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martes, 30 de marzo de 2010

Días tristes para la Iglesia, por Cristina Bitar.


Días tristes para la Iglesia,

por Cristina Bitar.

La Iglesia pasa días tristes. El conocimiento público y el reconocimiento oficial de los abusos cometidos por el fundador de la orden de los Legionarios de Cristo y por sacerdotes en Irlanda han golpeado duramente a sus pastores y a su grey, que ven con dolor cómo algunos de sus miembros cayeron en conductas deleznables y, a veces, abiertamente delictuales. Del mismo modo, se conoce ahora, algunos obispos y otras jerarquías eclesiásticas tuvieron una actitud vacilante, temieron el escándalo y prefirieron, equivocadamente, intentar «cuidar» la institución antes que asumir el costo de sancionar a los responsables y acoger a las víctimas. Tal vez algunos de ellos lo hicieron para no escandalizar a los fieles y no hacer más daño. Especialmente duro es para quienes, de buena fe, dudaron de algunas acusaciones o derechamente las negaron, pues pensaban que era imposible que sacerdotes a quienes conocían como hombres piadosos y buenos cristianos pudieran haber cometido aquellos actos de los que se los acusaba.

No quiero detenerme en estos tristes episodios, salvo para compartir el dolor de quienes sufrieron abusos por parte de aquellos que tenían una responsabilidad especial de cuidado y fidelidad al apostolado religioso que habían abrazado, pero es bueno recordar que una cosa es la Iglesia y otra distinta los hombres y mujeres que la componen: seres humanos como todos, que tienen virtudes y defectos, de modo tal que en ella se encuentran la grandeza de la santidad, pero también —cómo evitarlo— la miseria de nuestra humana naturaleza caída.

Lo importante es que el Papa Benedicto XVI ha encarado el tema de la mejor manera posible, de frente, asumiendo el costo total, pidiendo perdón con humildad y marcando una senda por la que la propia Iglesia intenta reparar, en lo que sea posible, el daño que algunos de sus hombres causaron a víctimas inocentes. Asimismo, el Papa ha despejado fuera de toda duda que es un error pensar que se puede hacer un bien a la Iglesia ignorando u ocultando abusos. El Papa siempre ha mostrado tolerancia cero en estas materias y, junto con pedir perdón por las faltas de esos miembros de la Iglesia, ha indicado que, además de tener una sanción eclesiástica, estos casos deben juzgarse en el ámbito civil o penal; en esto fue muy claro en su visita a Estados Unidos. El resultado que debiéramos esperar es que la valentía del Papa Benedicto XVI llevará a la Iglesia, en el largo plazo, a fortalecerse, a ser más humana y al mismo tiempo más fiel a su mensaje.

En Chile hemos visto el sufrimiento de una comunidad muy particular, a la que quiero expresar mi solidaridad y afecto. Me refiero a todos los que componen la familia de los Legionarios de Cristo. Sacerdotes, profesores, apoderados y alumnos de sus colegios. Qué duro debe ser para todos ellos comprobar que la persona a la que admiraban y veían como un modelo de vida cristiana no era realmente como ellos pensaban. Hace un tiempo esta misma comunidad vivió una tragedia terrible cuando un bus con alumnas del Colegio Cumbres se desbarrancó al interior de Arica y murió un grupo de niñas hermosas y buenas, que tenían la vida por delante. Recuerdo que entonces acompañé a algunos de los padres y pude ver, junto con el dolor natural ante la desgracia, a una gran familia a la que une la fe y un proyecto de vida común, que se apoyaba, que estaba unida y que era capaz de sobrellevar con entereza y serenidad el momento más duro que puede tener un ser humano, cual es ver partir a un hijo. Pero, por eso, porque los vi en un momento como ése, es que estoy segura de que la comunidad de los Legionarios de Cristo es lo suficientemente fuerte y sólida como para superar este momento y que la prueba que hoy enfrenta, aunque dura, no alcanza para destruir el corazón de una orden que ha hecho mucho bien y que, aunque de alguna manera haya perdido a su fundador, sigue teniendo a su inspirador y su centro, aquel en el que siempre encontrarán el camino, la verdad y la vida.