor de entrar en él, y si no existía, esperaba haberlo vivido en la tierra.



10. Ese viernes en la mañana, antes de irse a la isla, le dijo a su hija, la Sofía: «Si me pasa algo, me tiran flores al mar y no te preocupes de nada. Gerardo se hace cargo de todo». Así no más era mi compadre… todo Quijote tiene su Sancho, y él tuvo muchos en su vida”.



Como Directorio de este gran equipo que formamos en Desafío Levantemos Chile, tengan por seguro que todos sus sanchos sabremos seguir con su legado e inmortalizar su memoria. A todos aquellos que han sentido en estos momentos de dolor y esperanza que se ha ido un gran héroe y tienen un sentimiento de orfandad, les aseguramos que el legado de Felipe está más vivo que nunca y que continuaremos con más fuerza la tarea de hacer un Chile más justo y solidario...



Felipe, amigo querido, amaste la vida, despreciaste la muerte y te ganaste la inmortalidad.

martes, 27 de septiembre de 2011

Calamidades, por Adolfo Ibañez Santa-Maria.


Calamidades, por Adolfo Ibañez Santa-Maria.

La tragedia aérea de Juan Fernández que costó la vida de Felipe Cubillos junto a su equipo, al del matinal de TVN y otros funcionarios, impactó notoriamente. Su empeño para reconstruir luego del terremoto le dio un relieve prominente. Hizo lo que todos deseamos que otros hagan (deseo que, por supuesto, no nos compromete a la acción). Murió en un accidente evitable, tal como muchísimos de los daños ocasionados por el reciente y por todos los anteriores sismos.



En los últimos 90 años, cuento de memoria 13 importantes terremotos, y dejo de lado los volcanes y las avalanchas (salvo mi responsabilidad por olvidos y confusiones que pueden aumentar el total). A modo de ejemplo, me refiero a uno fortísimo que devastó el norte en 1922. Fotografías de entonces muestran el maremoto en Coquimbo, y los testimonios hablan de cinco olas de varios metros de altura que arrasaron Chañaral; produjo daños hasta en Antofagasta: más de mil kilómetros de territorio afectado. Son pocos los que han alcanzado esa intensidad.



Sin embargo, quedamos atónitos por la destrucción que causó el último sismo. Simplemente olvidamos las catástrofes que nos azotan frecuentemente. Esto es tan grave como la confusión e inacción que demostró el anterior gobierno durante la emergencia. De aquí el mérito de Felipe Cubillos, que proyectó su empuje contagiando voluntades y allegando recursos para reconstruir rápido y bien.



Hoy nos encontramos frente a otra calamidad: el ranking internacional de competitividad nos ubicó en el lugar 31, uno más bajo que el año pasado. Nos consolamos explicando que el país aún mantiene distancia y fortalezas frente a los demás de la región. Este registro se lleva hace poco más de 15 años. En la primera ocasión aparecimos en el lugar 17. Seguramente los daños que han sumado los 13 terremotos son inferiores al costo monetario de la caída de 14 lugares en la competitividad mundial.



Pero lo verdaderamente grave radica en la pérdida de oportunidades para todos los chilenos. Haber eludido los problemas con discursos hermosos y campañas mediáticas redujo las proyecciones de una generación completa en una magnitud material y espiritual que nunca podremos dimensionar. No podemos esperar 90 años para constatar que seguimos donde mismo. Necesitamos ahora metas claras más allá de fríos números, que convoquen a multitud de voluntades y contagien los ánimos de todos para superar la mediocridad que nos ha sumido en esta prolongada calamidad.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Ausencia de justicia e impunidad del vandalismo, por Hernán Felipe Errázuriz.

Ausencia de justicia e impunidad del vandalismo,

por Hernán Felipe Errázuriz.



Es impactante que ninguno de quienes aprovecharon las recientes marchas, tomas y huelgas ilegales para delinquir haya sido todavía condenado. Centenares fueron puestos a disposición de la justicia por agresiones a carabineros, incendios y destrucción de propiedad pública y privada, incluidos 150 vehículos policiales inutilizados. Más de 600 carabineros resultaron heridos, muchos de gravedad. Todos los detenidos quedaron libres, salvo dos, hasta donde se sabe; uno, por haberle lanzado una bomba a un carabinero, y el segundo, por causar lesiones graves a otro policía, y al que una semana después de haber comparecido y ser liberado por el juez la Corte le revocó la libertad .



