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sábado, 30 de julio de 2011

Política social: más allá del corte de cinta por Ignacio Irarrázaval.


Política social: más allá del corte de cinta

por Ignacio Irarrázaval.



Mucho se ha comentado ya sobre el segundo tiempo del Gobierno, que contará con un gabinete más político, que deberá hacer relucir sus logros. ¡Menos tecnicismo y más política, eso es lo que falta!, se ha dicho. Efectivamente, en el ámbito de la política social, buena parte del primer tiempo estuvo dedicado al diseño institucional, probablemente más lento de lo que se quisiera, pero sin pausa en el proceso de formulación de estas iniciativas. En este sentido, es importante resaltar que esta nueva etapa de gobierno no consiste sólo en inaugurar o cortar cintas de nuevas instituciones, sino en ponerlas en marcha efectivamente para que contribuyan al bienestar del país.



Estudios cualitativos han señalado que, para el ciudadano promedio, el concepto de protección social que se ha instalado se asocia culturalmente a la entrega de bonos en dinero de acuerdo a ciertos requisitos. ¿Cuál es el legado de fondo que a este gobierno le interesaría dejar en el ámbito de la protección social? Existen al menos cuatro iniciativas relevantes para construir una herencia trascendente.



La aprobación de la ley del Ministerio de Desarrollo Social instaurará por primera vez en Chile un sistema de monitoreo permanente de los programas sociales, y una Subsecretaría de Evaluación Social que pretende coordinar intersectorialmente las iniciativas sociales del Gobierno. Hace algunos meses, en una investigación, pudimos constatar con estupor que no había certeza del número de programas sociales que operan en Chile. Tampoco de los impactos esperados y de los posibles traslapes o complementariedades en los beneficios. Ciertamente, esta nueva institución puede tener poco atractivo mediático, pero definitivamente contribuirá al mejor uso de los recursos públicos en aras de mejorar las condiciones de vida de las personas.



Un segundo aspecto se refiere a la urgencia de crear un servicio de adopción y protección de derechos de la infancia, separado institucionalmente del tratamiento de los adolescentes infractores de la ley. Si bien esta proposición se hizo inicialmente el año 2006, aún no ha sido posible concretarla. Su implementación significará un avance importante en términos de cumplir con las recomendaciones de la Convención de Derechos del Niño.



Un tercer tema de relevancia se refiere a la necesidad de actualizar la medida oficial de la pobreza. Al presentarse los datos de la Casen 2009, hubo algunas discusiones públicas respecto de qué tan representativa de la realidad actual es esta medición, dado que han cambiado los patrones de consumo; por lo tanto, es necesario que la autoridad dirima este punto antes de dar a conocer los resultados de la Casen 2011. Nuevamente, esta discusión puede tener un alto contenido técnico, pero es esencial para la formulación de política.



Finalmente, la implementación del Ingreso Etico Familiar es una promesa relevante de la campaña de gobierno. Sabemos que la brecha de pobreza es menos de un 0,5% del PIB. Nuevamente, el problema no está necesariamente en los recursos, sino en una solución técnica que no desincentive la disposición a trabajar, pero que a su vez contribuya al objetivo de equidad que todos anhelamos.



En resumen, los que ejercen el arte de gobernar podrán enfatizar la gestión política, pero debe estar equilibrado con un proceso de formulación de políticas públicas basado en los conocimientos aplicados existentes.

viernes, 29 de julio de 2011

La isla de Utoya y Chile, por Raul Ampuero.


La isla de Utoya y Chile,

por Raul Ampuero.



¿Hay alguna experiencia que podamos extraer como chilenos de la masacre perpetrada en el campamento de jóvenes socialdemócratas en la isla de Utoya? ¿O ese infierno que causa dolor, azoro y condena nos parece absolutamente improbable en nuestro país? Hay que recordar que hasta hace poco algo así en Noruega, uno de los países con mayor igualdad social, prosperidad y estabilidad, resultaba inimaginable para el mundo entero.



