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sábado, 30 de abril de 2011

Políticas irreversibles, por Rodrigo Troncoso.


Políticas irreversibles,

por Rodrigo Troncoso.



Es inevitable cometer errores en el diseño o en la implementación de políticas públicas. Claro que es posible distinguir entre los errores predecibles, como repetir experiencias fracasadas, y otros menos evidentes, asociados a políticas públicas más innovadoras, respecto de las cuales, por su condición, aún no se sabe tanto. En cualquier caso, es posible brindar cierta protección a la sociedad de los costos que tiene cometer errores, diseñando políticas que contemplen la eventualidad de ser eliminadas por no resultar como se esperaba.


Esto no tiene nada que ver con el círculo vicioso de ir deshaciendo los avances de los gobiernos anteriores por motivos ideológicos o electorales. Afortunadamente, Chile se distingue entre sus vecinos por el buen nivel de su debate político y el grado de consenso en principios básicos en cuanto a democracia, Estado de Derecho y libertad económica.


El Transantiago o la Jornada Escolar Completa son ejemplos de políticas implementadas sin planes piloto ni evaluaciones previas, que no contemplaron la posibilidad de no funcionar.


El gobierno actual está promoviendo una serie de políticas innovadoras en materia social, que esperan distinguirse de los más tradicionales subsidios que tienden a masificarse y convertirse en grandes gastos con pocos resultados. Muchos de los reparos a las políticas impulsadas por el Gobierno se explican por el temor a equivocarse. Los argumentos en contra se sustentan en escenarios hipotéticos que asumen que, una vez implementada una medida, nada se puede hacer al respecto y habrá que seguir financiándola por siempre.


La dinámica actual de ir acumulando políticas, buenas y malas, se ha sustentado en presupuestos holgados debido al crecimiento de los ingresos fiscales. Pero esto no es sostenible en el tiempo y debemos abordar desde ahora la tarea de cortar programas malos para financiar ideas buenas.


Contemplar la reversibilidad de las medidas contribuye a reducir la aversión a explorar políticas innovadoras. La innovación en políticas públicas cobra relevancia en el contexto actual. Ya no parece tan buena idea replicar las políticas de países desarrollados que ellos mismos están ahora desechando con un gran costo económico y político.

viernes, 29 de abril de 2011

Larroulet versus Bachelet, por Sergio Melnick.


Larroulet versus Bachelet,

por Sergio Melnick.



Dos apellidos que en algo se parecen, pero son modelos que se diferencian en 180°. Cristián Larroulet ha afirmado que la agenda social de la actual administración es más profunda y eficaz que la de la ex Presidenta. Eso ha ocasionado enconadas reacciones de miembros de la oposición, pero sin demasiados fundamentos, más allá de tratar de mantener el capital político de una carta presidencial eventualmente salvadora del caos en que se encuentran.


Bachelet es ambigüedad, improvisación, discurso y emoción. Podría agregar simpatía. Larroulet es claridad conceptual, preparación, estudio, tolerancia y especialmente acción. También le agregaría simpatía. Se podría hacer un símil entre lo que fue Boeninger para la Concertación y lo que es Larroulet en este gobierno. Dos grandes personajes de la política nacional, ampliamente respetados por todos los sectores, y cuya contribución al país es innegable. Si yo tuviese que elegir la mejor carta presidencial de la Alianza, sería justamente Larroulet.


El nunca ha sido odiosillo ni agresivo; por ende, no es su estilo criticar infundadamente a nadie. ¿Por qué hace esta aseveración? Por una razón simple, pero no trivial: es verdad.


La ex Presidenta Bachelet efectivamente tiene mucha popularidad, pero sus resultados fueron mediocres. Ella, con Velasco, aumentó el presupuesto público más o menos en 50% en cuatro años. Algo inédito y que nunca había ocurrido antes en la misma Concertación. Hasta violó la regla del equilibrio fiscal inteligentemente diseñada en el gobierno de Lagos por Eyzaguirre.