En contraste, en Gran Bretaña, protestas menores a las chilenas han significado mil 350 vándalos puestos a disposición de los tribunales, 157 condenados, cerca de 800 detenidos y 327 sujetos a trabajos comunitarios y bajo fianza. Los jueces funcionaron en horarios extraordinarios y fueron reforzados por magistrados retirados. El gobierno dispuso de fondos especiales para programas de rehabilitación. Gobernantes, opositores y la justicia apoyaron a la policía, reclamaron sanciones ejemplares y siguen atentamente el curso de los procesos con información centralizada y confiable. También hubo de lamentar la muerte de un joven inocente por la policía.



Habría que considerar las consecuencias de la frustración de los carabineros maltratados, expuestos a graves riesgos y que ven deteriorada su autoridad cuando detienen criminales que no reciben sanción. Hay más policías investigados -algunos detenidos- que delincuentes formalizados por haberlos agredido. Otro doble estándar para la justicia de los uniformados.



Cabría preguntarse cuáles son las fallas del sistema que permiten la impunidad del vandalismo y burlarse de la ley para volver a cometer fechorías. Desde luego, es un secreto a voces la permisividad de los jueces de garantía, en algunos casos facilitada por las dificultades de la policía para acompañar pruebas de agresores encapuchados. Otra causa es la falta de información sistemática -sea por ineptitud o bien por el vértigo de la reserva- de los procesos por desórdenes, que dificulta políticas públicas e impide que la policía, los fiscales y la justicia rindan cuenta de su efectividad a la ciudadanía.



Además, nuestro sistema penitenciario está colapsado y sin programas de rehabilitación para disminuir las reincidencias en estos delitos. No sólo se trata de aplicar el peso de la ley y encerrar a los delincuentes, sino además de formular estrategias para prevenir y disminuir su recurrencia por vías ejemplarizadoras y educativas.



Lo concreto es que las instituciones están operando en favor de los vándalos, y no se conoce un plan para corregir las fallas que amagan la seguridad ciudadana y debilitan a la justicia y a Carabineros.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El socialismo, una gran estafa, por Mario Montes.



El socialismo, una gran estafa,

por Mario Montes.

El Socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, y la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Winston Churchill



Sin duda alguna esta definición del socialismo, que ya tiene más de 60 años, describe a cabalidad el absurdo de una ideología fracasada, a la que hoy nos quieren vender como la panacea que es capaz de solucionar todos los problemas sociales de nuestra época.



Magistral es la descripción de este visionario estadista inglés, que aunque no fue un buen político, dirigió al imperio británico a derrotar a los totalitarismos pardos y le alertó sobre las complicaciones que traería al mundo el totalitarismo rojo representado por estas teorías.



Los chilenos, que ya tuvimos la experiencia en los años 70 del siglo pasado, en la que destruyeron el país, no debemos olvidar el inmenso daño que causaron a la convivencia de los chilenos con su prédica incesante de odiosidades sociales.



Hoy se nos presentan como renovados, pero en los 20 años de la concertación fuimos testigos de que la máscara es solo superficial, su odioso mensaje sigue intacto y es desempolvado nuevamente apenas ven una rendija en la cual pueden esparcir su veneno.



La pérdida del poder, sea en los 70 o en el 2010, desata sus instintos destructivos, como lo demuestran en su absurda oposición al accionar del Gobierno de Piñera, en la obstrucción al programa de Gobierno que les derrotó o sus afanes por hacer fracasar al Gobierno.



Son los mismos, con las mismas intenciones liberticidas, pero, ahora, al igual que los camaleones disfrazados con posturas democráticas, que ciertamente no sienten, y desatando exigencias que cuándo estuvieron en La Moneda ni siquiera intentaron subsanar.