Estoy convencido de que Utoya nos debe hacer meditar sobre la política de inmigración de Chile. Es cierto, estamos lejos de los índices migratorios de Noruega o Unión Europea, pero que el descontento con el tema creciera allá soterradamente durante decenios contribuyó a que los políticos no le brindaran debida atención desde el inicio. Hoy se ven obligados a legislar bajo apremio, cuando se consolidaron demandas extremas y el país está en shock . Según analistas, parte de las ideas -no la acción terrorista- de Anders Behring Breivig se nutre de percepciones que comparte un número no despreciable de europeos frente a la inmigración no europea: temor al desempleo y la globalización, a la pérdida de identidad nacional y a la fragmentación nacional, y al relativismo cultural. Se agrega la convicción mayoritaria de que la clase política perdió el control sobre una inmigración desbordada. Esas percepciones explican en gran medida el auge de la agenda xenófoba en Europa.



Gracias a su economía, Chile ve hoy un aumento de inmigrantes y también de la animadversión en contra de ellos. Ésta se expresa en prejuicios, discriminación y abuso, e incluso a veces en agresión física de extremistas. Pero no se trata de un fenómeno mayoritario ni de un tema que incida en elecciones. Quizás por eso la política descuida el asunto. Pero los políticos deberían recordar que la xenofobia tiene un lento proceso de incubación subterráneo, durante el cual no se expresan articuladamente los prejuicios ni el descontento local. Debido a eso, el tránsito de la discriminación aislada hacia la xenofobia predominante y la aparición de bandas y enfrentamientos callejeros siempre sorprende. En los años 60, los inmigrantes eran recibidos en las estaciones ferroviarias de Alemania con flores y música; en los 70, la acogida era solidaria, pero en los 80 el ambiente se enrareció, y en los 90, los Gastarbeiter se convirtieron en cantidad negociable.



Los políticos chilenos debieran elaborar una política inmigratoria de Estado, guiada por criterios que permitan conjugar una actitud generosa y posible, humanitaria y pragmática, que considere tanto a quienes buscan asilo político como a quienes buscan mejores horizontes económicos, y que tome en cuenta tanto a quienes aspiran a vivir acá como la real capacidad económica del país y la tolerancia de la población para recibir, integrar y brindar trato digno a quienes llegan. Necesitamos una política proactiva y con visión de futuro, responsable hacia afuera y dentro, que no tenga complejos en atraer a ciertas profesiones u oficios, a ciertas personas con talentos extraordinarios, a ciertas culturas o países para diversificar influencias, una política que se vea flanqueada por medidas de educación ciudadana sobre el tema y por un trámite selectivo de acceso expedito a residencia y ciudadanía. Cuando llego a Chile, me basta con mencionarle al taxista de turno el tema inmigración para escuchar siempre una letanía en que abundan conceptos como invasión, competencia desleal y negocios turbios.



No se debe esperar a que la situación se torne apremiante para legislar al respecto. Aunque Utoya esté lejos geográficamente, su tragedia debe impulsarnos a meditar y actuar con sentido de futuro.



Chile ve hoy un aumento de inmigrantes y también de la animadversión en contra de ellos. Utoya debe hacernos meditar.

jueves, 28 de julio de 2011

Empresarios: mucho cuidado, por Gonzalo Rojas Sánchez.



Empresarios: mucho cuidado,

por Gonzalo Rojas Sánchez.







Fue a finales de los años 90 que se instaló en Chile una idea falsa y perversa: todos los políticos son flojos y ladrones. Conseguir personas para esa actividad se fue haciendo cada vez más difícil, hasta el punto de que el actual gobierno escogió a sus principales colaboradores de entre quienes podían garantizar una gestión técnica de excelencia. Hasta hace poco, de políticos, era mejor ni hablar en la administración del Presidente Piñera.



Pero ahora se extiende por muchas partes otra idea, tan mentirosa como peligrosa: todos los empresarios son unos estafadores. Y no fue la Concertación la que difundió una imagen tan perversa. Uno de sus senadores propuso, es cierto, que se privara de la nacionalidad concedida por gracia a un notable emprendedor de origen extranjero. Pero ya se sabe que ese parlamentario no es la medida de la cordura.



La CUT, por supuesto, combatió a los empresarios durante los 20 años del reinado arco iris, pero apenas encontró apoyos en la coalición gobernante. Por algo se dijo que los empresarios amaban a Lagos. Y qué duda cabe de que muchos votaron por Frei, hombre de empresa durante importantes años de su vida.



