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martes, 30 de noviembre de 2010

La hora de la verdad, por Axel Buchheister.


La hora de la verdad,

por Axel Buchheister.


EL ACTUAL gobierno no es la continuación de los anteriores, sino uno de cambio. Y no mucho ha cambiado. Claro, primero hubo que hacerse cargo de la emergencia derivada del terremoto, pero la reconstrucción ya debiera estar en régimen y no impedir otros avances. Luego fueron los 33, evento que marcó un hito en el imaginario nacional -también en el mundial- y generó capital político valioso, pero que ya está agotado como justificación, tanto que el Presidente ni siquiera muestra el "papelito".


La tesis de la nueva derecha tampoco da para tanto, por lo que ha llegado el momento de bajar los naipes y demostrar en qué consiste un gobierno del sector y qué es capaz de hacer en cuestiones políticamente candentes, porque de lo contrario la gente no entenderá cuál es la diferencia y entonces el próximo Presidente de Chile será el candidato más telegénico.


Así lo ha entendido el propio gobierno, cuando lanzó su reforma a la educación, que si bien no es tan profunda, hay que reconocer que traspasa algunas fronteras. No es un dato menor enmendar en algo el estatuto docente -legado de Ricardo Lagos sólo comparable en sus efectos al Transantiago-, permitiendo a los directores de los colegios municipales remover hasta el 5% anual de los profesores que lo hacen mal. Tampoco lo es dar un bono para incentivar la jubilación del 20% de los profesores municipales que no se han retirado por las bajas pensiones, que costará un dineral a todos los chilenos, pero al menos se gastará en un proyecto que al final es rentable, porque permite traer gente nueva o ajustar las dotaciones o sueldos donde se necesite. Y la educación la hacen los profesores.


Algunos tendrán duda de la viabilidad política de la propuesta, pues el gobierno no tiene mayoría en el Congreso. En democracia hay que llegar a acuerdos, pero si ellos se traducen en meros empates, entonces no sirven, porque lo que importa es hacer la diferencia. Habrá que acudir directamente al apoyo de la gente para demandar a los parlamentarios su aprobación, ya que el ciudadano de la calle sabe que la educación pública es mala y que coarta el futuro de sus hijos. Para esto, es clave la capacidad de comunicar.


Otro tema en que hay que marcar la diferencia es en la legislación laboral inflexible, que afecta el empleo y la productividad. Mandar proyectos de ley sobre el "teletrabajo" no es la solución, porque -sin menoscabo de su importancia en la sociedad actual- es un asunto marginal y no está en la ruta crítica del problema. Las cuestiones de fondo están en las restricciones para despedir (que afectan la creación de empleos), en las indemnizaciones por años de servicio y en la extrema regulación de las jornadas de trabajo. En esto, la gente no tiene tan clara la necesidad de los cambios -más bien cree que hay que hacer lo contrario-, lo que obliga a redoblar los esfuerzos para que hagan un acto de confianza (no bastan los discursos ante las elites informadas) y habrá que invertir en ello el capital político acumulado con los 33.


Llegó la hora de la verdad; hay que salir a jugar y no para empatar. Con el lamentable espectáculo del fútbol, la política tiene la oportunidad de brindar un partido atractivo.


(Tomado de Diario La Tercera)

lunes, 29 de noviembre de 2010

Revolucionando la educación, por Joaquín Lavín Infante.






Revolucionando la educación,
por Joaquín Lavín Infante.


EN LAS FAMILIAS de altos ingresos, nueve de cada 10 niños ingresan a la universidad. En las familias de escasos recursos, menos de dos logran esa meta. En el Simce de matemática, sólo 3% de los estudiantes de cuarto básico del grupo socioeconómico bajo alcanza el nivel esperado para su curso; en cambio, en el estrato alto esa proporción asciende a 49%.


Hay niños que se están quedando atrás y una de las razones principales es que están recibiendo una educación de menor calidad. Necesitamos hacernos cargo de este desafío, revolucionar la educación y hacia allá apunta la reforma anunciada. Son cambios concretos para alcanzar metas ambiciosas.


En esta revolución, los primeros protagonistas son nuestros profesores. Es un deber y una deuda dignificar y revalorizar la profesión docente. Queremos mejores profesores para nuestros niños, pero con mejores condiciones e incentivos.