El estatismo disfrazado de preocupación social que propugnan, como la educación gratuita para todos, es una manera sibilina de beneficiar a los más ricos que pueden pagar por ella, su oposición a la evaluación de los docentes es una prueba de la falsedad de su petición de calidad.



Sigilosamente han desatado las antiguas monsergas de la igualdad, esa que mientras tuvieron como implantar no lo hicieron, por el contrario el resultado de las aventuras que intentaron solo consiguieron ampliar las diferencias entre los más ricos y los más desposeídos.



Una herencia traumática de estos “revolucionarios” es una educación de pésima calidad, una salud deplorable y faltas de respeto al pueblo como el Transantiago o las viviendas enanas destinadas a hacer sentir a la ciudadanía que hacían algo por los más humildes.



Su incapacidad y falta de honestidad quedó plasmada en vergonzosos escándalos como el de los sobresueldos, la compra de material rodante para ferrocarriles o con la firma de contratos irracionales en las concesiones destinados a enriquecer a empresarios que aportaron a sus cajas electorales.



Después de estos rápidos recuerdos no podemos dejar de sostener que Sir Winston Leonard Spencer Churchill tenía la razón al advertir que los seguidores de estas doctrinas prosperaban en la ignorancia y su capacidad llegaba solo hasta la igualdad en la miseria.



No nos dejemos engañar nuevamente por los “canticos de sirena” socialistas, ya por experiencia sabemos que provocan el estallido, pero sus dirigentes están prestos a asilarse en diferentes Embajadas, para que sus seguidores paguen la cuenta y ellos, cual buitres, poder explotar las víctimas.

viernes, 23 de septiembre de 2011

¿Por qué el mal?, por RP Luis Eugenio Silva.


¿Por qué el mal?,

por RP Luis Eugenio Silva.



Desde que el hombre se interroga, y aparecen las sabidurías teológicas y la filosofía, se ha preguntado acerca el mal y de su origen, ya sea éste físico o moral, de la misma manera que se ha preguntado por Dios o por una fuerza superior. En Chile, que ha vivido una tragedia más, con la pérdida de un puñado de seres humanos que iban a ayudar a los lugareños de la isla de Juan Fernández, quedamos aún más perplejos. Es el dramático y enigmático tema del justo sufriente o del inocente cruelmente aniquilado por los elementos. Y, ¿dónde estaba Dios?



Nadie, al parecer, desde Aristóteles hasta Heidegger, Sartre y Gadamer en el campo de la filosofía, y pasando por la literatura de Occidente, nos da una respuesta cabal. Otra forma de ver el mal tiene el Oriente, pues cree o acepta el dualismo metafísico: dos dioses, uno bueno y otro malo, y este último responsable del mal, como también la doctrina de la reencarnación, que desvanece al mal en una cadena sin fin, hasta llegar a un nirvana, o simplemente sostiene que la realidad es compuesta eternamente de principios contradictorios.



Pero existe otro derrotero y es el de la fe monoteísta en un Dios Creador, completamente distinto a su obra, pero que sin embargo la sostiene y que es remunerador. Entonces la pregunta que se hace el creyente es por qué se permiten las tragedias y, recordando el libro de Job, por qué el justo sufre. Ese libro-parábola no dio una respuesta al judío piadoso del Antiguo Testamento.



Para los que niegan a Dios, la existencia del mal y de un Dios todopoderoso significaría, o bien que es un repugnante tirano sádico, que disfruta con el dolor humano y que se gratifica con él, o simplemente no es Dios. Pero otra es la respuesta del creyente: ante el mal inexplicable, la fe ayuda a luchar en su contra; afirma que en Jesús el mal fue vencido al asumirlo el mismo Dios en Cristo; vencido en su esencia, pero que quedan consecuencias, cuyo sentido purificador y redentor se logra comprender, por mucho que no se explique humanamente, e incluso escandalice y sea una dura prueba para la fe.



Hoy los teólogos y más de un filósofo prefieren hablar y escribir acerca del misterio del mal, renunciando a tener una respuesta clara y evidente ante un Dios de bondad que permite o deja que éste actúe.



