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sábado, 27 de febrero de 2010

¿Qué hay del otro lado?, por Alberto Medina Méndez .


¿Qué hay del otro lado?,

por Alberto Medina Méndez.

La crítica hacia los gobernantes es moneda corriente. Se trata de un fenómeno, ya demasiado frecuente en buena parte del mundo, pero que se verifica con especial contundencia en los países latinoamericanos.

El breve lapso que propone la típica “luna de miel” de quien inicia una gestión de gobierno pronto se convierte en un renovado y prolongado infierno. Se trata de la etapa en la que el oficialismo empieza a recibir duros embates, ya no solo de sus ocasionales opositores, sino de una ciudadanía que cae en el hartazgo, incluso hasta de cierto sector de la comunidad que oportunamente los voto.

En ese contexto, el debate político cae recurrentemente en esa larga tradición que dice que “del otro lado no hay nada”. Esa aseveración habla de una crisis dirigencial, de partidos políticos que cada vez representan menos a la gente y de una desconexión cada vez más elocuente, entre las demandas de la sociedad y la escasa capacidad de resolver problemas de quienes se postulan para ocupar esas posiciones.

Y así, la conclusión parece un círculo vicioso. Los que están no saben o no hacen las cosas bien, y los que quedaron del otro lado, o ya estuvieron y tampoco hicieron bien, o simplemente no tienen nada que ofrecer al electorado en términos de soluciones.

La ciudadanía, huérfana de ideas, recorre entonces el patético camino de la resignación y la impotencia, esas que destruyen los cimientos del sistema democrático, dinamitando la república y convirtiéndose en el caldo de cultivo de los nostálgicos de la violencia.

Es que la política de estos tiempos, y cuesta encontrar excepciones a la regla, pone demasiado esfuerzo en la búsqueda del poder y en su sostenimiento permanente. Pero la política no solo es ACCESO al poder, sino también la construcción de un proyecto que sea posible implementar, una vez que se llega a él.

Nuestros países se caracterizan por una clase política que vive en forma OBSESIVA su carrera hacia el premio mayor. Todo pasa por el botín de los cargos, la distribución de prebendas y la apropiación de los privilegios.

Todo el esfuerzo, la militancia y la acción político - partidaria tiene, como exclusivo objetivo, encontrar el modo de alcanzar los votos que posibiliten el triunfo de los que juegan a esto como quien compite casi deportivamente por ese trofeo.

Cuando las circunstancias del momento de esa Nación, los conflictos ocasionales y hasta el carisma del nuevo dirigente, o el desprecio por el anterior, lo imponen, allí entonces, quienes eran opositores tienen la oportunidad de alcanzar la ansiada meta. Pero allí no concluye la historia. No llega el final feliz, sino que irremediablemente se inicia el peregrinar por nuevos tropiezos, propios de la improvisación.

Llega el turno entonces del repetido discurso de la “herencia recibida”, ese manojo de justificaciones y excusas que replica el más popular deporte del continente, ese que consiste en buscar responsabilidades ajenas y endilgarle al que sea, todas las culpas que se derivan del conjunto de calamidades por las que atravesamos como sociedad.

Solo esconden algo mucho más evidente. Es que su acción política se limita EXCLUSIVAMENTE a la búsqueda del poder. Los partidos, el debate interno solo pasa por los cargos, las disputas internas y las mezquinas intrigas.

Nadie pone demasiada atención a la construcción de una plataforma política que diga QUE HACER frente a cada interrogante. Mucho menos aún se profundiza en el indispensable estudio que permita “bajar a lo concreto” esas ideas que dicen mas sobre lo que “no queremos” que sobre lo que deseamos hacer.

Todo concluye en un juego en el que se privilegia la lucha por el poder por sobre la capacidad de generar planes concretos que sean dignos de ser considerados como una oportunidad para vencer los múltiples escollos a los que nos enfrentamos a diario.

Esa dinámica, expulsa técnicos, profesionales, intelectuales, incluso ciudadanos que sin formación académica, tienen mucho que decir. Se trata de un conjunto de habitantes capaces de aportar alguna cuota de sentido común, que no tienen cabida en los partidos, porque a nadie importa prepararse para el poder, solo se trata de llegar a él.