Queda al haber de Bachelet básicamente una y media política importante: la reforma previsional y las salas cunas, de las que sabemos poco e imagino que deben tener enormes problemas de gestión y operación. Yo agregaría la gestión de la ministra Poblete en Vivienda, pero fue poco difundida, y las becas al extranjero inventadas por Foxley. Estas últimas, como fue habitual, con una gestión desastrosa.


Pero le quedan al debe una lista casi interminable de cosas y, al hacer el balance, da un rojo sin apelación. En crecimiento económico, nave madre en política social, el resultado es triste. Las tasas de desempleo promedio de su gobierno, altísimas. La inversión bajó, la productividad cayó año tras año. La mala gestión de recursos públicos tiene una lista muy larga de desatinos: Conadi, Chiledeportes, Sename, Cenabast, Enap, Efe, educación, hospitales. La pobreza con que terminó es más que con la que partió. Es verdad que hubo una crisis, pero si hubiese habido disminución de la pobreza por sus políticas, se hubiesen compensado. Bachelet agregó enfermedades al Auge, pero terminó con medio millón en lista de espera.


Lo cierto es que gastó mucho, habló mucho, encantó mucho, pero hizo muy poco.


Gabriel Ascencio dijo lo que muchos comentaban en voz baja: que “a la Presidenta le falta liderazgo, que existe un vacío de conducción, que la suma de errores, descoordinaciones y torpezas políticas genera creciente desaliento y desafección en el bloque” (El Mercurio, 20/11/2006).


¿Y qué ha pasado en un año de gobierno de Piñera? Justo lo contrario. Poco discurso, mucha acción y resultados. Las tasas de desempleo caen aceleradamente: la gran clave contra la pobreza. La inversión aumenta junto con la productividad, lo que es desarrollo futuro. Pero además se avanza en la idea del ingreso ético familiar, con subsidios directos en plata, y con incentivos a la escolaridad y salud. Se ha iniciado el camino a eliminar el 7% de salud de los jubilados más pobres, algo de lo que la Concertación habló, habló y habló. Se ha hecho cosas concretas en educación, con resultados inmediatos: mejoraron los puntajes de los futuros profesores. Salió la ley de la nueva institucionalidad. Las colas Auge bajaron drásticamente. Se avanza en el posnatal de 6 meses, algo de lo que la Concertación habló, habló, habló. Ha habido logros indiscutidos en disminución de la delincuencia. Incentivos tributarios a las pymes. También ha habido aumento de impuestos y un royalty a la minería. Hay una ley de incentivo al precontrato y la capacitación. Se impulsa el Ministerio de Desarrollo Social. Por primera vez se encara a fondo el problema de las cárceles. Los ministros hacen cuenta pública de sus actividades. Todo eso, en un solo año, muy difícil por el terremoto, los mineros, el mundial, el bicentenario y tantas cosas distractivas.


Larroulet sólo dijo la verdad, y ésta muchas veces duele.


Juan Pablo II vuelve a Chile, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Juan Pablo II vuelve a Chile,

por Gonzalo Rojas Sánchez.




Acostumbrado durante más de 35 años a enfrentarse a las tiranías nazi y soviética, Juan Pablo II después se paseó por el mundo, tan suelto de espíritu como pleno de entrega.



Profético y carismático, el Pontífice estuvo en Chile para advertirnos de otra grave amenaza, la que su continuador en la sede de Pedro ha llamado simplemente "la dictadura del relativismo".



Dentro de unos meses se cumplirán los 25 años de esa presencia entre nosotros, pero ya este domingo, desde la Roma eterna de su sepultura, desde el paraíso celestial donde Dios lo acoge, volverá a Chile para repetir incansablemente en la conciencia nacional todas y cada una de las exigencias que nos formuló.



Muchos, muchos, releerán sus discursos y homilías, recordarán sus miradas y gestos. Son -somos- los más obligados a no dejar pasar esta segunda visita en vano.



A otros, a quienes sin duda el personaje les molesta, su sentido de la tolerancia los podría llevar, al menos, a interesarse de nuevo por la más importante visita que haya recibido Chile jamás. Sí, porque así como en 1987 quisieron verlo para sacar dividendos de circunstancia, hoy él tiene todo el derecho de pasarles la cuenta, una cuenta pendiente.