Es cierto que se nos ha enseñado que el mal es ausencia de bien, y que el mal no existe, sino sólo lo malo, como afirma Santo Tomás, pero, por mucho que se acepten estas nociones, la realidad del que sufre, especialmente en las pérdidas de vidas humanas, es mucho más que una ausencia. De alguna manera es una realidad. ¿Dónde su juntan la causalidad del mal y la del bien? No lo sabemos. No le atribuimos a Dios el mal, porque en la fe católica ello es un absurdo. La Providencia Divina nos deja con preguntas sin respuestas y sólo la fe es capaz de asumir el mal vivido, saber que purifica y que Cristo, si bien no lo definió, enseñó a luchar contra él.



Vivir el dolor y el duelo se hace necesario, especialmente rodeados del amor y del afecto de la familia y los amigos. Quienes han perdido a sus seres queridos de un modo cruel, absurdo e inimaginable han de vivir su duelo, y quienes somos sus amigos los acompañamos con el afecto y la amistad, que no suprimirá el dolor, pero que posibilitará compartirlo



El consuelo de la vida eterna, a donde todos iremos, como lo afirma la fe, es el mayor que pueden tener los deudos de quienes han muerto en el fatídico accidente. Están en la paz, en el lugar sin espacio de la eternidad y en el tiempo que no se acaba, gozando del misterio de Dios, donde podrán recibir la explicación del porqué de toda su vida y del final de ella.

jueves, 22 de septiembre de 2011

18 y 19: dos contrastes, por Gonzalo Rojas Sánchez.

18 y 19: dos contrastes,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


El 18, desde su cátedra arzobispal, monseñor Ezzati ha dicho lo que muchos esperaban: que en el actual conflicto hacen falta una voluntad de diálogo responsable, una reflexión sincera y profunda, y una legislación educacional que integre derecho y libertad, responsabilidad pública y privada.


Sus palabras tienen las dimensiones exactas de criterio y de amplitud que corresponden a la tarea pastoral. Pero, aun así, igual será descalificado por los que sostienen que sólo está autorizado para rociarnos con agua bendita; será criticado por los que afirman que sus dichos sólo pueden referirse al Reino de los cielos. Son los mismos que buscan luces en el siglo XVIII y que por eso se sienten cada día más incómodos con la presencia del candelero de la Iglesia en pleno tercer milenio. De ellos, ya se sabe, no puede esperarse más que esa monótona cantinela.


La novedad viene ahora del otro lado, aunque en realidad es noticia añeja para los que vivieron de cerca los años 60 y 70. Es un nuevo clericalismo, una nueva ola de clérigos que considera tibio y desencarnado al pastor que no indica soluciones concretas para los temas educacionales, las que, por cierto, debieran ser de corte socialista.


Se trata de una nueva presencia clerical en ciertos ambientes universitarios que va a quedar como un subproducto de la agitación estudiantil. Son clérigos que intervienen directamente en el debate educativo, con mayor o menor personería, pero ciertamente desde la plataforma de un aura que aprovechan para presentar como eclesiales sus opciones personales, a las que adornan con el tono y la fuerza de la fe, como si esa opinión fuese magisterial. Y las audiencias -lo he comprobado- quedan conmovidas ante la radicalidad de la crítica y, sobre todo, ante la supuesta bondad de la solución.



Con la mejor intención, vuelven a incurrir en el clericalismo de siempre: si no piensas en materias opinables como te lo dice el cura, no eres buen católico; probablemente ni siquiera lo seas en lo más mínimo. Sólo si escoges aquellas opciones contingentes que te sugieren los sacerdotes de moda, puedes quedar validado en la Iglesia.


El contraste es fuerte: el arzobispo anima a pensar con creatividad; el clérigo intervencionista, a seguirlo a él, tanto en los diagnósticos como en las soluciones.



Al día siguiente, el 19, el país ha presenciado un segundo contraste.


Por la elipse del parque se han manifestado unos jóvenes que se comprometen a permanecer habitualmente en silencio y que sólo se expresan corporativamente mediante el rito y la disciplina.


Fueron miles y estaban ahí voluntariamente. Comprometidos con su propia educación, provienen de todos los estratos de la sociedad chilena. No se sienten injustamente segregados, sino que han escogido libremente pertenecer al segmento -palabra hoy demonizada- de los militares y carabineros de Chile.



