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viernes, 16 de septiembre de 2011

La estela que nos deja Felipe Cubillos, navegante de la vida, por Sergio Melnick.


La estela que nos deja Felipe Cubillos,

navegante de la vida,

por Sergio Melnick.



Felipe es una de esas personas que, cuando se nos van, dejan en evidencia un vacío que nos habla del enorme espacio social y humano que ocupaba. Su última columna de La Segunda, la del indignado, nos mostró también, por oposición, el otro lado, aquello en lo que él creía, aquello a lo que aspiraba como pilares de la sociedad. Al final, lo que creemos es nuestro mapa de la realidad.



Las creencias son nuestros verdaderos valores. Aquello que no queremos transar. Nuestros más grandes tesoros.



De esos tesoros conversamos varias veces con Felipe. De hecho, planeábamos escribir un libro que mostrara el tipo de modelo sobre sus teorías y experiencia con lo que él llamaba la sociedad civil, o intermedia, en la que soñaba. Esa que funciona resolviendo problemas más que por ideologías.



Probablemente en ese texto se hubiera plasmado también algo así como su “credo”, o sus principios con ideas como las que se señalan a continuación, y que son, creo yo, la estela que él, un navegante avanzado, nos deja para seguir.



Felipe nos diría que no querría cubillistas, ni organizaciones, ni nada de eso, y lo respetamos por ello. Este credo es sólo un homenaje con cariño a su estela, para que sepa que se la ve y desde lejos. Felipe diría:



l. Creo en la libertad, sin apellidos. La libertad no es hacer lo que quiero, sino es poder hacer lo que debo. Ello implica un proceso de conocimiento interior, de saber realmente quién soy, de tratar de entender el sentido de cada vida. La libertad fue efectivamente el eje central en la vida de Felipe, la base de su filosofía, su ejemplo fundamental. Fue libre para ir a viajar por el mundo. Libre para emprender sus negocios, y libre para dejar sus negocios por una causa. Libre en sus opiniones, libre en la academia. Se dio la libertad de amar sin apellidos. Fue libre para ser libre.



2. Creo que la libertad es un logro, no un regalo. La libertad es entonces un camino, es un desafío. Es un intento, y por ello requiere elaboración. La libertad es algo que siempre se mueve, crece, evoluciona. Llegada a una frontera aparece la próxima. Es la gran aspiración humana trascendental. Es un fin, no un medio.



3. Creo, nos diría, que no hay libertad sin responsabilidad. Mantener la libertad es una tremenda responsabilidad social. Hay muchas obligaciones, no sólo derechos. Hay que cuidarla, no ponerla jamás en la ruleta de la historia. Es una lucha permanente porque siempre hay alguien que ofrece panaceas a cambio de la libertad. Una vez le pregunté: ¿No será que el enorme consumo del último siglo en la humanidad lo hemos pagado con libertad humana esencial? Temas que quedaron pendientes.



4. Creo en la fuerza de la honestidad y de la integridad. Eso se logra con la coherencia del pensamiento y la consistencia de las acciones con esas ideas, como eje fundamental de la ética.



5. Creo en los sueños, y que los buenos sueños sí se hacen realidad. Es fundamental, nos diría, tenerlos, pero cuidando de no pasarse a las ilusiones. La frontera es tenue a veces. El sueño es una fuerza vital de la humanidad que se ha ido perdiendo. Los sueños, dice Jung, son mensajes de nuestro inconsciente, de nuestro verdadero ser interior.



6. Creo que si quieres puedes, si tratas, logras. Cuando alguien se le acercaba con una propuesta, le decía: “Tienes una idea… anda y hazla”. Yo te ayudo, pero es tu idea, tu proyecto.



7. Creo que si no crees en ti, no les puedes pedir a los otros que lo hagan. Felipe detestaba el asistencialismo puro. Te ayudo a ayudarte, sería su propuesta.



8. Creo que si a ti te importa, les importa también a los otros. Esta fue quizás su última gran campaña, la que no podemos descuidar. Hay que “ver” al que está cerca, al que se te cruza en el camino, y sí te debe importar. Sólo si esa actitud creciera tendríamos una sociedad tanto mejor. Tu responsabilidad está siempre en forma más directa con quienes están en tu camino, “mira” bien a tu alrededor.



