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viernes, 20 de julio de 2012

Clase política desprestigiada por sí misma, por Mario Montes.



Clase política desprestigiada por sí misma,
por Mario Montes.


Revisando los sucesos de los últimos días, en los que es fácil encontrar muestras de demagogia extrema, de falsía ideológica y de mala intención, destinada a hacer fracasar al Gobierno de Piñera, en entiende con mucha facilidad el desprestigio inmenso que tiene nuestra clase política.



Los mismos que dejaron a centenares de miles de compatriotas sin trabajo, con medidas de reajuste populistas, los que cortaron violentamente la racha de crecimiento que dejó el Gobierno de la Fuerzas Armadas, ahora, quieren poner de rodillas a la Administración negándole la sal y el agua.



Ver la vehemencia casi demencial con la que se han ido encima del Gobierno de turno, ciertamente haciendo lo contrario de lo que realizaron mientras tuvieron el poder, configura un verdadero sainete, con algunas connotaciones payasescas, que en nada ayudan a mejorar la situación  popular.



Resulta casi risible, si no fuese por la tragedia que lleva implícito, ver a estos “gladiadores” de la defensa popular, que poco hicieron en sus cuatro lustros de Gobierno, abandonar la sala del Parlamento, haciéndose cómplices por omisión, de una medida que critican ácidamente.



Tal como lo hicieron en el pasado, en el que comenzaron falseando nuestra historia reciente, quieren engañarnos nuevamente, seguramente pensando que nos olvidamos de la alegría que nos ofrecieron, de Patria buena que pregonaron, del crecimiento con igualdad o del estoy contigo.



Es cierto lo que dicen algunos en el sentido que los salarios son inmensamente más bajos que los europeos o los norteamericanos, pero, todos ellos callan el hecho indesmentible de que nuestra productividad es infinitamente inferior a la de aquellos países, lo que explica la tremenda diferencial.



Políticos serios, sea en el Ejecutivo o en el Parlamento, deben preocuparse seriamente por las mejorías de los sueldos de los trabajadores, en especial de los más frágiles, pero, para no provocar el monstruo devorador de los bolsillos más humildes, la inflación, deben tomar medidas seria sobre la productividad.



Personajillos mediocres, cuándo no de dudosa moralidad pública, como los Girardis, los Frei, los Lorenzzinis, los Navarros u otros de la misma especie, solo aportan a llenar el país de odiosidades y en nada colaboran por lograr la Justicia Social o mejorar la distribución de los ingresos.



Si queremos mejorar la situación de todos los chilenos, en especial la de los más humildes, necesitamos un cambio de mentalidad que lleve a representarnos en el Congreso a los mejores elementos de nuestra sociedad, sacando de ese templo de la democracia a los charlatanes y elementos faranduleros.



Cómo hemos advertido permanentemente no somos especialmente partidarios del Gobierno que encabeza Sebastián Piñera, pero, consideramos antipatriótico y antipopular lo que está haciendo la oposición al realizar sus mejores esfuerzos para lograr el fracaso de la Administración.

miércoles, 18 de julio de 2012

Predicar con el ejemplo, por Mario Montes.







Predicar con el ejemplo,
por Mario Montes.


El ejemplo de Juan Carlos I, su hijo Felipe y del Primer Ministro español, Mariano Rajoy, y su Gabinete, que siguen la determinación del Presidente de Francia, François Hollande, de rebajar sus sueldos, debiera ser considerado, sobre todo en momentos en que se discute el salario mínimo, por nuestra clase política como una demostración real de solidaridad con  aquellos que viven con remuneraciones miserables y con los que padecen de los efectos de la crisis mundial.



La palabrería con que los políticos llaman a apretarse el cinturón y a realizar ajustes, que no parten precisamente por acciones paradigmáticas de quienes nos dirigen no pasan de ser  palabras de “buena crianza” o simples demostraciones de un populismo aberrante y demagógico de personajes que se han acostumbrado a una vida fácil, y de bastante poco esfuerzo en muchos casos, sustentadas por los altos impuestos que deben pagar los trabajadores chilenos.



Sin duda alguna las altas remuneraciones que recibe la clase política, a las que se deben agregar millonarios beneficios, las permanentes peleas con sus amigos y con sus adversarios, sumadas al escaso cumplimiento de sus promesas de los periodos electorales, además de los shows permanentes de algunos de sus más nombrados exponentes,  son los responsables de la mala imagen que la ciudadanía de la actividad pública y del desprestigio en que está cayendo nuestros sistema de Gobierno.