Para iniciar su marcha, también tuvieron que pedirle permiso a la autoridad pública; para darle toda su prestancia, usaron también la música y el color; para que sus convicciones fueran conocidas, fue invitada también la prensa; en fin, sus voceros dieron las órdenes de viva voz y con gestos de mando.


Pero todo eso es posible porque les han enseñado a dar la cara siempre; a valorar el diálogo por los conductos debidos; a conseguir con paciencia y sacrificio logros parciales; a renunciar a la violencia, para poder usar la fuerza sólo en defensa de la integridad de la Patria.


Frente a ellos, con afán de notoriedad, unos 100 jóvenes tocaban cacerolas sin ritmo ni mensaje, sin respeto ni racionalidad. Mañana, quizás los secunden otros miles por las calles de Santiago y regiones.


¿Quién es quién?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La mirada de una generación, por Gonzalo Müller.


La mirada de una generación,

por Gonzalo Müller.





A pesar de los retrasos en su implementación, el discurso político de gobierno y oposición sigue asegurando que en las próximas elecciones estarán plenamente vigentes tanto la inscripción automática como el voto voluntario, dos cambios mayúsculos a nuestro sistema político y que apuntan al corazón de la baja inscripción y falta de participación, características marcadas de nuestro padrón durante las últimas elecciones.



Nuestra política —que de tan estable se ha vuelto excesivamente predecible— será sometida a prueba, incorporando a toda una nueva generación de ciudadanos de entre 18 y 25 años. Es éste uno de los motivos por los cuales estudios como el realizado por La Segunda-UDD, publicado el pasado viernes, nos acercan a entender las motivaciones y comportamiento de esta generación y sus diferencias respecto de las anteriores.



Vemos en este estudio que el individualismo sigue presente de manera importante, al observar que un 91% de los jóvenes entre 15 y 25 años cree que su desarrollo depende de su esfuerzo personal; también, un 89% siente que es responsable de su vida y de sus actos. Pero esta mezcla de responsabilidad personal y confianza en sí mismos como protagonistas de sus vidas se va matizando por su disposición a la colaboración y a lo colectivo, y también con su mirada respecto del Estado, en el que un 36% ve un rol importante para asegurar el desarrollo de las personas: significativamente mayor que en las respuestas de sus padres, donde sólo un 22% comparte esta afirmación.



Su mirada de la ciudadanía es aún incompleta. La ven como fuente de derechos, pero no tanto de obligaciones: un 95% se identifica con la frase «exijo que se respeten mis derechos», pero esta cifra baja sustantivamente, a un 80%, a la hora de estar dispuestos a asumir obligaciones para con los demás, lo que tensiona la vida en común, que sin duda requiere de un fuerte compromiso hacia los otros.



La participación para esta generación es parte del juego: quieren participar, pero bajo sus reglas y modos. Así, lo hacen de manera masiva en las redes sociales, donde votan y marcan preferencias, opinan y se abren a participar de discusiones de temas públicos. De hecho, un 57% dice haber usado alguna de las redes sociales con este fin, y un 99% de los jóvenes dice haber votado si algo les gusta. También es una generación que está abierta al mundo y a conocer: un 23% de ellos se ve estudiando o trabajando fuera de Chile, y un 51% dice que usa las redes sociales para conocer personas.



Así, vemos que los jóvenes —lo hemos vivido este año con fuerza en el tema educacional— sí están interesados en participar y provocar cambios, pero que es la política la que no se ha hecho cargo de ellos. No les hemos acercado la ciudadanía y la democracia como canales eficientes para que su participación fluya y aporte; todavía no implementamos el voto voluntario y la inscripción automática, a estas alturas deudas imperdonables del sistema político, cuando deberíamos estar discutiendo sobre voto electrónico y el aumento de las instancias de participación directa.



Nuestra vieja política se verá enfrentada en un año más nuevamente a elecciones, y muchos deben estar pensado en cómo se acercarán a esta nueva generación de ciudadanos. Los que lean superficialmente este estudio se harán de una página en facebook y comenzarán a usar twitter, para abandonarlos después de la campaña, sin entender el compromiso que significa participar de estas redes. El riesgo es que, en la cultura de lo desechable, esta generación les lleva ya demasiada ventaja.

martes, 20 de septiembre de 2011

¿El fin del modelo?, por Luis Larraín.


