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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Aprendamos de la historia, alguna vez.



Imagen de un pasado que no queremos repetir, 
Salvador Allende y  Patricio Aylwin, dos de los
 responsables de la destrucción  de nuestro 
país y de la dolorosa crisis institucional de los
 años 70 del siglo pasado.




Aprendamos de la historia, alguna vez.



Para las Presidenciales de 1970, la principal opción era que el poder volviera al ex Presidente Jorge Alessandri y la derecha de entonces. Él tenía fama de poseer virtudes contrarias al populismo y al descaro de la DC para explotar el aparato del Estado en beneficio de sus militantes y con el peligroso fanatismo de los revolucionarios que llevaban a Allende.


Esta posibilidad amagaba seriamente el futuro de la joven DC, que seis años antes había ganado la Presidencia con histórica votación y la mayoría en ambas Cámaras del Congreso. ¿Siendo un partido pequeño y sin recursos, cómo diablos hizo eso? Pues con la colosal ayuda del Departamento de Estado (Ministerio de exteriores de USA) y los aportes de fundaciones como la NED (National Endowment for Democracy) y la Konrad Adenauer (fundación alemana para la lucha contra el totalitarismo), que a gran costo posicionaron a la DC como "alternativa al comunismo".


Sin embargo, al completar seis años de corrupción y demagogia, el descrédito de la DC era mayúsculo. Aburridos, los electores chilenos pedían la vuelta de Alessandri que estaban seguros pondría orden en las cuentas nacionales (la corrupción institucional a gran escala la inauguró la DC) y sacaría al país del desorden y la precariedad que seguía campeando para todo aquel que no tuviera el carnet del partido.


Pero esta posibilidad cerraba, en la práctica, la supervivencia de la DC como partido mayoritario. La probabilidad de recuperar el poder luego de seis años de limpieza de lo mal obrado por Frei Montalva era casi nula y el colapso del partido, una cuestión fuera de toda duda.


Esto explica que el Gobierno DC se volcara con todo a parar a don Jorge, cosa nada fácil porque el caballero era un sujeto honesto, austero y de gran integridad personal. Sin embargo, quedaba el recurso de la imagen y en este plano se contaba con una herramienta poderosa: la recién inaugurada TVN. En una revista opositora de los años 80 leímos una entrevista a Jorge Navarrete (padre) ufanarse de los mil recursos que usaron para presentar a Alessandri como un viejito decrépito, incapaz de asumir la carga Presidencial.


Lo malo de esto era que atacando a Alessandri, se mejoraba la opción para el castrismo que representaba Allende (cuya postulación en el período anterior había sido la justificación de la gigantesca ayuda internacional a la DC), porque de ningún modo esto cooperaba al candidato DC, Radomiro Tomic, a quien nadie despintaba salir a la cola de los otros dos.


Para la supervivencia de la DC, el riesgo de abrirle el camino al revolucionarismo era menor al que representaba Alessandri. Si bien era todo el país el que sufriría las consecuencias, ello MEJORABA las propias expectativas de la DC para el próximo período, porque todos sabían que Allende iba a dejar la tendalada y en ese escenario, su probabilidad de recuperar el poder era necesariamente mayor.


Con todo, el resultado de las elecciones no produjo a Allende como ganador y hubo que ir al Congreso para que dirimiera quién de ambos candidatos asumiría el poder. La preferencia de la DC por Allende, que lo votó unánimemente, era obvia y así se selló la suerte de Chile.


¿Por qué rememorar esta sórdida historia? Porque ella está a punto de repetirse.


El triunfo de una candidata de derecha que no sea funcional a los intereses de Sebastián Piñera para retomar el poder el 2017 amaga seriamente esa posibilidad para el actual Presidente.


¿Qué diferencia podría hacer Evelyn Matthei frente a la administración de Piñera?


Evelyn surgió como candidata sin el concurso ni la muñeca de Piñera. En el pasado Piñera recurrió a tretas sucias en la competencia electoral de ambos por una Senaturía. Y, pese a las declaraciones de lealtad con la obra de esta Gobierno, Evelyn podría perfectamente llevar una gestión muy diferenciada de la actual, sobre todo dando cabida a las aspiraciones del sector que Piñera ha combatido con todo en su Gobierno (y sólo en su Gobierno, nunca antes en forma abierta): los que reconocen y honran el legado libertario del Gobierno Militar.


Esto explica el ataque del Presidente a la candidata del que, se supone, es su propio sector. Que quiera involucrarla en el grupo de los que él llama "cómplices pasivos" del Gobierno Militar, o que critique por los medios la preferencia de la joven Evelyn por el SÍ en el plebiscito no tiene justificación moral ni histórica sino coyuntural: perjudicar su opción aunque ello favorezca a la candidata del revolucionarismo castrista, con los consiguientes sufrimientos para la salud del país.


Es de esperar que, al revés de lo que consiguió la DC en 1970, Sebastián Piñera no alcance este objetivo.


Ojalá los chilenos aprendamos de la historia, alguna vez.

