Gabriel Valdés: un canciller para la eternidad,
Don Gabriel Valdés mereció haber sido Presidente de la República. No tuvimos esa suerte; sí la de un canciller excepcional que brillará hasta la eternidad, con luces propias desde tiempos difíciles.
El intervencionismo había renacido con Richard Nixon. Don Gabriel concurrió a la Casa Blanca para plantearle, sin ambages, el respeto a la independencia de América Latina. Casi 20 años después, Kissinger, ya retirado, me reconoció la serena y razonada exposición del ex canciller chileno. Gabriel Valdés, porque era un gigante, no se amilanó ni en esa ni en otras delicadas situaciones.
El panorama vecinal fue más complicado. Desde Perú, el general Velasco Alvarado aspiraba a expandir al sur las fronteras de su país. Don Gabriel, inalterable, eludió la ruptura y se encargó de apoyar a Arica por su importancia geoestratégica. No hace un año, lo acompañamos a esa región junto al Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales, para apoyar un plan de inversiones y sustantivas facilidades tributarias que, si se concreta, lo llenaría de satisfacción.
Los generales argentinos que sucedieron a Illia reforzaron las guarniciones de gendarmería en la zona de Palena, sometida al arbitraje británico iniciado por don Julio Philippi. Don Gabriel continuó el proceso diplomático, logró la declaración Valdés-Zavala Ortiz para ese compromiso, y sumó sus capacidades jurídicas a las de dos destacados agentes —Víctor Santa Cruz y José Miguel Barros— para lograr que poblados chilenos y territorios aledaños nos fueran adjudicados por el laudo. Su preocupación por las fronteras fue permanente: creó una dirección especial para su defensa en la Cancillería, al término de su ministerio puso en marcha el arbitraje del Beagle, y hasta el final de sus días prestó su valioso consejo para nuestra posición ante la Corte de La Haya.
Buscó incesantemente la integración latinoamericana, primero bajo restrictivas concepciones proteccionistas y de soberanía que luego abandonó, porque era un hombre moderno. Recorrió el mundo para fortalecer la cooperación extracontinental y fraguó estrechos lazos con líderes mundiales. Muchos podrían pensar que esas giras y recepciones eran meramente protocolares. No fue así: aun en la visita de la reina Isabel II a Chile negoció condiciones favorables para renovar la escuadra y la Fuerza Aérea. Dejaba pocos cabos sin atar para la acción diplomática. Y lo hacía con habilidad, conocimiento, prestancia y basándose en los más elevados principios y valores.
Gabriel Valdés Subercaseaux: republicano, hombre de Estado y de Derecho, con visión globalizadora, siempre renovado, contrario a los rencores y de profunda entrega y amor por Chile, cualidades que le permitieron ser un canciller notable. La sede de nuestra Cancillería debería llevar su nombre.
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