¿El fin del modelo?,

por Luis Larraín.




La inusitada fuerza que mostró en su momento cúlmine el movimiento estudiantil ha llevado a muchos a pensar que estamos en presencia del fin del modelo económico que ha prevalecido en Chile en las últimas décadas.



Claro, algunos se entusiasmaron y pidieron una suerte de rendición incondicional del Gobierno: nacionalización de nuestras riquezas básicas; plebiscito para dirimir las diferencias en materia educacional; reforma constitucional, asamblea constituyente, y otras linduras por el estilo. Todas las loas a la ejemplar transición chilena quedaron en el olvido para sumarse a esta suerte de orgía jacobina.



Y es que fue tal la adhesión que tuvo la reivindicación estudiantil por terminar con el pago excesivo de aranceles universitarios y mejoramiento de la calidad de la educación, que ello confundió a algunos y asustó a otros.



Confundió a la CUT, que llamó a un paro nacional que fue un fracaso. También a los dirigentes de la Concertación, que hicieron el ridículo adhiriendo al paro, y hoy están disolviendo la coalición. Obnubiló a los diputados DC, que desautorizaron al presidente de su partido y apoyaron un plebiscito, abdicando así de sus potestades legislativas.



Varias botellas se descorcharon celebrando el fin del modelo.



Pero la confusión no llegó solamente a la Concertación y a la izquierda. En la centroderecha, algunos adhirieron con fuerza y poca reflexión a la consigna del fin al lucro en la educación. Otros, asustados, parecían dispuestos a entregarlo todo.



No comprendieron que la fuerza de la movilización estaba en la justicia de las peticiones para cambiar los sistemas de financiamiento y mejorar la calidad. No cayeron en cuenta que los padres estuvieron dispuestos incluso a que sus hijos perdieran el año con tal de cambiar una situación que se les hacía insostenible, pero no está nada claro que lo estarán para "terminar con el lucro".



No es el fin del modelo. ¿Qué es, entonces?



No se puede ignorar que tras las masivas manifestaciones hay un elemento de rechazo a lo que algunos han denominado la excesiva mercantilización de nuestra sociedad. Este sentimiento se alimenta también de casos como el de La Polar y otros que los medios de comunicación han denunciado, en que las empresas abusan de los consumidores, o aparentemente lo hacen.



Y es que el modelo, como tantas otras cosas en la vida, tiene una cara amable y otra que no lo es tanto. La gente quiere seguir consumiendo más bienes en las multitiendas; pero, claro, a la hora de pagar la cuenta, preferiría no hacerlo, o al menos que ésta fuera más barata. Y hay también empresas que venden a quienes en definitiva no podrán pagar.



Los chilenos también quieren que sus hijos vayan a la universidad, que sean más que ellos; de hecho, el 70% de los actuales universitarios son primera generación en la universidad. Pero no quieren gastar sumas desproporcionadas para hacerlo posible. Como ha trascendido, en Chile las familias pagan por la educación superior cantidades que en relación a sus ingresos son demasiado altas.



Necesitamos, entonces, una mirada más crítica a muchas cosas que pasan en Chile. La economía de mercado es la única que nos puede proporcionar los bienes que queremos, pero hay algunas industrias que requieren cambios: más competencia, mejor información.



Y no se trata de descubrir de la noche a la mañana que todos los empresarios son unos desalmados y los consumidores son vilmente explotados. Eso es demagogia.



No son líderes quienes se suman al coro de las protestas o denuncian sin fundamento nuevas situaciones de abuso. Está lleno de políticos que buscan el aplauso fácil. Un político serio tratará de entender el problema, sus complejidades, los bienes que están en conflicto; para proponer algo que habitualmente no será echar por la borda lo que hay. En el caso de las tasas de interés, por ejemplo, debe sincerar que bajar la tasa máxima de colocación dejará gente sin acceso al crédito.