Creamos la beca vocación de profesor para atraer a los jóvenes que tengan buenos puntajes en la PSU, a quienes les financiaremos toda su carrera. Recordemos que en el último año, de alrededor de 20 mil estudiantes que entraron a Pedagogía, sólo dos mil tuvieron más de 600 puntos. Además, se aumentará la remuneración inicial de los egresados de Pedagogía que obtengan un buen resultado en la Prueba Inicia y se incrementarán las asignaciones de excelencia pedagógica. También estamos preocupados por los profesores que están en edad de jubilar. Estamos proponiendo un plan de retiro voluntario con bonos de hasta 20 millones de pesos.


Para liderar los cambios, necesitamos también a los mejores directores. Incentivaremos un sistema de elección a través de una Alta Dirección Pública Pedagógica. Se les entregarán más atribuciones para armar sus equipos y para que puedan cambiar al 5% de los profesores peor evaluados. A los directores les vamos a exigir más, vamos a evaluar anualmente sus logros, pero también les entregaremos mayor libertad para que conduzcan los cambios.


Reforzaremos con más horas de Matemática y Lenguaje las mallas curriculares, siguiendo la tendencia de colegios y países con buen rendimiento. También se aumentarán las evaluaciones con nuevos Simce. En este sentido, nos esforzaremos por cumplir una nueva meta que nos impuso el Presidente Piñera: que al término de este gobierno se aumente en 10 puntos los resultados del Simce.


Los Liceos Bicentenario son otra medida que busca garantizar un proyecto de educación de excelencia en todos los rincones de Chile. El próximo año comienzan a funcionar 30, de un total de 60 que tenemos como meta.

Todas estas reformas se inspiran en el sueño que está en el corazón del programa del Presidente Piñera: que cada niño y niña de Chile reciban la educación que merece, una educación que sea sinónimo de oportunidades y de movilidad social.


Esperamos que estos cambios sean la base de un acuerdo nacional y que entre todos los hagamos realidad. Revolucionar la educación es una tarea que ya comenzamos, y estoy convencido que es este el mejor camino para construir un país de oportunidades.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Presupuesto 2011: pagando la cuenta Bachelet-Velasco, por Sergio Melnick.

Presupuesto 2011: pagando la cuenta Bachelet-Velasco,

por Sergio Melnick.



Existe el mito urbano de que la dupla Bachelet-Velasco ahorró muchos recursos públicos. Paradójicamente, en nuestro país las opiniones valen más que los datos. La verdad dura es exactamente la opuesta: simplemente no alcanzaron o no supieron cómo gastar más. El ministro Larraín hizo esta semana una muy sólida apertura de ENADE y mostró con firmeza las cifras reales, esas que nadie quiere mirar. Y éstas son, a mi juicio, pavorosas. Velasco asumió un país con un superávit estructural de 1% del PIB y lo dejó con un déficit de 3,1% del PIB. Esto implica un deterioro nada menos que de 4,1 puntos en el balance estructural, que ahora hay que arreglar. Las cuentas se pagan.



La economía en el período Bachelet creció en un magro promedio de 2,7%. Pero el gasto público creció, en promedio, a más del 10%; es decir, aumentó en casi cuatro veces en relación a lo que se produjo en el país. Y eso no es sólo algo que ocurrió el año 2009 de la crisis. Tanto se desbordó ese año, que pasó de largo las políticas de balance estructural que habían sido uno de los aciertos importantes de la dupla Lagos-Eyzaguirre. Un desborde así sólo había ocurrido en la historia reciente durante el período de Allende.



En esos mismos cuatro años de Velasco, la productividad del país cayó año tras año, lo que no había pasado en los gobiernos anteriores de la Concertación. En ese período también hubo mucho gasto de mala calidad. Ya lo sabemos todos: EFE, Chiledeportes, Transantiago, Enap, cárceles mal concesionadas, desvío de dinero de programas de empleo a campañas, Cenabast, Conadi, Estadio Nacional, Intendencia de Valparaíso, ONG´s a destajo, deudas impagas del Ministerio de la Cultura, aviones, platas Valech, los desórdenes de las becas, y suma y sigue. Varias de las políticas sociales ni siquiera tenían controles apropiados. Ahora sabemos, por ejemplo, que había miles de casas sin ocupar, y otras tantas miles mal asignadas a quienes luego las ponían en arriendo. En el período Bachelet-Velasco no sólo no mejoró la distribución del ingreso, sino que además aumentó la pobreza en 350 mil personas.



En cifras, Bachelet partió con un presupuesto del orden de US$ 30 mil millones y terminó con uno de US$ 44 mil millones. El presupuesto del año 2011 será de unos US$ 54 mil millones y, curiosamente, a la izquierda le parece austero.