No basta con predicar que se debe igualar las oportunidades de todos nuestros compatriotas, no alcanza con el discurso populachero con que dicen defender a los más débiles de nuestra sociedad, creemos que estamos en el tiempo y el momento en que los discursos deben traspasarse a la realidad y, con más hechos que con palabras, demostrar la veracidad de sus peroratas dando un ejemplo de austeridad de la que ciertamente están muy lejanos.
 

viernes, 6 de julio de 2012

Lealtad y deslealtad.


Lealtad y deslealtad.



Un viejo aforismo decía: Sin lealtad no hay virtud. Y como la sociedad debe construirse sobre virtudes que a veces son difíciles de descubrir, creo interesante pensar acerca de la lealtad, porque hace falta.



Parecería que se vive rodeado de promesas que intuimos son falsas. Hay más bien un clima de disimulo, engaño o simple traición, que va construyendo gran parte de nuestras relaciones sociales y políticas. Parecería que la realidad es sólo así, que lo que se dice «políticamente correcto» es ser leal sólo a los propios —y no pocas veces mezquinos— intereses. Y las promesas y los juramentos, ¿dónde quedan? Poder, dinero, prestigio son los valores ante los cuales sucumbe la lealtad.



Lector de clásicos, como muchos, encuentro en esos libros tremendas sentencias, que de algún modo vienen a decir: ¡Qué poco ha cambiado el ser humano! Así, por ejemplo: «Cuando falla la piel del león, hay que ponerse la de un zorro». La propia Biblia llega a decir: «Maldito el hombre que confía en el hombre» (Jeremías).



¿Es para tanto?



Es que cada uno de nosotros tenemos experiencias propias respecto de lo débil que es la naturaleza humana, susceptible de errores como los de engañarse o engañar, aunque también de hacer el bien. Pero para conseguir esto último se requiere de las virtudes humanas y de las sobrenaturales. La filosofía cristiana advierte del deber de ser fiel, pero la tarea no es fácil. Ahí está nuestra historia, que muestra cuánta deslealtad se ha dado en el cristianismo, sin negar sus méritos, sus esfuerzos y sus logros por humanizar el mundo.



Para ser leal, se requiere, en primer lugar, conocerse cada uno a sí mismo en su grandeza y debilidad, y poder así ejercitarse en aquellas virtudes que le permitirán desarrollar, con consecuencia, la lealtad. Se debe mirar alrededor y ver cómo son los demás.



Hoy, cuando la línea divisoria entre lo que es correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo, se ha desvanecido, el camino a la deslealtad se hace natural. Se es consecuente y leal sólo con lo que conviene. De este modo, la mentira deja de ser tal y se transforma en un comodín del juego de la vida social, de la vida política y, no pocas veces, de la religiosa.



Estas líneas son duras y probablemente haya generalizaciones injustificadas, pero creo necesario pensar y actual acorde a la lealtad, ya que si bien la mayoría —quiero creerlo— es leal, no parece así, en mi parecer, la vida social y política, no sólo chilena, sino mundial.
 
 
Esta nota es de autoría de por Luis Eugenio Silva y publicada originalmente en Diario La Segunda.

miércoles, 4 de julio de 2012

Peinando la muñeca...







Peinando la muñeca...(*)

Sin duda la esquizofrenia y la falta de sentido de la realidad están haciendo que doña Cristina Fernández viuda de Kirchner esté llegando al paroxismo de una egolatría ilimitada que la tiene peinando la muñeca mientras el país se hunde económicamente, se quiebra moralmente y la corruptela campa en el poder Ejecutivo.



No creemos que se pueda expresar de otra manera el hecho, que además demuestra una egolatría sin límites, que haya sacado un muñeco con su esfinge, y vestido de negro suponemos que para resaltar su luto, llamado “Cristinita”, que se ha puesto a la venta en unos catorce dólares en dependencias de la mismísima Casa Rosada.



Siempre hemos pensado que la doctora Fernández es poseedora de una personalidad limítrofe, como nos demuestran sus fraudulentos afanes izquierdistas, cuándo tiene una afición desmedida por las riquezas, o matrimonio con el fallecido visco y el ridículo desconsuelo que quiere demostrar por el fallecimiento del ex Mandatario.



La señora K, digna representante de la dinastía KK, es un personaje muy suigeneris que posa de lo que no es y exhibe a sotavento las riquezas de tan dudosa procedencia, mientras con su desastrosa Administración uno de los países más ricos del continente debe “expropiar” los dineros a los pensionados y ahogar a los contribuyentes para mantener una ficción.



Escuchar hablar a esta mala imitación de Eva Perón, que tan perniciosa fue para el pueblo argentino, nos provoca un sentimiento dual de vergüenza ajena y de desprecio por una persona que es capaz de “manosearlo” todo en sus afanes arribistas y de destruirlo todo en su forcejeo por acaparar en su mano cada día más poder.



(*) En Chile se usa la expresión para referirse a seres aquejados por la locura.