El momento es, además, muy apropiado. Se acerca el 21 de mayo; se acerca el discurso presidencial; se acerca la sorda lucha entre unos y otros por los temitas de siempre, por la expresión de una impronta cristiana en el Gobierno o por su disolución en las exigencias del relativismo liberal.



¿Recordarán en palacio que Juan Pablo II les dijo a los políticos que "toda contribución al crecimiento global de Chile ha de inspirarse siempre en el respeto y la promoción de las ricas tradiciones cristianas con las que se siente identificada la mayoría de los chilenos?".



Es cierto que algunos de los que hoy promueven las uniones de hecho -los hombres de las dudas, los que ya no consideran esencial ni la indisolubilidad matrimonial- han olvidado hace tiempo la tremenda certeza de Juan Pablo II en Rodelillo: "No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio que destroza la familia, esteriliza el amor y destruye la acción educativa de los padres cristianos". Pero aún están a tiempo para rectificar; siempre se está a tiempo para reconocer que ese hombre sabía más.



Porque se les va a venir pronto otro desafío. Y entonces se van a topar con una nueva exigencia del coloso polaco: "Promoved siempre la vida, defendedla contra toda insidia, respetadla y hacedla respetar en todo momento", dijo ahí mismo. ¿Estarán a la altura?



Pero en contraste con esos políticos que han renunciado a su inspiración cristiana, Juan Pablo II podrá sentirse feliz al contemplar los notables frutos que ha dado un sector importante de la juventud chilena, esos que entonces y hoy han oído el verdadero alcance de su clamor: "¡Joven, levántate! Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad...".



Son decenas de miles los que desde esa perspectiva han ensanchado y consolidado "una corriente de solidaridad que contribuya a asegurar el bien común: el pan, el techo, la salud, la dignidad, el respeto a todos los habitantes de Chile, prestando oídos a las necesidades de los que sufren", tal como lo pedía el Papa.



¿Y para los demás chilenos? El trabajo diario. Juan Pablo II recordaba que "el desafío que plantea hoy el trabajo humano no es sólo su organización externa, para que sea ejercido en condiciones verdaderamente humanas, sino sobre todo su transformación interior, para que sea realizado como una tarea diaria, con plenitud de sentido".



Humanización, interioridad, sentido y plenitud del trabajo, tareas también pendientes, por cierto.

jueves, 28 de abril de 2011

Kodama, caballos, Transantiago y chocolates, por Felipe Cubillos.


Kodama, caballos, Transantiago y chocolates,

por Felipe Cubillos.



¿Qué tienen en común todos estos temas?, se preguntarán. Yo también. Lo que pasa es que son los grandes temas que hacen noticia en el Chile de hoy.



Por un lado, un Estado que demora más de cinco años en resolver un asunto de un corredor del Transantiago, y todo debido a que, cuando se asignó el contrato original, fueron tantos los enredos en la entrega de los permisos y expropiaciones, que dicho contrato demoró cuatro años en ejecutarse, cuando debió demorar uno. Lo grave es que todos nosotros —sí, todos nosotros, los chilenos— vamos a tener que pagar. ¿Cuánto? Ni sabemos... ¿lo sabremos algún día?



Una ministra quiso resolver el asunto en 34 días, pero lo hizo mal. Así lo reconoció, y fue justamente la velocidad de resolución del caso lo que prendió las luces de alarma. Es que en el Estado chileno nada puede ser rápido: lo que importa es el procedimiento. Tampoco importa resolver rápido y eficientemente los problemas de los más necesitados. Importa, de nuevo, el procedimiento.



Al mismo tiempo, el nuevo ministro de Transportes descubre que para el Estado es imposible fiscalizar la evasión que se produce en el Transantiago, y que eso debiera ser responsabilidad de los operadores. De verdad, felicito al ministro y de paso me pregunto cómo esto no se les ocurrió a los genios que idearon el sistema.



Pero, por otro lado, le estamos entregando a ese mismo Estado la solución de un problema grave de salud de los niños y jóvenes. Es que el tema de la obesidad es demasiado importante para dejarlo sólo en manos del Estado y, del modo como se está comunicando, pareciera ser un asunto que a él solo compete. Es que casi siempre tendemos a pensar que con más leyes vamos a resolver todos nuestros problemas.