No es el fin del modelo, porque nadie inventó el modelo; éste no es otra cosa que un espejo de los hombres, con sus grandezas y sus miserias.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La estela que nos deja Felipe Cubillos, navegante de la vida, por Sergio Melnick.


La estela que nos deja Felipe Cubillos,

navegante de la vida,

por Sergio Melnick.



Felipe es una de esas personas que, cuando se nos van, dejan en evidencia un vacío que nos habla del enorme espacio social y humano que ocupaba. Su última columna de La Segunda, la del indignado, nos mostró también, por oposición, el otro lado, aquello en lo que él creía, aquello a lo que aspiraba como pilares de la sociedad. Al final, lo que creemos es nuestro mapa de la realidad.



Las creencias son nuestros verdaderos valores. Aquello que no queremos transar. Nuestros más grandes tesoros.



De esos tesoros conversamos varias veces con Felipe. De hecho, planeábamos escribir un libro que mostrara el tipo de modelo sobre sus teorías y experiencia con lo que él llamaba la sociedad civil, o intermedia, en la que soñaba. Esa que funciona resolviendo problemas más que por ideologías.



Probablemente en ese texto se hubiera plasmado también algo así como su “credo”, o sus principios con ideas como las que se señalan a continuación, y que son, creo yo, la estela que él, un navegante avanzado, nos deja para seguir.



Felipe nos diría que no querría cubillistas, ni organizaciones, ni nada de eso, y lo respetamos por ello. Este credo es sólo un homenaje con cariño a su estela, para que sepa que se la ve y desde lejos. Felipe diría:



l. Creo en la libertad, sin apellidos. La libertad no es hacer lo que quiero, sino es poder hacer lo que debo. Ello implica un proceso de conocimiento interior, de saber realmente quién soy, de tratar de entender el sentido de cada vida. La libertad fue efectivamente el eje central en la vida de Felipe, la base de su filosofía, su ejemplo fundamental. Fue libre para ir a viajar por el mundo. Libre para emprender sus negocios, y libre para dejar sus negocios por una causa. Libre en sus opiniones, libre en la academia. Se dio la libertad de amar sin apellidos. Fue libre para ser libre.



2. Creo que la libertad es un logro, no un regalo. La libertad es entonces un camino, es un desafío. Es un intento, y por ello requiere elaboración. La libertad es algo que siempre se mueve, crece, evoluciona. Llegada a una frontera aparece la próxima. Es la gran aspiración humana trascendental. Es un fin, no un medio.



3. Creo, nos diría, que no hay libertad sin responsabilidad. Mantener la libertad es una tremenda responsabilidad social. Hay muchas obligaciones, no sólo derechos. Hay que cuidarla, no ponerla jamás en la ruleta de la historia. Es una lucha permanente porque siempre hay alguien que ofrece panaceas a cambio de la libertad. Una vez le pregunté: ¿No será que el enorme consumo del último siglo en la humanidad lo hemos pagado con libertad humana esencial? Temas que quedaron pendientes.



4. Creo en la fuerza de la honestidad y de la integridad. Eso se logra con la coherencia del pensamiento y la consistencia de las acciones con esas ideas, como eje fundamental de la ética.



5. Creo en los sueños, y que los buenos sueños sí se hacen realidad. Es fundamental, nos diría, tenerlos, pero cuidando de no pasarse a las ilusiones. La frontera es tenue a veces. El sueño es una fuerza vital de la humanidad que se ha ido perdiendo. Los sueños, dice Jung, son mensajes de nuestro inconsciente, de nuestro verdadero ser interior.



6. Creo que si quieres puedes, si tratas, logras. Cuando alguien se le acercaba con una propuesta, le decía: “Tienes una idea… anda y hazla”. Yo te ayudo, pero es tu idea, tu proyecto.



7. Creo que si no crees en ti, no les puedes pedir a los otros que lo hagan. Felipe detestaba el asistencialismo puro. Te ayudo a ayudarte, sería su propuesta.