También es cierto que en los últimos años los antisistémicos enfocaron buena parte de sus bombazos contra empresas transnacionales, contra el gran capital, contra la hidra globalizadora. Y así les ha ido: después de cada explosión, su acción destructora se ha percibido como más grotesca e inconducente.



Por eso, enfrentados sólo a la CUT y a los anarquistas, los empresarios quedaban siempre en aceptable posición. Con esos enemigos



Hasta que, por aquí y por allá, comenzaron a saltar los datos sobre aquella colusión o esa defraudación o esta negociación incompatible. Y desde unos pocos casos efectivos de negligencia o de dolo empresarial, se comenzó a extender la mancha de su creciente desprestigio.



¿Cabe alguna duda de que hoy la percepción, incluso desde el interior del propio Gobierno, es que todos los grandes empresarios -grupos económicos nacionales o empresas transnacionales- son sospechosos de malas prácticas y de egoísmos atávicos? (De paso, las pymes quedan santificadas, como si el pequeño empresario no llevara en la sangre la ilusión de agrandarse o, mala cosa, no pudiera abusar por el solo hecho de facturar poco.)



Esa mirada de sospecha, si llega a consolidarse, sería tan injusta como la que a veces proviene del mismo empresariado cuando les supone intenciones de populismo a ciertas medidas de la autoridad económica.



O sea, si no se quiere causar un gran daño a Chile, a la noción de emprendimiento, a la libertad económica y, por cierto, al electorado del Gobierno que cree en esos principios, empresarios y políticos tienen que sentarse en serio a conversar. Y, públicamente, porque si no -sorprendidos en nocturnidad-, se los acusará de conspiración. Quizás la Confederación y sus ramas no estén completamente conscientes del peligro que las acecha, precisamente porque las percepciones sutiles sobre los ambientes sociales escapan con frecuencia a la capacidad de análisis de quienes trabajan, casi exclusivamente, con los datos duros que arrojan los balances.



Por allá por 1920, la SNA reaccionó con energía frente al creciente deterioro de la imagen de los agricultores. Durante dos décadas, sus dirigentes trabajaron seriamente para mejorar sus propios comportamientos y obtener un adecuado reconocimiento a sus esfuerzos. Fue difícil, desgastador, pero necesario. Y eso que durante la mitad de esos 20 años, gobernó Chile Arturo Alessandri, a quien los emprendedores percibieron inicialmente como un hombre de derecha.

miércoles, 27 de julio de 2011

Más y mejor política, por Gonzalo Müller.


Más y mejor política,

por Gonzalo Müller.



Más y mejor política es una frase que se repite insistentemente desde gobierno y oposición en estos días, pero ¿qué tan dispuesto a los cambios está realmente el mundo político? ¿Y en particular a aquellos cambios que se hagan cargo de la profunda distancia que siente la ciudadanía respecto de las formas de hacer política que tienen los partidos?


En los últimos 30 años hemos consagrado términos como el de “los nuevos chilenos”, reflejando el acelerado cambio cultural y social que hemos vivido todos. Primero cambiaron la economía y el mundo del trabajo; iniciamos una era del consumo, con la masificación del acceso a satisfacer nuestras demandas de bienes y servicios como nunca antes en la historia de nuestro país.


Luego cambió también la manera de relacionarse, lo social: del individualismo exacerbado, a un mayor entendimiento de la necesidad de lo colectivo. Lo anterior, comprendiendo que la sociedad civil se estructura en torno a miles de organizaciones con las más diversas motivaciones, desde la protección del medio ambiente, a los que gustan de andar en bicicleta. Todas esas organizaciones tienen una orientación muy similar hacia la defensa de derechos, sus temas introducen novedad en la discusión pública y las mueven la crítica de las carencias propias de un país que transita desde la pobreza sin alcanzar todavía el desarrollo.


Pero mientras cambiaron la economía y la organización social, nuestra política continúa amarrada a los mismos códigos y formas de hace 30 años. Y es que el sistema político de nuestro país sigue anclado a la transición a la democracia y no logra sacudirse de sus ritos y formas. Ante una ciudadanía más empoderada y exigente, se observa una clase política pasmada.


Son los partidos políticos los primeros, pero no los únicos, interpelados en su función de intermediación de las demandas ciudadanas. De hecho, ninguna de las manifestaciones ciudadanas de estos meses los ha visualizado como una alternativa para canalizar sus exigencias. Por ello es que finalmente es el poder político en general el puesto en tela de juicio por su incapacidad o lentitud para satisfacer esos requerimientos.


