4, 11, 18, 25 y "32" de septiembre,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Septiembre, pleno de fechas históricas, nos recuerda cada siete días que ya en el pasado hemos transitado por los bordes del precipicio -como ahora.
Por eso, septiembre es también el mes en que cada uno tiene que tomar decisiones que impliquen renuncias, con vistas a lograr los ansiados acuerdos. Al revés, los que quieran prolongar la batalla, no tienen más que cultivar su intransigencia y su ceguera, es decir, mantener en todo las propias posturas y disparando fuego graneado hacia el adversario.
El 4 de septiembre es el turno de las izquierdas.
El movimiento estudiantil bajo su conducción tendrá ese día la oportunidad magnífica de purificar su posición, quitándole todo ideologismo, toda demagogia.
A esas alturas, habrá podido sopesar ya las posiciones del Gobierno y, en noble actitud, podría comunicar entonces que baja sus peores banderas: la prohibición de todo lucro en educación, la búsqueda de una regresiva gratuidad, la promoción del cogobierno y, por cierto, que entrega todos los locales tomados y se compromete a responder por los daños.
Hará falta, además, que los partidos de la izquierda colaboren con esa decisión. Ya suficientemente han manipulado algunos a los jóvenes dirigentes, mientras otros han intentado subirse a sus demandas, como para que ahora, desprestigiados al máximo, no vean claramente la necesidad de rectificar.
El 11 es el día para el Gobierno y para los partidos que lo apoyan.
Sus renuncias tienen que ir en la línea de dos reconocimientos. Por una parte, que poco y nada tenían pensado para que éste fuese el año de la enseñanza superior -como lo anunciaron- y que, hasta ahora, los parches propuestos para darle nueva forma a la educación chilena apenas calzan entre sí. Por otra, que ante el temor de una nueva debacle en las encuestas, han claudicado ya en algunos de los principios que efectivamente promueven una sociedad docente, acercándose peligrosamente al Estado docente que les exigen desde la barricada. Si la mayoría los eligió para gobernar, a esa mayoría tienen que responderle por tan escasa consecuencia en materias culturales, morales y educacionales.
El 18 de septiembre es el día de los hasta ahora ausentes.
El día de todos los que hemos sido tibios o apáticos, lentos o dubitativos para defender el derecho a la educación y la libertad de enseñanza. Es el día en que deben hacer su mea culpa los profesores que no enseñan y los alumnos que no votan ni exigen clases, los padres que no se comprometen en sus establecimientos y los sostenedores que no reconocen sus errores. Es el día de los vecinos en cabildo abierto.
El 25 puede ser el día de la Democracia Cristiana. Fue en septiembre de 1958, recién derrotado su candidato Eduardo Frei Montalva, cuando la DC declaró que Chile había perdido "su mejor oportunidad para dar un paso hacia el aseguramiento de su futuro y la consecución de un creciente bienestar para todos los sectores".
Este septiembre, si el PDC sabe renunciar a las protecciones que le otorga al Partido Comunista, habrá reabierto su propio camino y el de todos hacia la paz social. Para eso -qué difícil- debe disponerse a evitar que se consolide esa "manipulación e instrumentalización grosera por parte de la izquierda marxista, y particularmente del PC", que Ignacio Walker denunció pocos días atrás respecto de los gremios bajo la UP y que hoy se repite casi igual. Si el timonel de la DC lo recuerda es porque sabe que es la piedra de toque.
¿Y el "32" de septiembre? Es simplemente el 2 de octubre.
Porque si los chilenos no comenzamos en septiembre a solucionar nuestros diferendos, el desastre no será en Rancagua. Será nacional.
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