Aquí hay una gran clave que se ha difundido muy poco. En el año 2009 hubo gastos extraordinarios para la crisis. Bien, el presupuesto de 2010 debió haberse hecho sobre la base del presupuesto “normal”; es decir, sin los gastos extraordinarios, que se suponen por una vez. Adivinen qué pasó. Sí, adivinaron bien: los recursos extraordinarios se hicieron ordinarios, y lo mismo pasó ahora para 2011, y así hemos llegado a un presupuesto que a la izquierda le parece modesto.



En 2006 el fisco gastaba un poco menos de uno de cada cinco pesos de la economía (18% del PIB). Hoy gasta uno de cada cuatro pesos (25% del PIB). Este aumento de participación del Estado en la economía corresponde a la mayor expansión fiscal en décadas. El crecimiento del gasto en 16,9% el año 2009 sólo es superado en el gobierno de Salvador Allende, en 1972. Aprendemos poco de la historia: quizás hay que agregar horas de ella, no reducirlas. Claro, siempre que no sea la historia sesgada y antojadiza que ha escrito la izquierda, como bien ha advertido Gonzalo Rojas.



En síntesis, es imprescindible reordenar el gasto público chileno, desbordado por Velasco, y volverlo a la regla de equilibrio estructural, gran aporte de Lagos-Eyzaguirre. No es simple y tomará tiempo, porque debemos completar la reconstrucción. La Concertación debe tomar conciencia de los errores cometidos por el último gobierno. Con todo, lo más relevante es controlar la calidad o efectividad del gasto, algo que nunca fue relevante para la Concertación. Hay que comprometerse con metas sociales concretas, que sean medibles y exigibles. Esa es realmente una nueva forma de gobernar, y en esa línea parece que vamos muy bien.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Por fin la educación, por Cristina Bitar.


Por fin la educación,

por Cristina Bitar.

El Gobierno ha asumido el desafío de hacer una reforma profunda en nuestra educación. Este no va a ser un camino fácil: las defensas corporativas y la resistencia al cambio son muy fuertes. Sin duda que, en esta empresa, el Presidente Piñera, el Gobierno y el ministro Lavín se van a gastar una buena parte del capital político que han logrado en este año, pero probablemente se trata de la reforma más importante que tiene que acometer Chile en esta década. Los resultados en las pruebas internacionales muestran que estamos muy lejos de donde debiéramos estar si nos comparamos con países que tienen un nivel de desarrollo equivalente al nuestro. Lo dramático es que en éste, como en otros casos bastante conocidos —la salud pública, por mencionar sólo uno—, hay un conjunto de medidas estudiadas y compartidas por los expertos de los distintos sectores políticos, pero la incapacidad de asumir el costo de los cambios nos ha tenido paralizados por más de una década.



El reciente cambio anunciado que apunta a aumentar las horas de lenguaje y matemáticas y disminuir las de historia y educación tecnológica ha sido motivo de críticas, en mi opinión, injustas. Las carencias en la comprensión lectora, así como en el manejo del lenguaje matemático básico, son un obstáculo para el desarrollo de competencias en otras áreas fundamentales para el desarrollo intelectual de los estudiantes. Un niño que no entiende lo que lee no aprende historia. Eso es obvio. De manera que aquí, en realidad, no hay realmente un costo alternativo. No se trata de aumentar lenguaje a costa de la historia; se trata de aumentar lenguaje para mejorar las capacidades de comprensión, entre otras materias, de la misma historia.



Como ésta, las otras reformas probablemente levantarán resistencias, pero necesitamos asumir cambios profundos en las competencias de los directores de los colegios públicos y en la evaluación del desempeño de los profesores; asociar la remuneración al rendimiento por parte de los profesores en evaluaciones como la prueba Inicia, y también al rendimiento de los alumnos en las mediciones a que son sometidos. En educación también hay que medir productividad y asociar remuneraciones a resultados, como en cualquier otra actividad.



Nuestro país, en la medida en que se desarrolla, pierde competitividad en la exportación de materias primas, entre otras razones, porque el costo de la mano de obra aumenta. Ello trae como consecuencia la imperiosa necesidad de pasar a exportar productos con mayor valor agregado, así como servicios. Pero ambos requieren incrementos mayores de nuestra capacidad educativa. La carrera por ser un país bilingüe, por ejemplo, marcará la diferencia en los próximos años, si queremos hacer realidad la vieja aspiración de ser un centro financiero en el cono sur. Reconozcamos que hasta ahora esto no pasa de ser un sueño.



