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martes, 9 de marzo de 2010

¿Se puede hablar de algo que no sea el terremoto?, por Eugenio Guzman.


¿Se puede hablar de algo que no sea el terremoto?,

por Eugenio Guzman.


La respuesta a la pregunta del título es que no podemos dejar de hacerlo. La razón no es sólo atribuible a que resultaría extemporáneo abordar otro tema, sino también porque los acontecimientos revelan que existen muchas aristas para ver las consecuencias de lo ocurrido.

En este sentido, se pueden visualizar dos temas que tienen que ver más directamente con políticas públicas. El primero guarda relación con los desafíos que genera el terremoto a la acción del Estado.

En efecto, se podría plantear que hoy más que nunca éste ha demostrado carencias importantes en materia de eficiencia para responder a las urgencias. Más aún, ha quedado en evidencia que el reclamo de algunos por un Estado más grande y musculoso está lejos de ser la necesidad más urgente del país, sino la agilidad y versatilidad, dos atributos de los que, por lo general, carecen los órganos sobredimensionados y centralizados. En tal sentido, es clave superar las fórmulas de clientelismo político que hoy subsisten en el Estado, sustituyéndolas por sistemas basados en la evaluación técnica de proyectos, los que por años fueron liderados por académicos de la talla de Ernesto Fontaine.

Dicho de otro modo, los efectos del terremoto nos brindan una oportunidad única para deshacerse de aquellas prácticas que privilegian criterios políticos más qué técnicos basados en la gestión eficiente. En este sentido, además, el terremoto ha dejado en evidencia que la clave en las organizaciones no es sólo la claridad de funciones y objetivos, sino también la selección de personal; esto es, de los encargados de la toma de decisiones. Un buen directivo, del sector público o privado, es uno con capacidad de respuesta tanto en situaciones de normalidad, como en aquellas de urgencia e incluso incertidumbre. Por eso resulta fundamental la selección de directivos en el Estado.

Un segundo tema tiene que ver el norte que en el próximo gobierno se fije a las políticas públicas; algunos les llamarían sueños, otros modelos, pero lo cierto es que estamos hablando de la forma, estamos pensando el país hoy y cómo pensamos que sea en el futuro. A modo de ejemplo, en materia de vivienda puede que en lo inmediato el énfasis puesto en construir mediaguas permita canalizar todos nuestros sentimientos de altruismo y generosidad; sin embargo, la verdad es que el Chile de hoy no es el de la década del 80 ni menos de la del 60. Esto no significa que los ejercicios de solidaridad no sirvan, son extraordinariamente útiles para los estados de ánimo. Pero reconstruir ese Chile derrumbado y devastado implica responder con todo lo que hoy sabemos en materia de sustentabilidad, tecnología y eficiencia. Un ejemplo al respecto es Alejandro Aravena y sus colaboradores en Elemental, quienes junto a profesionales de otras instituciones han dado con soluciones sociales de prefabricaciones pesadas en el cortísimo plazo (incluso 24 horas), que son las que necesita el Chile del Bicentenario.

Lo que se trata de señalar es que el próximo gobierno tiene una oportunidad de introducir cambios claves para la consolidación del desarrollo, lo cual se ve reforzado por una reflexión respecto de lo ocurrido después del terremoto. Para bien o para mal, los terremotos en Chile han producido una verdadera “economía política de los sismos”. En algunas ocasiones las lecturas que se hicieron no fueron las más acertadas; hoy día podemos aprender de nuestras experiencias. Un país cuyo ingreso per cápita supera los US$ 15.000 y está entrando a su tercer centenario requiere ser pensado de otro modo, con “sueños” más ambiciosos, precisamente, porque puede hacerlo.