Es así que la promesa de más y mejor política debe partir por hacerse cargo de esta realidad: nuestra política se mueve lentamente frente a una sociedad que avanza acelerada. Se discute por casi una década sobre cambios a nuestro padrón electoral, incorporando la inscripción automática y el voto voluntario, y todavía no sabemos si estos cambios serán incorporados en las próximas elecciones. La brecha entre la ciudadanía y sus representantes crece. Los niveles de confianza de los chilenos en sus instituciones políticas son bajísimos y a estas alturas amenazan con buscar cauces distintos, de no encontrar una respuesta institucional de sus demandas.


Nuestra élite política debe entender que avanzar hacia cambios sustanciales pasa por recuperar la confianza y valoración de los ciudadanos, y que esto va de la mano de incorporar mayores niveles de participación y transparencia. Los ciudadanos esperan ver que los políticos se impongan mayores exigencias, tanto en la selección de sus candidatos, como en la rendición de cuenta de sus gestiones. Más deberes y menos privilegios es lo que esperan los chilenos cuando escuchan hablar de reformas políticas. Pero, sobre todo, siguen esperando por el más simple pero fundamental de los cambios: aquel que apunta a que son los problemas y necesidades de las personas la prioridad de su agenda y que la sola lucha electoral por el poder no es suficiente para legitimar su trabajo.

martes, 26 de julio de 2011

Podemos recuperar la cordura, por Cristina Bitar.


Podemos recuperar la cordura,

por Cristina Bitar.



Estados Unidos se encuentra hoy al borde de la crisis debido a un desacuerdo entre demócratas y republicanos sobre el tope de la deuda pública. En rigor, una discusión que tiene mucho de ideológica y otro poco de estratégica, debido a las elecciones que se vienen el próximo año, puede dejar sin servicios federales a millones de norteamericanos. ¿Suena esto a cordura? Para mí no. En el mismo país, en octubre pasado, los comediantes Stephen Colbert y John Stewart convocaron a más de 200.000 personas en Washington bajo la consigna de “Rally to restore sanity”. La idea era llamar la atención de la clase política en momentos en que el debate estaba dominado por la agenda electoral y por dilemas tan absurdos como el certificado de nacimiento del Presidente Obama.



En España, hace unas semanas, más de 250.000 personas se manifestaron y ocuparon espacios públicos como una demostración de su indignación en contra del sistema político y financiero. Su protesta no sólo llenó los diarios de todo el mundo y se acopló a las voces europeas que piden cambios, sino que originó la derrota del PSOE en las elecciones locales, precipitando el anuncio de Zapatero de no competir por la reelección y que hoy lo tiene al borde de la renuncia. Pero la crítica del movimiento del 15-M (por el 15 de mayo, en que realizaron la famosa “acampada” en la Puerta del Sol en Madrid) no hablaba específicamente contra Zapatero o Rajoy, tampoco contra el gobierno, sino que exigía “democracia real, ¡ya!” y apuntaba con el dedo a los dos partidos principales de España de haberles dado la espalda a la ciudadanía.



El año pasado, en Inglaterra, se realizaron las marchas y protestas más grandes de ese país desde la guerra de Irak. En este caso, eran los estudiantes los que salían a la calle para reclamar por el alza en el costo de la educación superior. Su reclamo sí se enfocaba directamente en contra de una política estatal, en especial contra el partido Liberal Demócrata que se había comprometido a no subir el costo de la universidad durante su campaña. Pero detrás de eso había un sentimiento más profundo y general: rabia contra el sistema político imperante y un llamado urgente a la clase política a tomar en cuenta a la ciudadanía.



¿Qué tienen estos eventos en común?, ¿de qué nos sirven para analizar el alto nivel de conflictividad que tenemos en Chile? Yo creo que de mucho. Hoy las encuestas no sólo nos muestran el descontento de la ciudadanía con temas concretos, como nuestra estrategia energética o la calidad de la educación, sino que el mayor descontento es con nuestra clase política. Ni el Gobierno ni la oposición logran concitar apoyo ciudadano y sus principales figuras sólo cosechan pérdidas de popularidad. Es decir, el mismo problema que vemos en otras partes del mundo, lo encontramos en Chile. Esto es, una clase política alejada de los verdaderos intereses de la ciudadanía y que está más preocupada de sus propias peleas y descalificaciones. Esto es grave ya que Chile no puede darse el lujo de perder la oportunidad de alcanzar su desarrollo y reducir desigualdades por las desavenencias de su clase dirigente. No podemos permitir que quienes llevan el volante de nuestra institucionalidad pierdan de vista el rumbo, por pelearse con el adversario.



