A los pies del Everest,
Gonzalo Müller.
Al obtener una aprobación de 27% en la última encuesta Adimark, es un hecho cierto que casi la mitad de quienes votaron por el Presidente Piñera no está aprobando su gobierno, ni se identifican con él. Este hecho esencial pareciera no lograr la debida atención de la autoridad.
Es por esto que bien vale la pena tratar de entender el tipo de fenómenos políticos y sociales —son varios— que enfrenta el gobierno del Presidente Piñera y que han dificultado hasta el extremo el necesario diálogo con la ciudadanía, y la legitimidad y apoyo de sus decisiones y propuestas.
Por una parte, hay una oposición que no logra leer los cambios que ocurren en su base política: la deslegitimación de la obra de la Concertación está en acelerado proceso y sólo ha recibido desde sus dirigentes vagas explicaciones y ninguna defensa. Por otra parte, está la irrupción de nuevas demandas originadas en el estado de desarrollo del país: no basta el acceso a la educación, salud, vivienda; hoy la demanda es por calidad y por un trato justo en la atención. El sostenido crecimiento de la nueva clase media presiona fuerte por cambios en su relación con el poder, demandando transparencia y participación.
En este escenario, ya complejo por los fenómenos sumariamente descritos anteriormente, es que la actitud del Gobierno de poner atención sólo a quienes han sido capaces de presionar y enfrentar a la autoridad ha generado un efecto insospechado, la aparición de otro malestar.
Del 68% de los chilenos que desaprueba al Gobierno, sólo un 39% de ellos declara que se identifica con la oposición, cifra que se ha mantenido más o menos estable durante todo el mandato del Presidente Piñera; es decir, poco y nada del descontento ha sido capitalizado por la actual oposición.
Pero con el inicio de las manifestaciones ciudadanas, los llamados a paro y protestas —que ya se han extendido excesivamente— es la identificación con el Gobierno lo que ha caído más de 12 puntos, desde un 36% en abril-mayo, a un escaso 24% en agosto: son los partidarios del Gobierno los que han dejado de identificarse con él y hoy elevan el nivel de desaprobación a niveles históricos. Sin ellos el Ejecutivo se queda sin caja de resonancia de su mensaje, sin nadie que defienda y explique su accionar a nivel de calle, que es donde los cambios hoy se están produciendo.
Es por esto que hoy debiera ser motivo principal de las preocupaciones del Gobierno no sólo entender este otro malestar, sino iniciar rápidamente la reconstrucción de su relación con quienes lo llevaron a la Moneda. A estas alturas, pensar en ellos como en un voto duro y cautivo aparece como temerario e imprudente.
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