Pero lo sorprendente es que un ministro se da cuenta de que no pueden fiscalizar el cobro en el Transantiago, pero otros piensan que esa misma estructura sí puede fiscalizar que los niños y jóvenes no coman chocolates.



Cuando un caballo se cruza en una autopista privada, la responsabilidad es del privado, o sea del dueño de la concesión; cuando ello ocurre en un camino público (como ocurrió con la triste muerte del diputado Lobos), la responsabilidad no es del dueño del camino, sino que del dueño del caballo. O sea, siempre del privado. Me parece bien que así sea (que existan medidas ejemplarizadoras); aquí el Estado se dio cuenta de que era imposible fiscalizar a todos los caballos. Pero todavía cree que va a poder fiscalizar la compra de chocolates.



No me voy a referir a la discusión de si es bueno o no que los niños coman chocolates; ha habido suficientes columnas de opinión y muchos blogs al respecto. Sólo diré que la medida es ineficiente y da señales equívocas.



Que el Estado chileno es pretencioso en sus aspiraciones, qué duda cabe. Cree que tiene la capacidad de ordenar una serie de conductas de los ciudadanos, cuando la mayoría de las veces todo esto queda en no más que una noble declaración de intenciones. ¡Y de paso todos nosotros creyendo que alguien está haciendo el trabajo!



La verdadera defensa de un sistema democrático eficiente, cercano y descentralizado es que el Estado reconozca sus limitaciones y traspase una serie de tareas a los ciudadanos, los cuales, organizados de distintas formas, lo apoyarán en su misión. Eso se llama crear sociedad civil.



Si queremos que los niños no coman chocolates, que el Estado cumpla su rol de informar acerca de su impacto, exija una rotulación clara (eso sí puede hacerlo), empodere a los colegios para que sean libres de elegir si quieren tener o no quioscos, que a su vez los padres puedan elegir entre los distintos colegios y, lo más importante, que nuestros niños sean formados en la voluntad (soy de aquellos que creen que la voluntad y el carácter no se enseñan, pero sí se pueden aprender).



Y quizás lo más importante es que no estemos permanentemente delegando en el Estado la solución a todos nuestros problemas.


miércoles, 27 de abril de 2011

Borrascas desde el vecindario, por Hernán Felipe Errázuriz.


Borrascas desde el vecindario,

por Hernán Felipe Errázuriz.



Desafíos ineludibles enfrentan la diplomacia y la seguridad nacional. En los próximos años coincidirán el fallo de La Haya sobre la delimitación marítima con Perú y el plazo que fija la Constitución boliviana para revocar unilateralmente el Tratado de Paz y Limítrofe de 1904.


Sea o no elegido Ollanta Humala, su nacionalismo ha calado hondo: su partido ya es el principal del Perú, y ha dicho que fortalecerá a las Fuerzas Armadas, en las cuales fuera comandante.


En Bolivia, Evo Morales se ha radicalizado por las presiones populistas que él mismo desencadenó. Para contenerlas, ha recurrido a la reivindicación de territorios chilenos y, para mantener el poder y el orden interno desafiados, también deberá reforzar a los militares.


Paralelamente, en ambos países está aumentando en forma significativa el narcotráfico, con sus derivaciones al crimen organizado transfronterizo y al uso del territorio chileno para enviar drogas a terceros mercados y al consumo interno en Chile: según el informe de Naciones Unidas sobre narcotráfico, este año Perú podría pasar a constituirse en el principal productor de coca del mundo, y es creciente el tránsito por Chile de la coca boliviana.


Para manejar estas realidades, la diplomacia chilena está bien posicionada por la positiva exposición y participación que ha logrado Chile en la comunidad internacional: las tensiones vecinales trascenderán a otros territorios y foros. Para ello, la Cancillería tendrá que intensificar su papel coordinador del sector público, incluidas las FF.AA. Diversos gobiernos han debido asumir despropósitos de algunas dependencias del Estado que han complicado las relaciones vecinales. Asimismo, deberá desempeñar una función articuladora con los sectores políticos, de negocios y otros referentes nacionales que influyen en el campo internacional, de manera de que exista una misma posición, acorde con las políticas de Estado.