9. Creo en el camino del ejemplo, no en la prédica.



10. Creo que las soluciones no están a la izquierda ni a la derecha, están hacia adelante y, si se quiere, un poco hacia arriba. La ideologización del siglo 20 fue muy dañina, pensaba Felipe, es tiempo de avanzar.



11. Creo que lo positivo del ser humano supera ampliamente lo negativo. Esto es simplemente su fe de ello. Pero la acción aquí sería alimentar más al cordero que al león, y de esa manera ganará lo bueno.



12. Creo en el emprendimiento como la fuerza del progreso y en las redes de acceso.



13. Creo que la verdadera igualdad de oportunidades depende finalmente de la educación con libertad. Adoctrinar, decía, es castrar la libertad. La libertad de soñar. La libertad de errar. La libertad de caer y levantarse. Su énfasis en la educación fue impresionante. Felipe decía siempre que la educación era demasiado importante para dejársela a los políticos. El hablaba de la idea de la libertad de las oportunidades para las personas. Esa libertad, pensaba, es la única que no tiene límites.



14. Creo que el mal (lo malo) se combate con bien, no con un mal más fuerte. Es la colaboración, no la guerra. Es la otra mejilla quizás. ¿Cómo se resuelven los problemas en familia?... en general con amor, con comprensión, con contención, escuchando. Un grito no se acalla con otro más fuerte. La violencia no se termina con más violencia.



15. Creo en los empresarios responsables con la sociedad y con los más débiles. Muchos empresarios fueron sus grandes colaboradores y financistas. Pero él les insistía que no era solamente plata lo que le interesaba de ellos, era más bien su experiencia, sus redes, su capacidad de acceso. Ellos saben cómo organizar, cómo ser exitosos. Eso vale más que la plata. Hazte cargo, les decía, enséñale, apadrínalo hasta que salga adelante.



16. Creo en la política (políticos) generosa (os) y tolerante(s). La clase política tiene una tendencia natural a la vorágine del corto plazo, a las dinámicas del poder. Se olvidan de levantar la vista, se olvidan de sus promesas, se olvidan de sus propios sueños.



17. Creo en el camino de los principios, no de las conveniencias. En el camino humano siempre nos vamos a equivocar, precisamente porque somos humanos. Entonces, la pregunta es ¿por qué camino nos equivocamos menos? Bueno, siguiendo principios con coherencia y consistencia. El burro es el único que no cambia, pero se debe cambiar por convicciones, por readecuación de los principios, no por conveniencias.



18. Creo en la equidad más que en la igualdad. La igualdad es sólo un caso particular, la equidad es lo general, la idea relevante. Lo que es “justo” depende de la situación y del problema. A veces es justo recibir en función de lo que produce (como en la economía, el deporte, las notas en la educación, el esfuerzo o la dedicación). A veces sin embargo es justo recibir en función de lo que necesita (como en las emergencias, la salud o las angustias). Y a veces efectivamente es justo que sea igual para todos (como en las oportunidades, la justicia, el acceso a la educación).



19. Creo que la humildad puede más que la arrogancia. No la falsa humildad. Es la capacidad de escuchar al otro, es la compasión (más intensa que la empatía, es entender el sufrimiento del otro, ponerse en su lugar). Es la mirada frente a la enormidad del conocimiento, frente a las propias debilidades, a la sombra de cada cual. Es lo que se siente, diría, al estar solo en medio del océano.



20. Creo, diría finalmente, que la verdad se basta a sí misma. Esa es una manera de enfrentar a la vida y a la sociedad. Es una actitud. Otras de sus actitudes características fueron: perseverar contra viento y marea, escuchar hasta el final, no procrastinar, amar lo que se hace, hacer lo que ama.



Creo, diría Felipe, que la vida es una gran aventura que vale la pena, que sí tiene sentido y para buscarlo hay que navegar por ella. Confieso que he navegado, diría Don Felipe Cubillos.

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