Por otra parte, se habla mucho de las diferencias en la distribución del ingreso en nuestro país, y se han hecho esfuerzos en el sentido de corregirlas, como la gran cantidad de subsidios que implementó la Presidenta Bachelet y el ingreso ético familiar que impulsa el Gobierno del Presidente Piñera. Pero todos sabemos que la solución de fondo es la educación. Tenemos que ser capaces de aumentar la productividad de nuestra fuerza de trabajo; si no lo hacemos, la red social se transformará en una red verdadera, que capturará a los más modestos y los atrapará en la pobreza.



Este esfuerzo requiere el apoyo explícito de todos los que estamos convencidos de que éste será un camino doloroso, pero completamente indispensable de recorrer.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Historia: horas más, horas menos, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Historia: horas más, horas menos,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



Cuando se tiene el privilegio -y la responsabilidad- de enseñar cada año cuatro asignaturas distintas de historia a los alumnos de los primeros años universitarios, se comprende que las deformaciones con las que aquellos se presentan no se deben a horas más o a horas menos.



Los culpables son los programas, son los textos de estudio, son los profesores. Junto a una mínima estructura de conocimientos correctos, los jóvenes traen inoculado, desde la enseñanza media, un conjunto de errores perversos y de ignorancias fatales. Igual cosa en historia universal que en historia de Chile o de América; lo mismo en historia institucional que en historia de las mentalidades o de las ideas.



En los programas les dicen que la revolución francesa fue el camino de la fraternidad, y los tipos por supuesto lo repiten, ignorándolo todo sobre las masacres de decenas de miles de campesinos; les aseguran que la Guerra Fría fue entre dos superpotencias igualmente perversas, pero los jóvenes no saben quién edificó el Muro de Berlín ni a qué se llama Cortina de Hierro; les desfiguran el papel de los españoles en la conquista de América, calificándolos como depredadores de culturas, pero los alumnos no han estudiado el mestizaje ni los derechos de los indígenas.



En muchos textos se condena a todos los imperialismos, pero no figura ejemplo alguno sobre el imperio soviético expandido por Europa, Asia, África y América; se califica de golpe militar y de dictadura al gobierno del Presidente Pinochet, pero el MIR es considerado un grupo de jóvenes idealistas que buscaban el poder por vías no electorales, y el Presidente Allende es un socialdemócrata violentamente asesinado; los anarquistas son personas que en la Europa de los siglos XIX y XX practicaron la autogestión y la cooperación, pero todos los líderes asesinados por su mano descansan en paz: para qué molestarlos con una mención en el papel.



¡Ah, y los profesores! Porque al fin de cuentas, tal y como están las cosas hoy, dentro de la sala el factor clave es el individuo aquel, lleno de aparente vocación docente, pero que por su militancia en las izquierdas transforma la cátedra en pisito de adoctrinamiento. De acuerdo con sus cánones, jamás pronunciará las expresiones gulag, Pol-Pot, Hungría 1956 o Checoslovaquía 1968; en su léxico el Che Guevara será el gran líder por los cambios, y la Iglesia Católica irá siempre adjetivada como inquisitorial, oscurantista y elitista. Cuando tenga que referirse a los desarrollos económicos, los éxitos históricos de las economías libres se habrán logrado a costa de los más pobres, y los fracasos de los socialismos se explicarán por los bloqueos capitalistas o las inexperiencias de las utopías. Y mucho fascismo, y más fascismo, y más fascismo: casi todos fascistas, desde Thatcher y Reagan hasta Mussolini y Hitler.



Obviamente, muchos jóvenes les creen, porque no leen más que las guías que esos profesores preparan a partir de los libros en que se apoyan y en el contexto de los programas concertacionistas.



Por todo eso, la tarea pendiente está primero en los programas y en los textos: equilibrados, abiertos a diversas interpretaciones, con amplias bibliografías de respaldo, con incentivo a la investigación en las fuentes. Quizás entonces, cuando un alumno de segundo medio oiga hablar con veracidad sobre la historia, quiera asumir el desafío de lanzarse a estudiarla para enseñarla bien. Y, quizás, en 10 o 15 años más, pueda sumarse al pequeño grupo de profesores secundarios que la explican hoy con autenticidad heroica frente a una multitud de falsificadores.



Por ahora, la discusión está centrada en una cuestión menor: horas más u horas menos.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desde Juan Fernández, por Felipe Cubillos.



Desde Juan Fernández,

por Felipe Cubillos.



