La mirada de una generación,
por Gonzalo Müller.
A pesar de los retrasos en su implementación, el discurso político de gobierno y oposición sigue asegurando que en las próximas elecciones estarán plenamente vigentes tanto la inscripción automática como el voto voluntario, dos cambios mayúsculos a nuestro sistema político y que apuntan al corazón de la baja inscripción y falta de participación, características marcadas de nuestro padrón durante las últimas elecciones.
Nuestra política —que de tan estable se ha vuelto excesivamente predecible— será sometida a prueba, incorporando a toda una nueva generación de ciudadanos de entre 18 y 25 años. Es éste uno de los motivos por los cuales estudios como el realizado por La Segunda-UDD, publicado el pasado viernes, nos acercan a entender las motivaciones y comportamiento de esta generación y sus diferencias respecto de las anteriores.
Vemos en este estudio que el individualismo sigue presente de manera importante, al observar que un 91% de los jóvenes entre 15 y 25 años cree que su desarrollo depende de su esfuerzo personal; también, un 89% siente que es responsable de su vida y de sus actos. Pero esta mezcla de responsabilidad personal y confianza en sí mismos como protagonistas de sus vidas se va matizando por su disposición a la colaboración y a lo colectivo, y también con su mirada respecto del Estado, en el que un 36% ve un rol importante para asegurar el desarrollo de las personas: significativamente mayor que en las respuestas de sus padres, donde sólo un 22% comparte esta afirmación.
Su mirada de la ciudadanía es aún incompleta. La ven como fuente de derechos, pero no tanto de obligaciones: un 95% se identifica con la frase «exijo que se respeten mis derechos», pero esta cifra baja sustantivamente, a un 80%, a la hora de estar dispuestos a asumir obligaciones para con los demás, lo que tensiona la vida en común, que sin duda requiere de un fuerte compromiso hacia los otros.
La participación para esta generación es parte del juego: quieren participar, pero bajo sus reglas y modos. Así, lo hacen de manera masiva en las redes sociales, donde votan y marcan preferencias, opinan y se abren a participar de discusiones de temas públicos. De hecho, un 57% dice haber usado alguna de las redes sociales con este fin, y un 99% de los jóvenes dice haber votado si algo les gusta. También es una generación que está abierta al mundo y a conocer: un 23% de ellos se ve estudiando o trabajando fuera de Chile, y un 51% dice que usa las redes sociales para conocer personas.
Así, vemos que los jóvenes —lo hemos vivido este año con fuerza en el tema educacional— sí están interesados en participar y provocar cambios, pero que es la política la que no se ha hecho cargo de ellos. No les hemos acercado la ciudadanía y la democracia como canales eficientes para que su participación fluya y aporte; todavía no implementamos el voto voluntario y la inscripción automática, a estas alturas deudas imperdonables del sistema político, cuando deberíamos estar discutiendo sobre voto electrónico y el aumento de las instancias de participación directa.
Nuestra vieja política se verá enfrentada en un año más nuevamente a elecciones, y muchos deben estar pensado en cómo se acercarán a esta nueva generación de ciudadanos. Los que lean superficialmente este estudio se harán de una página en facebook y comenzarán a usar twitter, para abandonarlos después de la campaña, sin entender el compromiso que significa participar de estas redes. El riesgo es que, en la cultura de lo desechable, esta generación les lleva ya demasiada ventaja.
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