8. Creo que si a ti te importa, les importa también a los otros. Esta fue quizás su última gran campaña, la que no podemos descuidar. Hay que “ver” al que está cerca, al que se te cruza en el camino, y sí te debe importar. Sólo si esa actitud creciera tendríamos una sociedad tanto mejor. Tu responsabilidad está siempre en forma más directa con quienes están en tu camino, “mira” bien a tu alrededor.



9. Creo en el camino del ejemplo, no en la prédica.



10. Creo que las soluciones no están a la izquierda ni a la derecha, están hacia adelante y, si se quiere, un poco hacia arriba. La ideologización del siglo 20 fue muy dañina, pensaba Felipe, es tiempo de avanzar.



11. Creo que lo positivo del ser humano supera ampliamente lo negativo. Esto es simplemente su fe de ello. Pero la acción aquí sería alimentar más al cordero que al león, y de esa manera ganará lo bueno.



12. Creo en el emprendimiento como la fuerza del progreso y en las redes de acceso.



13. Creo que la verdadera igualdad de oportunidades depende finalmente de la educación con libertad. Adoctrinar, decía, es castrar la libertad. La libertad de soñar. La libertad de errar. La libertad de caer y levantarse. Su énfasis en la educación fue impresionante. Felipe decía siempre que la educación era demasiado importante para dejársela a los políticos. El hablaba de la idea de la libertad de las oportunidades para las personas. Esa libertad, pensaba, es la única que no tiene límites.



14. Creo que el mal (lo malo) se combate con bien, no con un mal más fuerte. Es la colaboración, no la guerra. Es la otra mejilla quizás. ¿Cómo se resuelven los problemas en familia?... en general con amor, con comprensión, con contención, escuchando. Un grito no se acalla con otro más fuerte. La violencia no se termina con más violencia.



15. Creo en los empresarios responsables con la sociedad y con los más débiles. Muchos empresarios fueron sus grandes colaboradores y financistas. Pero él les insistía que no era solamente plata lo que le interesaba de ellos, era más bien su experiencia, sus redes, su capacidad de acceso. Ellos saben cómo organizar, cómo ser exitosos. Eso vale más que la plata. Hazte cargo, les decía, enséñale, apadrínalo hasta que salga adelante.



16. Creo en la política (políticos) generosa (os) y tolerante(s). La clase política tiene una tendencia natural a la vorágine del corto plazo, a las dinámicas del poder. Se olvidan de levantar la vista, se olvidan de sus promesas, se olvidan de sus propios sueños.



17. Creo en el camino de los principios, no de las conveniencias. En el camino humano siempre nos vamos a equivocar, precisamente porque somos humanos. Entonces, la pregunta es ¿por qué camino nos equivocamos menos? Bueno, siguiendo principios con coherencia y consistencia. El burro es el único que no cambia, pero se debe cambiar por convicciones, por readecuación de los principios, no por conveniencias.



18. Creo en la equidad más que en la igualdad. La igualdad es sólo un caso particular, la equidad es lo general, la idea relevante. Lo que es “justo” depende de la situación y del problema. A veces es justo recibir en función de lo que produce (como en la economía, el deporte, las notas en la educación, el esfuerzo o la dedicación). A veces sin embargo es justo recibir en función de lo que necesita (como en las emergencias, la salud o las angustias). Y a veces efectivamente es justo que sea igual para todos (como en las oportunidades, la justicia, el acceso a la educación).



19. Creo que la humildad puede más que la arrogancia. No la falsa humildad. Es la capacidad de escuchar al otro, es la compasión (más intensa que la empatía, es entender el sufrimiento del otro, ponerse en su lugar). Es la mirada frente a la enormidad del conocimiento, frente a las propias debilidades, a la sombra de cada cual. Es lo que se siente, diría, al estar solo en medio del océano.



20. Creo, diría finalmente, que la verdad se basta a sí misma. Esa es una manera de enfrentar a la vida y a la sociedad. Es una actitud. Otras de sus actitudes características fueron: perseverar contra viento y marea, escuchar hasta el final, no procrastinar, amar lo que se hace, hacer lo que ama.



Creo, diría Felipe, que la vida es una gran aventura que vale la pena, que sí tiene sentido y para buscarlo hay que navegar por ella. Confieso que he navegado, diría Don Felipe Cubillos.