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martes, 13 de septiembre de 2011

Chile está de luto, por Cristina Bitar.


Chile está de luto,

por Cristina Bitar.







Muchas lágrimas y tinta se han derramado para recordar a las enormes personas que perdimos en estos últimos 10 días. Primero, un terrible accidente en avión se llevó a 21 y, de paso, nos llenó a todos de rabia e impotencia por desconocer aún las razones concretas de lo que ocurrió. A mitad de la semana pasada, la muerte nos volvió a golpear con el fallecimiento de Gabriel Valdés, uno de los constructores de la institucionalidad democrática de mayor éxito en la historia de nuestro país y que hoy pareciera aprestarse a recibir los ajustes que la mantengan vigente. Todo esto nos tiene de luto y nos ha llenado de dolor.





Las 21 personas que viajaban en ese infame avión a Juan Fernández eran hombres y mujeres dedicadas a mejorar Chile. Todos ellos habían decidido que no bastaba con lo mínimo y que era hora de entregar y vivir por otros. Por eso su muerte duele de manera especial. No se trata de un accidente más, sino que en ese avión iba lo mejor de lo nuestro. En él viajaban personas con distintas visiones del mundo y la política. Entre ellos había quienes estaban trabajando desde el mundo privado para entregarse a su país, como el valiente equipo de Desafío Levantemos Chile. También había personas entregadas por entero a servir desde las comunicaciones, desde la compleja tarea de levantar un programa de televisión día a día, destinado a acompañar, entretener e informar a todos desde el canal público. Había en ese vuelo dos mujeres que querían cambiar Chile desde la cultura, viajando hasta los rincones más lejanos del país para hacernos sentir a todos que somos parte de la misma patria. Por último, la aeronave la piloteaban miembros de nuestra Fuerza Aérea, esa que no conoce de guerras ni batallas, sino de operaciones de paz, de servicios a la comunidad y que hace soberanía en cada uno de sus vuelos. Este accidente nos duele como pocos, porque en ese avión iba un crisol de nuestro país, una muestra de tendencias, visiones e ideales, unidos por el mismo motivo: servir a su patria.





Por otro lado, la muerte de Gabriel Valdés duele, pero por otros motivos. No es porque no lo hayamos tenido suficiente tiempo. El nos regaló más de 90 años de vida en los cuales luchó, trabajó y nos enseñó a construir un país mejor. Es difícil pensar que eso sea motivo de tristeza. Es más, fuimos afortunados de tenerlo tanto tiempo con nosotros y lo único que nos queda es darle gracias, donde sea que esté. Lo que duele de su muerte es pensar que lo desaprovechamos, que hubo un momento en el cual él estuvo dispuesto a asumir las riendas de nuestro país y que la política chica, esa que nos inunda hoy día, pudo más. También duele cuando comparamos su vida, su trayectoria y su mensaje con el Chile de hoy. Valdés vivió y luchó por nuestra democracia y murió en un tiempo en que nuestra política sufre una grave crisis de representatividad. Una crisis que tiene mucho que ver con no seguir su ejemplo de trabajo y compromiso. Es inevitable pensar que si más de nuestros políticos y dirigentes sociales siguieran su ejemplo, quizás otro sería el escenario. Más allá de las legítimas diferencias, Valdés fue un ejemplo hasta el día de su muerte.





En tiempos de dolor, de división y violencia, estas muertes aparentemente sin sentido pueden convertirse en una señal. Quizás sea el momento de deponer nuestras legítimas diferencias en servicio de un bien mayor. Esto no se trata de un llamado vacío a la unidad ni de desconocer que tenemos problemas pendientes. Tal como lo hice hace algún tiempo, esto es un llamado a la cordura. Pero esta vez no viene desde el miedo, sino como la mejor manera de rendir homenaje a que la vocación de los 21 y de Don Gabriel. La muerte de todos estos chilenos y chilenas no puede pasar al frío mundo de las estadísticas. Tenemos que ser capaces de tomar el ejemplo que todos ellos nos dejaron, del trabajo que realizaron por Chile y de objetivos comunes que tenían. Tenemos un solo país y lo hemos roto suficientes veces. Quienes nos dejaron en los últimos días seguramente hubieran querido que aprendiéramos a “convivir”, superar nuestras diferencias y solucionar los problemas pendientes, sin que se nos rompa de nuevo.

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