Hasta que los partidos no asuman su rol, entendiendo que esta noble e imprescindible profesión que es la política, se mueve en base a sus ejes principales, el acceso al poder y el ejercicio del poder, no tendremos chance de revertir esta historia circular.

Para ello, los ciudadanos necesitamos partidos capaces de generar ideas, discutirlas, convocar especialistas, diseñar programas y establecer estrategias que posibiliten la instrumentación de planes concretos. Sin todo eso, la política seguirá siendo lo que es y terminaremos consumiendo el producto final que ya conocemos.

No se puede seguir discutiendo sobre estos o aquellos, buenos o malos, honestos o inmorales, prolijos o burdos. Esa es una discusión que probablemente servirá para elegir a quien sucederá al que ostenta la batuta. Pero también interesa saber si los que vienen, esos que están del otro lado, se han preparado debidamente para gobernar. Tal vez solo nos ofrecerán un nuevo fracaso de esos a los que nos tienen acostumbrados, para luego ofrecernos explicaciones plagadas de grandes argumentos que nos hablen de una contextualización histórica. En realidad todo podría resumirse en que abundan las improvisadas estrategias y sus propias limitaciones.

La política es eso, lucha por el acceso al poder y preparación para gobernar. Si ambas aristas no están armónicamente equilibradas, seguiremos transitando este cíclico sendero que ya conocemos y una ciudadanía agotada se seguirá preguntando ¿ Qué hay del otro lado ?

viernes, 26 de febrero de 2010

El albañil y la bloguera, por Roberto Ampuero.


El albañil y la bloguera,

por Roberto Ampuero.


En estos días nuevamente queda de manifiesto la violación a los derechos humanos bajo la dictadura de los hermanos Castro, la que se aproxima a su fin por razones biológicas. Se trata de abusos que no pueden dejar indiferentes a la ciudadanía ni a los partidos políticos, menos cuando guardan nexo con el Chile de hoy o nos recuerdan los peores años de nuestra historia reciente. Condenar estas acciones escapa a la lógica binaria de izquierda o derecha, vinculándose con el respeto a los derechos humanos que debemos exigir dentro y fuera del país, por convicción y coherencia democráticas.

Uno de estos abusos tiene lugar actualmente con la destacada bloguera cubana Yoani Sánchez. Gracias a sus crónicas sobre la existencia cotidiana en la isla, la periodista ganó el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital, de España, en 2008, y una importante distinción de la Universidad de Columbia, de Estados Unidos, en 2009. Sin embargo, no pudo recibir esos premios, pues el régimen cubano le impide la salida del país. Ahora se espera a Yoani en el Congreso de la Lengua Española, que se celebra la próxima semana en Valparaíso, y si bien ya recibió visa chilena, La Habana continúa sin permitirle el desplazamiento. Aunque nos resulte inconcebible, los ciudadanos de Cuba, al igual que los de Corea del Norte, necesitan visado para salir y regresar a su patria. Nos vemos así ante una situación kafkiana: la dictadura más longeva del mundo, que dispone de un formidable aparato represivo y controla todos los medios cubanos, teme las palabras que una joven y valiente periodista independiente pueda pronunciar en Valparaíso.

Por otra parte, a consecuencia de una huelga de hambre falleció este martes en La Habana el activista de los derechos humanos Orlando Zapata Tamayo, uno de los cerca de 200 presos políticos de la isla. Para el régimen no se trata de presos de conciencia, sino de “agentes de la CIA” o “del exilio”, acusación de clara inspiración estalinista. El albañil de 42 años, detenido por exigir pacíficamente libertad y democracia, inició su ayuno hace casi tres meses en protesta por las palizas a que lo sometían sus carceleros.

Reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional, organización que en Chile jugó un rol crucial en la denuncia a la violación de derechos humanos, Zapata fue condenado en 2003 a tres años de cárcel, pero posteriormente se amplió su pena a 36 años. Su proceso coincidió con el de 75 periodistas y activistas de derechos humanos, condenados a un promedio de 20 años cada uno, lo que arrojó en total mil 500 años de prisión, algo inédito en la historia de la represión en el continente.

