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jueves, 11 de marzo de 2010

Restaurador, por Gonzalo Rojas.

Restaurador, por Gonzalo Rojas.

El tajo es enorme. Probablemente no se conoce aún su verdadera dimensión, porque tiene que ver con las más profundas coordenadas del alma humana. Pero, hasta ahora, la herida supura por dos lados muy evidentes: el pillaje y la ineficacia.

Unos desplegaron toda su actividad; los otros, apenas se movían. Unos dejaban en evidencia que son lo peor de la sociedad; otros, supuestamente, eran lo mejor. Pero unos y otros decepcionaban por la misma causa: una pobre y errada concepción de la persona humana.

Saqueadores y funcionarios, sin haberse concertado, develaban ante todo Chile el deterioro del orden, de la autoridad, de la familia y de la subsidiariedad.

Por todo eso, el gobierno que se inicia mañana ya no debe plantearse oportunidades, sino sólo deberes. O se transforma en una administración restauradora o todo el sufrimiento de estos días habrá sido en vano y se repetirá por otras causas, cualesquiera que sean.

Restauración del orden. Porque hubo un día nefasto en la historia de Chile en el que el presidente del Colegio de Periodistas apareció junto a la Presidenta, casi custodiándola, para que ella declarara su repudio a la acción de Carabineros (por cierto, el mismo periodista dirigía en estos días recientes noticiarios en los que se mostraba a esos uniformados totalmente superados por las turbas y bandas de saqueadores). Es imprescindible un cuerpo de Carabineros que en el futuro sea tan admirado por la muerte de su General Director como por su legítima acción represiva, cuando haga falta.

Restauración de la autoridad. Porque ha habido mil prédicas para desacreditar a los que saben, a los que tienen más experiencia, a los que invocan la historia con conocimiento cierto. Por eso, se hace muy necesario que el ministro de Educación les diga a los profesores que deben enseñar verdades y no dudas, y que el ministro de Cultura abra paso a la belleza y no financie la agresión visual, y que el ministro de Justicia invoque para los más débiles —los militares procesados por ficciones— la autoridad del sentido común.

Restauración de la familia. Porque ha sido depredada, desde el matrimonio a la vivienda y desde la sexualidad a la salud. En todas sus dimensiones, la tarea del Gobierno deberá consistir en políticas claras que restauren la indisolubilidad del matrimonio, que posibiliten la vida íntima en el hogar, que promuevan la limpieza de las costumbres especialmente entre los jóvenes, que dignifiquen el dolor y la muerte. Y que nunca más ningún audaz promueva uniones de hecho ni píldoras invasivas, porque en la destrucción de la familia chilena está precisamente el caldo de cultivo de todos los vicios sociales que hoy se lamentan. No percibir esa obvia relación, colocaría a los audaces en la simple categoría de los tontos.

Pero, además, el nuevo gobierno ha de desarrollar toda su actividad procurando que sean primero los simples ciudadanos organizados quienes intenten reconstruir, con sus propias fuerzas.

Es la imprescindible restauración de la subsidiariedad. Porque en estos días ha quedado demostrado que los mismos chilenos que rechazaron mayoritariamente la posibilidad de buscar soluciones mediante “más Estado”, han comprobado la ineficacia de tantos de sus agentes. Y los que votaron Frei, sin duda, han experimentado el estremecimiento de pensar que lo que padecieron podría haber continuado cuatro años más.

Por eso, hace falta un estímulo prolongado a toda la notable actividad social desplegada en estos días, porque lo que funciona es justamente otra cosa: “más sociedad”.

Patria, patrimonio, restauración: tareas para un nuevo gobierno al que muchos le desean que le vaya bien. Pero, en realidad, lo importante es que lo haga bien.