 

domingo, 15 de septiembre de 2013

Camuflaje humanitario, por Alberto Medina Méndez.



La brutalidad en Siria ha mostrado que hay sectores
que tratan de aprovechar políticamente la situación
cuándo verdaderamente les importa poco la tragedia
humanitaria.





Camuflaje humanitario,
por Alberto Medina Méndez.


El actual conflicto en Siria ha puesto en escena una nueva versión de la reiterada postura de ciertos sectores políticos y de una significativa cantidad de ciudadanos del mundo, que utilizan la tragedia para ventilar sus más inconfesables odios, su resentimiento serial y sesgada posición ideológica.


La opinión pública en general ya había decidido ignorar lo que venía ocurriendo en ese territorio, como ha sucedido casi siempre en la historia. Para casi todos se trataba de un conflicto inentendible, doméstico, pero al mismo tiempo, claramente irrelevante para la política mundial.


Pero muy pronto todo cambió. La mera posibilidad de que EEUU decidiera participar militarmente de la disputa hizo que se despertara, casi mágicamente, un sospechoso interés humanitario que no estaba presente.


Queda instalada así la sensación de que en realidad a nadie le interesa demasiado la cantidad de muertos de la guerra civil Siria, ni mucho menos de qué se trata la lucha, ni la posible existencia de armas químicas o bajo qué circunstancias se desata esta andanada de crueldad en ese lugar.


La hipocresía se hace inocultable a poco de inicia cualquier discusión superficial sobre el asunto. La cuestión ha tomado relevancia sólo porque una nación quiere asumir un rol predominante que no le corresponde.


No es novedad que la política internacional norteamericana es detestable y que su soberbia actitud de gendarme del mundo constituye un permanente atropello a la comunidad internacional. Se sabe que nadie le ha delegado esa potestad, ni a esa nación ni a otra, para decidir lo que es bueno y lo que es malo para todos. Pero no menos cierto es que en Siria, como ha pasado tantas veces en otras regiones, las disputas políticas, la atrocidad de los fanatismos, los autoritarismos despóticos y los fundamentalismos, se han llevado consigo vidas de inocentes, mostrando un absoluto desdén por la vida humana que no debe admitir alegatos en ningún caso.


La no intromisión de ciertos países en temas internos de los demás no convierte en virtud a las actitudes asesinas de los tiranos que detentan el poder, ni tampoco a los rebeldes que utilizan armas sólo para imponer su razón. Los sucesos lamentablemente se repiten, con muertes, violencia y excesos de poder, en definitiva, las antípodas del logro de la paz, esa que cualquier ser humano decente pretende para la vida en sociedad.


Ganar la paz nunca fue fácil. Con intransigentes, autoritarios e intolerantes como protagonistas se hace muy complejo. La búsqueda de la paz es un objetivo en sí mismo, sobre todo si se pretende construir en armonía. Pero resulta vital resistir la tentación autoritaria y encontrar creativas formas de acuerdo, nuevos espacios de coincidencias, aunque la velocidad de esos consensos no sea la óptima.


El mundo asiste hoy a una guerra civil, esta vez en Siria, pero que solo replica innumerables eventos en la historia de la humanidad. No se debe justificar de modo alguno el inicio de la fuerza contra otros. El uso del poder, del Estado y sus recursos, para aplastar a los opositores es tan cruel como el de los que eligen el camino de la destrucción indiscriminada de seres humanos solo para derrocar al opresor de turno.


Es inadmisible la actitud indiferente de una sociedad que siente el enfrentamiento como ajeno. Lo ignora, renunciando a la chance de liderar la construcción de soluciones profundas. El silencio cómplice de la comunidad internacional sólo institucionaliza una conducta ciudadana demasiado obvia.


Las posturas intervencionistas, de esas que creen que el derramamiento de sangre arregla algo, tampoco resultan ni razonables, ni moralmente correctas. Pero alguna luz de esperanza se abre tímidamente gracias a una secuencia de hechos que pueden parecer menores pero que, probablemente abren la puerta a una interesante etapa. El escaso apoyo local en EEUU, el rechazo internacional masivo a la militarización adicional, las malas experiencias del pasado reciente, parecen haber puesto un leve freno, por ahora provisorio, a los reiterados intentos de siempre. Pero se debe entender que esto tampoco resuelve el problema, a lo sumo no lo agrava.


Lo que preocupa es el cinismo planetario de quienes destilan su odio hacia EEUU y usan descaradamente a Siria, a la desgracia de esa nación, a sus inocentes muertos, o a lo que fuera, sólo para hacer política barata. El antinorteamericanismo arraigado en el mundo, con matices según los continentes, aparece con inusitada efervescencia cuando esa potencia militar intenta poner sus uñas en un nuevo territorio.


A no engañarse, no se trata de una real preocupación por los sirios, ni por las vidas humanas, ni mucho menos el reconocimiento de los problemas internos de una nación, es solo la excusa políticamente correcta para que los xenófobos de siempre, los destiladores de odio, hagan de las suyas.