Es dañino para la educación y la sensibilidad democrática nacional que guardemos silencio ante estos hechos. En Chile las personas y partidos políticos que sufrieron y denunciaron con razón la represión bajo el régimen militar son los primeros que deberían repudiarla en la isla. Tal vez su crítica, en el caso de la bloguera, mueva a los Castro a permitirle visitar un país que los hermanos conocen y ha sido objeto de su intervencionismo. En el caso del albañil, desafortunadamente, toda solidaridad ya es tardía.


jueves, 25 de febrero de 2010

Esquizofrenia en la cultura, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Gonzalo Rojas es un notable forjador de juventudes valóricas, profesionalmente es
Abogado, historiador y columnista de varios medios nacionales.



Esquizofrenia en la cultura,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


En La Granja, en Las Condes, en Santiago Centro, se inauguran pronto nuevos espacios para la cultura. El Congreso Internacional de la Lengua española conmocionará a Valparaíso en los próximos días, y decenas de ciudades del país hacen el balance de sus ofertas culturales de verano. Paralelamente, 20 artistas o gestores le recomiendan al nuevo ministro del área variadas y chispeantes iniciativas, así como generosos montos a gastar.

Mientras tanto, el Estadio Nacional continúa en tierra de nadie (y con mucha tierra dentro); los chilenos retornan de vacaciones hablando un dialecto de tres por uno (tres palabrejas mal pronunciadas por cada garabato bien ostentoso); los asistentes a conciertos, exposiciones, festivales y eventos varios están entre los chilenos que se han divorciado por decenas de miles, y muchos de los artistas a los que han adulado este verano se declaran rupturistas, iconoclastas o políticamente comprometidos con luchas revolucionarias.

Esquizofrenia cultural.

Ésa ha sido la tónica de los últimos 20 años: superestructuras culturales expresadas en edificios, leyes, organismos, presupuestos, comisiones y procedimientos, mientras la calidad humana básica de los chilenos se iba a pique en todas las mediciones… hechas por esas mismas instancias públicas y por sus pares del mundo privado.

Maltratado el lenguaje, deteriorados los hábitos ciudadanos básicos, desprestigiada la belleza, combatida la verdad, ¿se pretende humanizar sólo con nuevos y sofisticados espacios o con notables congresos internacionales? ¿Se va a seguir considerando a la cultura como la simple sumatoria de actividades, en vez de estimarla como el núcleo de lo humano, expresado desde dentro hacia fuera por todas las dimensiones del alma y del cuerpo?

Es cierto que se abre en las próximas semanas una posibilidad real de superar esa esquizofrenia inhabilitante. Dependerá en buena medida de que se entienda y practique la relación entre cultura, culto y cultivo. Porque no habrá auténtico desarrollo de las personas —que eso parece ser lo que busca la cultura— si no se respetan los ritmos del cultivo, si no se favorece la apertura a lo eterno por el culto.

Para la Concertación, por cierto, esa relación era inaceptable: su autodenominado progresismo requería de velocidad y estridencia en los cambios (negación de los ciclos y del silencio que ofrece el cultivo) y de ruptura en los vínculos (eliminación de la trascendencia que proporciona el culto).

Por eso, dale con inaugurar recintos públicos, mientras se legislaba para demoler los reductos de la intimidad familiar; métale efímeros festivales y charangas, mientras se desprestigiaban las virtudes y los compromisos más fundamentales para la estabilidad social. Actividades, pero sin actitud; o, simplemente, contra la actitud propiamente humana.

El Presidente electo ha escogido dos buenos lugares para anunciar sus nombramientos: el Museo Histórico Nacional y el Palacio de Bellas Artes. Al vincular a sus colaboradores con los cenáculos de la cultura, ha adquirido, eso sí, un compromiso formal con la historia, la verdad, la belleza y el bien.