En ese sentido, el reciente cambio de gabinete del Presidente Piñera pareciera ser la primera señal de esperanza. El Presidente no sólo acusó el golpe de que la ciudadanía estaba exigiendo más atención, sino que incorporó a su equipo a dos de los parlamentarios de su sector que cuentan con el mejor récord de acuerdos con la Concertación: Pablo Longueira y Andrés Chadwick. Ambos, junto al resto del gabinete tienen la enorme tarea de restaurar la cordura en el debate público. Su misión no es menor, pues deben demostrar que los acuerdos que logren construir no son sólo montajes para la foto, sino que representan a una clase política que escucha y aprende de sus propios errores. Chile ha logrado ser ejemplo en otras partes del mundo por sus exitosos procesos políticos. Si superamos esta prueba, quizás hayamos encontrado la fórmula para recuperar la cordura perdida y un camino concreto hacia el desarrollo.

lunes, 25 de julio de 2011

Fin a las tomas y movilizaciones, por Mario Montes.



Fin a las tomas y movilizaciones.

por Mario Montes.



Creemos que ya ha pasado el momento de las tomas, de las descalificaciones y de las consignas, para integrarse al diálogo al que ha llamado desde su asunción el Ministro de Educación, Felipe Bulnes, y que ya ha sido aceptado por algunos centros de alumnos universitarios y el Consejo de Rectores de las universidades del CRUCH y privadas.


Mantener las tomas y las movilizaciones que han marcado las jornadas de las últimas semanas, inclusive con actos de violencia incomprensibles, es una demostración de voluntarismo y una clara influencia de dogmatismos políticos que en nada ayudan a mejorar la educación ni cooperan a solucionar la crisis de este sector.


Consideramos imprescindible que todos los actores, el Ministerio, los profesores, apoderados y los estudiantes, depongan las caricaturas para referirse al los planteamientos de los otros, bajen las banderas de los planteamientos ideologizados y se sienten en mesas técnicas a conversar sobre los indispensables cambios al sistema educacional.


Sin duda el plan planteado por el ejecutivo para la reforma a la educación universitaria, que abarca una gran cantidad de temas, es un gran paso adelante, agregado al cambio de Secretario de Estado, para facilitar los acuerdos que pongan en marcha los cambios y facilitar un diálogo que se rompió injustificadamente.


Las conversaciones, que creemos deben ser con agenda abierta, deben incluir aceleradamente modificaciones al sistema de acreditación en el sistema universitario, al sistema de selección de los estudiantes, al financiamiento de las carreras y de los planteles universitarios, y un análisis real de las necesidades profesionales del país.


En el caso de la educación primaria y secundaria es más importante que oponerse al lucro mejorar la capacidad de los docentes, actualizar los programas de estudio, que consideramos atrasados en el tiempo, fortalecer las evaluaciones de los maestros y dotar a los planteles directivos de la Autoridad para apartar a quienes no cumplan los objetivos.


Los problemas de infraestructura deben solucionarse en el tiempo, ya el Gobierno ha demostrado su determinación de hacer mejorías importantes en este campo, que deben fructificar prontamente, deben sumarse a premios para los docentes de alta calificación y para los estudiantes que sobresalgan de la media nacional.


Injusta, y en cierto sentido inmoral, nos parece que se pretenda cargar las responsabilidades de la escasa calidad e inequidad del sistema educacional a un Gobierno que lleva menos de dos años en La Moneda, pretensión que vemos como direccionada, e incentivada políticamente, a exculpar a quienes en 20 años poco nada útil hicieron.


Nuestra educación necesita de menos voluntarismo político y de más soluciones técnicas para terminar con sus dificultades, pues, ha quedado demostrado que solo inyectarle recursos, como hizo la concertación, sin mejorar su administración es botar el dinero y seguir jugando con las ilusiones y el futuro de nuestros jóvenes.

viernes, 22 de julio de 2011

Los 4 jinetes… de la Concertación, por Sergio Melnick.