No les interesan ni las vidas, ni el conflicto, ni su solución. Cuando los que tienen actitudes imperiales, igualmente repudiables, son otras naciones, el silencio cómplice de sus posturas se manifiesta sin rodeos.


La posición humanitaria del colectivismo progre es una gran farsa. Avalan regímenes dictatoriales defendiendo déspotas, hacen caso omiso a las denuncias sobre la existencia de presos políticos y violaciones a los derechos humanos en diferentes latitudes. Solo reaccionan cuando EEUU entra al ruedo, como si esa nación tuviera el monopolio de los dislates.


Esa estrategia ya es indisimulable. A esos ciudadanos del mundo no les importa ni la gente, ni los muertos en Siria, ni la escalada de violencia en ese país. Solo les interesa usar a la gente para diseminar sus creencias repletas de rencor, que desprecian al individuo. Ellos creen que las personas deben someterse al interés colectivo. Sus posturas políticas son cada vez más evidentes y burdas. Es solo camuflaje humanitario.
 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Modelo chileno y chiste alemán. por Gerardo Varela.



Como en el chiste de don Otto estamos pensando en vender el sofá...



 Modelo chileno y chiste alemán.

por Gerardo Varela.


Steve Jobs decía que para entender la vida había que unir los puntos. Con la historia pasa igual.


El libro "Los Descubridores", de D. Boorstin, enseña cómo pequeños avances tecnológicos tuvieron efectos gigantescos sobre la historia del hombre, desde la brújula hasta el telescopio. El 2013 se cumplen 40 años del Golpe, pero también 100 años desde que el químico alemán Fritz Haber inventó el proceso de fabricación del salitre sintético.


El invento de Fritz tuvo efectos devastadores sobre la economía chilena, que vivía del salitre y que incluso había peleado una guerra por él.


A partir de la masificación de ese invento, el consenso económico chileno en torno al liberalismo, que impregnaba desde el Código Civil hasta la función del Estado, desapareció. El golpe de gracia a ese consenso se lo dio la crisis del 29, que hizo dudar al mundo entero respecto del capitalismo. Todos los países empezaron a experimentar con modelos alternativos a la democracia capitalista y conocimos la expansión del fascismo, del comunismo y sus derivados, con sus secuelas de odio, opresión y violencia.


Nuestro nuevo consenso fue darle al Estado el rol de motor del desarrollo. Así el Estado llegó a tener desde hoteles hasta empresas azucareras, lo que representaba más del 50% de la economía. Para financiarse, el Estado se endeudó hasta que no le prestaron más; se gastó la plata de las pensiones hasta que no quedó nada; emitió dinero hasta que la inflación se hizo insoportable. Los empresarios competían por los favores del Estado, y no por los de los consumidores. La calidad y el precio de un producto o servicio no eran el origen de la riqueza, sino que conseguir del Estado una protección arancelaria, un subsidio o una fijación de precio conveniente. Del mismo modo, los sindicatos consiguieron desde los carnés portuarios hasta la propina legal.


Ese modelo de Estado y economía entró en decadencia sin alcanzar la gloria y colapsó con Allende, que con su delirio aceleró lo que era inevitable: su derrumbamiento. Las crisis económicas siempre generan crisis políticas y esta no fue la excepción.


Nuestro modelo pre-73 terminó con la pérdida de fe de todos los actores en nuestra democracia, porque no fue capaz de generar prosperidad, convivencia civilizada y protección de derechos. Todos los chilenos eran demócratas, pero a nadie le gustaba la democracia que tenían, y por eso la violencia invadió las calles. Llegamos a ese punto por un consenso económico errado y por una izquierda desilusionada de la democracia, de la economía privada, y que trató de armar una revolución a la cubana, en medio de la Guerra Fría, en el patio trasero de EE.UU.


Desatada la violencia, todos se armaron, y por eso en 1973 a nuestro modelo político y económico lo mataron entre varios. Unos por demasiado revolucionario; otros, por demasiado burgués. Los militares solo le extendieron el certificado de defunción. Después devino la tragedia, porque si los goles de la U se gritan en la reja de la Garra Blanca, el resultado de la violencia es tan previsible como reprochable.


Desde el año 1990 consensuamos otro "modelo", al que se acusa de estar en crisis. La verdad es que los chilenos debemos estar orgullosos del modelo de economía privada que tenemos, que ha sacado a millones de la pobreza, generando empleo, prosperidad y estabilidad a nuestra democracia. Si no queremos vivir crisis políticas y económicas de verdad, no inventemos una crisis de mentira del "modelo".


El modelo en crisis es el de la gestión del Estado en seguridad, salud y educación pública. Eso reclaman los chilenos en la encuesta CEP, y en eso tenemos que trabajar soluciones inteligentes. Si queremos solucionar la calidad universitaria regalándola; mejorar los colegios públicos desfinanciando a los subvencionados; arreglar la salud pública gastando más en un hoyo negro; garantizar la seguridad debilitando el orden público y el rigor de la ley, nuestros problemas de los últimos cien años habrán empezado con el invento de Fritz y finalizado con la solución de don Otto, que para terminar con la infidelidad de su señora vendió el sofá donde la consumaba.