Chile tendrá que invertir para ampliar sus actividades internacionales y para defenderse de las amenazas externas. Y parecería que no lo está haciendo: hay la impresión de que se apunta a disminuir las seguridades en el financiamiento de las Fuerzas Armadas, y no se prevén mayores fondos para mejorar los medios de la Cancillería e instalar misiones en zonas en que estamos ausentes, como África subsahariana, Asia Central y el Báltico. Se dirá que son países poco relevantes, pero son muchos, con derecho a voto en los organismos multilaterales, y algunos con mayor crecimiento y gravitación que otros en los que tenemos embajadas.


Los tiempos que vienen no permiten el inmovilismo, las reacciones tardías, los recortes de fondos ni las improvisaciones internacionales: debemos estar preparados y bien dotados.

viernes, 22 de abril de 2011

Por qué esperan a Bachelet, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Por qué esperan a Bachelet,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



La Concertación vivirá los próximos dos años a la espera de su hada madrina. Mientras ella no se defina, mientras no dé el sí de las niñas, todos los restantes liderazgos corresponderán -a lo más- al trabajo de unos dignos teloneros.



Pero ¿por qué el conglomerado opositor es incapaz de imaginarse bajo otra candidatura que no sea la de Michèlle Bachelet? Porque quiere ganar la próxima elección presidencial. Punto.



Durante dos décadas, las izquierdas chilenas agrupadas en la Concertación hicieron sistemático énfasis en la incapacidad de la centroderecha para generar un programa convincente que lograse vencer en las urnas. Le achacaron a sus rivales -entonces opositores- el afán por buscar siempre un candidato-mesías, a falta de unas ideas-eficaces.



Pero el defecto estaba en la propia casa, más que en la ajena. Agotado el proyecto concertacionista después del mediático impulso final de Lagos, reinó a continuación en Chile una imagen femenina que sembró afectos y sensaciones, mientras esa misma Presidenta era efectivamente alejada del gobierno cotidiano.



Ricardo tenía gestos de rey, pero gobernó; Michèlle tenía despliegue de Presidenta, pero sólo reinó.



Por eso se fue con altísima aprobación y la conserva hoy en todas las encuestas. En esos sondeos se dice, además, que tiene mucho futuro. Entonces, ayuna de convicciones y desgarrada por sus conflictos internos, la Concertación se aferra a ese clavo ardiente, a esa magia estadística, a esa reina en el exilio.



Por su parte, a la Coalición le va a resultar muy difícil enfrentarse a esa imagen mítica y a la realidad de una presencia planetaria ampliamente difundida. Convencer a los chilenos de que no necesitan una monarquía constitucional a cargo de Michèlle Bachelet va a complicar mucho al actual gobierno en su afán de continuidad.



La Concertación lo sabe y se prepara para desplegar toda la sapiencia comunicacional que la ha caracterizado. El cronograma ya está, las agencias diseñan hace tiempo ideas-fuerza y atractivos logos, los fotógrafos sabrán sacarle el máximo de partido a la varita mágica de esas sonrisas y de esas bromas, de esas femeninas intuiciones y sensaciones.



El trabajo analítico corresponde, entonces, a los partidarios de Piñera, a los promotores de Lavín o de Golborne, de Allamand o de Longueira... o de quizás quién.



Si de su parte no hay una larga y sistemática tarea de preparación retrospectiva sobre el anterior gobierno Bachelet, la elección presidencial en que ella se enfrente con alguno de los gobiernistas será una derrota clamorosa para el aliancismo: 60-40.



¿Destrucción de imagen de la ex Presidenta? No, por ningún motivo. Cualquier campaña dura o agresiva -además de ser injusta- sólo reforzaría la etérea dulzura de la dirigenta socialista y elevaría su aura aún más en el Olimpo.



La estrategia parece ser otra, y debe ser tan respetuosa de su persona como de la verdad. Quizás deberá consistir en mostrar la imposibilidad que tiene la ex Mandataria de gobernar efectivamente a Chile.