Los 4 jinetes… de la Concertación,

por Sergio Melnick.



Es curioso nuestro querido país. Lo que es concreto y tangible, como la economía, el empleo, el cobre, las exportaciones, la enorme cantidad de estudiantes de bajos recursos en educación superior, la recuperación de la industria de los salmones, el avance en el ingreso ético, las mejoras del Auge, el aumento de las policías, las mejoras en la recaudación del royalty, junto a históricas iniciativas legislativas, como el posnatal de 6 meses, eliminación del 7% de los jubilados, regulación del lobby, el voto de los chilenos en el exterior y otras, indican que las cosas funcionan razonablemente bien. Siempre podrían ser mejores, pero en ningún caso están peor que con Bachelet.


Problemas siempre hay en un país: estructurales y otros más contingentes. Entre los segundos, el alza internacional de los alimentos, que afecta a los más pobres; están las protestas en educación, está latente HidroAysén. También el tema del matrimonio gay, que todos sabemos es sólo un tema de tiempo. Estructuralmente, tenemos la extrema pobreza pendiente, la delincuencia, la centralización, el medio ambiente, el déficit en ciencia y tecnología, la brecha digital, el excesivo presidencialismo.


¿Pero acaso el problema de educación lo generó este gobierno? ¿Acaso HidroAysén es de ahora? Si hasta Lagos, Frei, y los ministros de Bachelet estaban a favor. ¿Acaso recién descubrieron que había universidades privadas? ¿Y quién hizo la ley de acreditación? La hipocresía tiene un límite.


Osvaldo Andrade se refirió al cambio de gabinete como “una bolsa de gatos”. ¿Ustedes creen que así hay alguna posibilidad de dialogar? La Sra. Tohá es “de Ripley”. Fueron ella y Bachelet las que sentaron el precedente de parlamentarios que van al gobierno. Claro, si lo hace la izquierda es legítimo, si lo hace la derecha es perverso. Walker salió criticando el enroque de ministros y lo llamó las sillas musicales. Quién lo puede creer, cuando una de sus propias militantes pasó de subsecretaria de Educación a embajadora, y de ahí a Agricultura: una genio multifacética. Jorge Pizarro parece que se tragó un yunque y aún no lo puede digerir. Amigos, pero ¿qué les pasa? ¿No se dan cuenta que podrían volver a ser gobierno en sólo un par de años? ¿No se acuerdan de la importancia de defender la institucionalidad y la convivencia?


Parece que por magia se olvidaron de sus 20 años: escándalos múltiples de corrupción, sobres de plata, el jarrón Corfo, las pérdidas de EFE, el horror del Transantiago y las pérdidas increíbles de ENAP; los estropicios en Chiledeportes, las inauguraciones truchas de hospitales, los problemas del SENAME, los ratones de la Cenabast y las malezas de la refinería; las aulas tecnológicas, los escándalos de las platas del empleo usadas para campaña, las facturas truchas de Girardi, las casas COPEVA y Chubi; las coimas de las plantas de revisión técnica, las curiosas asesorías de Gendarmería, las malas licitaciones de las cárceles, el puente Loncomilla y los contratos del Registro Civil; las estaciones fantasmas del tren al sur, el sistemático aumento de la delincuencia, las tierras de la CONADI y conflictos mapuches; la mala distribución del ingreso después de 20 años, los bonos millonarios a ejecutivos de las empresas públicas y la sistemática caída de la productividad entre 2006 y 2009; los cientos de centrales térmicas, el numerito del gas, las altas tasas de desempleo, el apoyo a Cuba para la comisión de derechos humanos de la ONU o el segundo avión presidencial porque el primero fue mal comprado; los escándalos en las compras de armas, Cerrillos, las no notificaciones del VIH, el mal manejo en Tocopilla, y tanta otra cosa. Un poco de humildad no le hace mal a nadie.