Escribo esta columna desde uno de los paraísos que existen en este lindo planeta, y es chileno. Está a unas trescientas sesenta millas náuticas del continente y fue quizás uno de los lugares más afectados por el maremoto.



En Desafío estamos trabajando desde el comienzo junto a los isleños y no dejo de conmoverme con sus relatos de esa fatídica noche del 27 de febrero; es que ellos prácticamente no sintieron el terremoto y sólo se dieron cuenta de lo que pasaba cuando el agua estaba dentro de sus casas. Sentimos un cariño especial, pues aquí, con la ayuda de Minera Collahuasi, construimos la segunda escuela post-terremoto. Ahora estamos trabajando para limpiar el fondo marino y muy luego iniciaremos, con la ayuda de Sercotec, la reconstrucción del comercio, actividad clave para que la isla y su gente vuelvan a la normalidad.



Pero lo interesante es entender cómo viven estos casi mil chilenos y cómo sueñan con volver a levantarse. Ayer, en el muelle, estaba el barco que una vez al mes los visita trayéndoles todo lo que necesitan para vivir. Si algo se les olvidó o faltó, deben esperar otros 30 días.



También, dos veces a la semana hay vuelos regulares de aviones privados y, para llegar al aeródromo, hay que navegar una hora aproximadamente.



No hay robos, por la sencilla razón de que no hay dónde escapar y todos se conocen. Las comunicaciones dentro de la isla son complejas e internet escasea. Gracias a Entel, que instaló un sistema satelital en la escuela, ello ha mejorado, al menos para los niños.



No hay muchas calles, pero sí algunos autos. No vi una planta de revisión técnica, así es que al menos no deben sufrir, como los santiaguinos, las interminables colas.



Ayer se celebraba el aniversario del descubrimiento de la isla, de modo que era día feriado y en una explanada se organizaban juegos de niños y adultos. Emociona y sorprende tanta alegría y resignación cuando alrededor todavía figuran toneladas de escombros producto del maremoto.



En su estado natural, es una isla mágica, que impresiona y encanta; su contorno es filoso y posee una flora y fauna nativas muy ricas. Para qué decir del buceo: uno de los mejores lugares del planeta. Ayer pude comprobarlo con mis propios ojos.



Definitivamente, es un grupo de chilenos admirables que necesitan nuestra ayuda, y a pesar de todas sus limitaciones geográficas y monetarias, comienzan a levantarse.



Déjenme contarles una experiencia personal. Rudy es un comerciante de la isla que, hasta antes del maremoto, se dedicaba al negocio turístico, administrando unas cabañas a la orilla del mar. Ayer se me acercó y me recordó una conversación que había tenido conmigo hace algunos meses, cuando inauguramos la escuela, y que, según él, le había cambiado la vida. Les confieso que me acuerdo de la escena pero me quedé muy preocupado de lo que le había dicho. Suelo no ser muy políticamente correcto (pido disculpas por la autorreferencia, pero lo importante no es mi comentario, sino que su reacción). «Estábamos varios amigos llorando nuestras penas a la orilla de nuestros comercios destruidos y tú pasaste delante de nosotros, nos saludaste y cuando nosotros esperábamos compasión, tú sólo nos dijiste me tinca que van a tener que organizarse y empezar a levantarse solos ya que el Viejo de Pascua no existe. Después de esa conversación, decidí que era tiempo de volver a volar: me fui al continente, pedí un crédito al BancoEstado y ya he comenzado un nuevo negocio de venta de pescado sellados al vacío», me explicó.



De eso se trata, Rudy. Ejemplos como el tuyo son los que necesitamos por todos lados en este país; cualquier reconstrucción parte por reconstruir del alma de cada uno de nosotros.

martes, 23 de noviembre de 2010

Ignorancia, por Adolfo Ibáñez Santa María.

Ignorancia,

por Adolfo Ibáñez Santa María.

Somos un país insólito. La actividad minera es la más trascendente y nada sabemos de ella, salvo, y escasamente, en las regiones donde es importante. Pero los demás chilenos la ignoramos absolutamente, en circunstancias de que hemos vivido de su riqueza.

Ignoramos lo importante que fue para los incas. También lo fue para los conquistadores españoles. A partir del siglo XVIII comenzó un desarrollo prácticamente ininterrumpido que nos ha beneficiado sin cesar. A mediados de ese siglo se fundó la Casa de Moneda de Santiago y se le construyó el magnífico edificio que hoy es el palacio de gobierno. En toda Hispanoamérica no se hizo otra fábrica de monedas de esa magnitud y belleza. Muestra la potencia minera que éramos. Ninguna capital del continente reunió un conjunto de edificios monumentales neoclásicos que iguale al de la nuestra.