Y cuando proceda a comunicar los intendentes y gobernadores, podría dar una señal de cultura aún más sutil: para los primeros, la presentación podría hacerse en el hogar sencillo y bien constituido de uno de ellos, fundamento de sus afanes de servicio público; para los segundos, una plaza de pueblo pequeño, raíz de tantas sociabilidades bien orientadas, sería el ámbito ideal. Con esos símbolos se indicaría que se retoma el sentido de la vida, como el mayor imperativo de la cultura.

Nota de la Redacción:

Tomado de Diario El Mercurio.

En el blog de la publicación hay una serie de descalificaciones al autor de la columna, lo que nos recuerda a Don Quijote, que advertía a Sancho, su fiel Escudero, que si los perros ladraban era señal inequívoca de avance. Felicitamos al Profesor Rojas por el valor y claridad de sus opiniones.


miércoles, 24 de febrero de 2010

Consideramos que la Educación es un tema insoslayable.

Educación: la importancia de la agenda hormiga,

por Claudia Peirano.

El nuevo equipo de educación tendrá que enfrentar importantes tareas para la futura regulación del sector, como la implementación de la Superintendencia, la Agencia de Calidad y la nueva carrera profesional docente. Sin embargo, es fundamental que al mismo tiempo tenga la capacidad para entrar al detalle de lo que hoy está sucediendo en las salas de clases.

La mayor parte de los establecimientos educativos del país está involucrada en una reforma silenciosa que puede empezar a cambiar la historia de la calidad de la educación en Chile. Hay decenas de miles de profesores que están trabajando para que sus alumnos cumplan estándares de lectura y de aprendizaje de primero a cuarto básico, en el marco de la Subvención Escolar Preferencial (SEP). Más de 7.000 escuelas están próximas a iniciar el segundo año de implementación de un plan de mejoramiento educativo cuatrienal. Para ello cuentan con una importante cantidad de recursos adicionales, que en el caso de las escuelas más vulnerables puede alcanzar cerca del 50% de los ingresos habituales por subvención.

Por primera vez los equipos directivos y los sostenedores han tenido la libertad de escoger cómo invertir estos recursos. Las escuelas municipales y particulares subvencionadas están empezando a operar con medios que nunca antes habían estado a su alcance, como asesorías didácticas especializadas, apoyo de psicólogos y psicopedagogos, la posibilidad de que los profesores jefes dispongan de tiempo para preocuparse de sus alumnos y mejorar significativamente los sistemas de evaluación de aprendizajes, entre otros.

El plan SEP, además, plantea por primera vez consecuencias para los sostenedores. Aquellas escuelas que han tenido un historial de malos resultados y que no logren cumplir con las metas serán intervenidas. Los establecimientos que logren alcanzar los estándares de enseñanza obtendrán mayores niveles de autonomía. El sistema educacional chileno está en el medio de un proceso audaz en que el Estado le traspasó la responsabilidad de las decisiones y los resultados a los encargados de la educción en cada rincón del país.

Por innovadora, esta política también está expuesta a múltiples riesgos. La inexperiencia de los profesionales del sector en gestionar recursos de esta magnitud, la burocracia de los procesos de compra y de control, la incipiente madurez del mercado de asesorías y el natural desconocimiento de muchos directores sobre las opciones más efectivas de inversión escolar podrían atentar contra el cumplimiento de los objetivos de calidad.

Las nuevas autoridades tienen el desafío de acompañar este proceso con excelencia. El presupuesto SEP es el plan de apoyo escolar más importante del sector y existe un amplio consenso político en que la SEP debiera ampliar su financiamiento y extenderse a la educación media. El proceso SEP 2009–2012 es la oportunidad más significativa que el país ha tenido para evaluar cuán importantes son los recursos en educación y la acción se va a centrar en cada una de las escuelas del país en los próximos tres años.

Esta es la agenda hormiga, una enorme cadena de esfuerzos liderada por los profesores que hoy están comprometidos con que sus estudiantes aprendan a leer fluidamente y mejoren sus resultados en el Simce. Es este mundo de miles de pequeñas iniciativas orientadas a cumplir metas muy precisas el que requiere de la atención prioritaria de las nuevas autoridades