Si no pudo hacerlo una vez -y hay que saber concretar cómo fue alejándose de la toma de decisiones en la segunda etapa de su período-, ¿cómo lograría hacerlo en el futuro, cuando sus partidarios conocen ya tan bien su debilidad? ¿Qué puede ofrecerles Michèlle Bachelet a los chilenos que no haya prometido antes, sin lograrlo? ¿Por qué, alejada del país -sin compromiso con sus gentes durante años-, podría tener la capacidad de conducirlos hacia una vida mejor? ¿Quién garantiza que en un segundo período no volverá a ser una figura sólo simbólica, tras la cual se oculte de nuevo una Concertación rapaz y aún más extremista?


miércoles, 20 de abril de 2011

Lo que domina nuestro debate, por Gonzalo Müller.


Lo que domina nuestro debate,

por Gonzalo Müller.



A propósito de la discusión sobre el proyecto de rotulación de alimentos, que vendría a regular cómo se informa de sus contenidos y se publicitan los alimentos envasados, vimos caer el debate en los extremos que una vez más alejan esta política pública del interés real: enfrentar la realidad de la obesidad en nuestro país, en particular aquella que afecta a nuestros niños.



¡Con qué facilidad algunos de nuestros parlamentarios caen en la descalificación de quien no está de acuerdo a sus interés y de presuponer las peores intenciones! Escuchar al joven senador Rossi revivir los argumentos de la lucha de clases a propósito de la discusión de este proyecto habla de un tema de fondo: el sustrato ideológico en que aún se mueve nuestra política.



Todavía para una parte importante de la Concertación los temas se enfrentan desde las lógicas del pasado, desde las ideologías del siglo XX, y así, a pesar de que el rotulado de alimentos es un proyecto que busca enfrentar en parte uno de los nuevos problemas de salud pública, existe la permanente tentación de creer que quienes no están dispuestos a votar «mis» posiciones son enemigos del pueblo. Como si frente a cada debate de una política pública se recurriera a ese viejo manual de la guerra fría.



Esta sobreideologización de la discusión parlamentaria lo que provoca es que se extremen posiciones y se empobrezca el debate, olvidando rápidamente la naturaleza propia del proyecto, para transformarlo solamente en una nueva piedra que arrojar hacia el Gobierno.



Si de verdad se quiere enfrentar la política pública de salud, que se haga con un espíritu constructivo y de diálogo, asumiendo que lograr el consenso en opiniones legítimamente distintas es el único camino para contar con una legislación efectiva y que se mantenga en el tiempo.



La dicotomía no puede ser entre la libertad y la prohibición, porque ese simplismo desconoce la realidad compleja que se intenta abordar. La libertad siempre es lo más deseable, pero también existe la obligación de asegurar que esa libertad pueda ser ejercida de manera informada, así como también la necesidad de proteger a quienes todavía no pueden ejercer plenamente su libertad. Para cualquiera que haya tratado de enfrentar una dieta, sabe que el peor camino es el de la restricción total, el prohibirse todo, porque se hace insostenible en el tiempo. El sentido común nos dice que se debe tratar de regular más que prohibir, de generar hábitos, de ser conscientes de lo que consumimos.



El consenso en torno a la necesidad de que la información sobre los alimentos sea lo más clara posible, es la base para que tengamos la posibilidad de elegir libremente. La rotulación debe ser hecha para que cualquier ciudadano, sólo con esa información, pueda discernir si puede o no consumir ese alimento y en qué cantidad.



Esto refleja la calidad de ciudadano informado, capaz de tomar sus decisiones y de exigir sus derechos, modelo social hacia el cual nuestra sociedad avanza en tantos frentes, aunque a velocidades tan distintas.



Recuperar el sentido original del debate en la discusión de este proyecto aparece como indispensable para acceder a una buena legislación. Dejar de lado los prejuicios y descalificaciones es una necesidad permanente de nuestro debate legislativo. Siempre será más fácil recurrir a la cuña mediática anclada en los prejuicios y que exacerbe las divisiones del pasado, pero que poco aporta a enfrentar de manera correcta los temas del futuro.