Durante el siglo XIX, la irrupción del vapor multiplicó la demanda mundial de cobre, permitió agrandar las minas, incrementar considerablemente la producción y abaratar los fletes; llegamos a ser los principales del mundo, a pesar que sólo unos pocos empresarios se animaron con los capitales y la renovación tecnológica: la gran mayoría continuó en la rutina preincaica. Pero a fines de ese siglo dejamos de renovarnos y perdimos nuestras ventajas, porque ellas no son parte de la naturaleza, sino que dependen de nuestro empuje.

Mientras tanto nos volcamos al salitre, al mismo tiempo que los procedimientos cupríferos dieron un salto gigantesco, que posibilitó alcanzar durante el siglo XX volúmenes impensados, pero requiriendo grandes inversiones. Había comenzado la época de la electricidad, que incrementó su consumo y facilitó la extracción y la metalurgia, con menores costos y leyes más bajas. Nuestros procedimientos tradicionales quedaron ridículos al lado de las grandes empresas norteamericanas de la gran minería. El creacionismo estatista y sus políticas de fomento desde 1927 hasta hoy sólo sirvieron para impedir el entierro de las explotaciones viejas y para mantener nuestra ceguera hacia las nuevas tecnologías y sus requerimientos empresariales.

Actualmente, la demanda y los capitales externos, unidos a una legislación prudente, nos ha restituido a la condición de primeros productores mundiales. Sin embargo, la imposición del royalty, único tema minero que se ha discutido en alta voz, ha sido la revancha del espíritu rutinario y de la ignorancia. Aquí hay una reforma del alma que está pendiente.


lunes, 22 de noviembre de 2010

La Superintendencia de Bancos entre fuego cruzado, por Hernán Felipe Errázuriz.


La Superintendencia de Bancos entre fuego cruzado,

por Hernán Felipe Errázuriz.

El polémico atado de los créditos hipotecarios envuelve otro aspecto tanto o más importante que prevenir abusos de la banca: está en juego la independencia de la Superintendencia de Bancos y, con ello, el riesgo de contaminar políticamente su cometido técnico.

El ministro del Interior y Vicepresidente de la República y la vocera ministra Secretaria General de Gobierno opinan sobre la necesidad de revisar la normativa, como si estuviera en la esfera de sus atribuciones. En rigor, sin querer, amagan la autonomía legal y práctica que se reconoce a ese servicio. Si la superintendencia se excede en sus funciones o altera la libre competencia, para eso están los tribunales y el Sernac, y no los ministros de Estado.

La Superintendencia de Bancos debe transitar por la delgada línea roja que le fijan sus funciones fiscalizadoras y normativas y, paralelamente, sortear las presiones de la banca, los gobiernos y los parlamentarios. Para protegerla de los intereses particulares, políticos y económicos, y para evitar que se aparte de sus obligaciones, la ley la blinda, le reconoce independencia operativa y le asigna recursos por una ley especial y permanente.

Contrariamente, desde hace varias décadas el Estado se apropia anualmente de la mayor parte de esos fondos y los destina a otros fines. El resultado es que se le restringen los medios para vigilar y regular a la poderosa industria bancaria, que cuenta con personal altamente calificado, bien remunerado, inteligente y ambicioso.

Además, la superintendencia está expuesta a interferencias políticas. Nuestra historia registra funestos precedentes de utilización política de esa superintendencia. El más grave ocurrió durante el gobierno de Allende. Entonces, el superintendente Matamoros, obsecuente con su ideología, logró intervenir y luego, utilizando presiones ilegítimas, expropiar a todo el sistema bancario para transformarlo en un instrumento de ese gobierno y para ahogar al sector privado.

Grandes personalidades se han desempeñado como superintendentes de Bancos, y algunos han servido a más de un gobierno. Es el caso de Miguel Ibáñez, Raúl Varela, Enrique Marshall (padre e hijo), José Florencio Guzmán, Hernán Büchi, entre otros. Los presidentes que los designaron, los que los mantuvieron y sus ministros actuaron con prudencia, reconociendo el valor de la autonomía de la Superintendencia de Bancos.

Es posible que algunos celebren la caza de brujas contra esta superintendencia, porque la debilita en sus funciones de vigilancia y porque distrae el problema de fondo: los obstáculos a la competencia en el negocio bancario.