La Concertación está molesta porque Piñera dijo haber hecho más que ellos en sólo 20 días. Quizá fue exagerado, pero tiene un gran tono de verdad. Bachelet hizo un muy mediocre gobierno, y dijo sus cosillas también. Dijo que la derecha tiembla cuando la izquierda sale a la calle, prometió la más grande revolución en educación de la historia y no tenía proyecto, dijo que nadie se repite el plato. Confesó que a pesar de su instinto, había seguido igual adelante con el Transantiago, y hasta dijo que la política es una mierda. Habló a título de escopeta de femicidio político cuando las encuestas la maltrataban. En fin, harto más de lo que ha dicho el Presidente.


Amigos, es tiempo de mirar al futuro. Mientras el Gobierno trabaja 7x24, los 4 jinetes de la Concertación hacen lo suyo.

jueves, 21 de julio de 2011

¿Más política o más sociedad?, por Gonzalo Rojas Sánchez.


¿Más política o más sociedad?,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


La mirada de los partidarios del Gobierno ha estado centrada en el cambio de gabinete. Unos habrán quedado más contentos que otros, mientras que, sin duda, hay un tercer grupo que, cuando oyó la noticia, entró en depresión terminal. Pero hay algo que los une a todos. En ellos resuena como estribillo la afirmación del confirmado ministro del Interior: los problemas de la política se solucionan con más política.


Todos saben que eso suena bien, pero, practicado a fondo, resulta mal, porque la doctrina correcta en la derecha es que los problemas de la política se solucionan con más sociedad y con algo -con lo que se pueda- de mejor política.


Más sociedad: es lo que el Partido Comunista ha tenido claro desde el comienzo de todo el proceso de movilización que ha desatado. Sus diputados -la cara política- se han sumergido en tareas de apoyo poco visibles, mientras sus líderes juveniles y sindicales construyen desde el conflicto social la mejor plataforma para un futuro éxito que sea efectivamente político. Lo anuncia la presidenta de la FECh: "Queremos darle proyecciones políticas a este espacio, pues hay muchos otros temas que nos hacen converger con el resto de los actores sociales".



Como sucede siempre que hablan los comunistas, eso es ciento por ciento verdad, y ciento por ciento mentira. Verdad, porque para allá van a paso seguro. Tienen que institucionalizar, y hacerlo bien, porque los mundos anarquistas amenazan con comerles la vanguardia y desarticularles las estrategias. Lenin contra Bakunin, una vez más. Y mentira, porque lo que la estudiante anuncia sólo como un proyecto, en realidad lo han venido haciendo desde el primer minuto. Contra todos los que siempre consideran que los comunistas están fuera del curso de la historia, ellos, una vez más, demuestran lo mucho que son capaces de hacer con muy poco.


Al frente, el Gobierno y sus partidarios los observan y concluyen, entonces, que para enfrentarlos hay que hacer más política -un nuevo gabinete, un nuevo vocero, unos nichos protegidos para los presidenciables-, cuando lo que se necesita es justamente otra cosa.


Más sociedad: pero ¿dónde están los movimientos ciudadanos de inspiración gremialista, despolitizadora, que puedan impedir el festín que los comunistas y sus escuderos se dan -contando siempre con muy pocos votos- en las federaciones de estudiantes y en los sindicatos, en algunos colegios profesionales y desde las ONG?


Esos movimientos apenas se asoman por aquí o por allá. Teniendo un gran patrimonio, mucho para dar -claridad de los planteamientos de Jaime Guzmán, 45 años de historia, sólida formación- hacen muy poco: una que otra declaración, una que otra presencia en el debate aquel o en el blog tal, una carta al director por aquí o por allá. Poco, muy poco.


Los comunistas lo saben, porque conocen muy bien la historia, porque comparan y aprenden. Hace 40 años, sus proyectos políticos se enfrentaron con una muy activa base social que los rechazó organizada y valientemente. Hoy, al frente, en ese plano, el PC no percibe una organización contraria sólida y convencida. Lo que ve, más bien, es una masa amorfa de gobiernistas razonablemente confiados en que un nuevo gabinete los sacará del estado de marasmo social de los últimos meses.


Y, quizás, el nuevo gabinete, bajo la misma conducción, piense también así.


Otras fuerzas podrían recordarles a los chilenos, entonces, que si quieren vivir en un país humanizado, tendrán que reconstruir, gremio a gremio, una sociedad comprometida. Mientras eso no suceda, los comunistas se enfrentarán directamente al Gobierno y apuntarán a sus ministros. Ya le pegaron a uno.