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viernes, 15 de agosto de 2008

No nos hagamos cómplices de la amoralidad.

No nos hagamos cómplices de la amoralidad.

El accionar de los políticos oficialistas sigue degradando la función pública, en la que ahora ha entrado la “compra” de votos parlamentarios, a cambio de dadivas para sus electores, con el fin de que aprueben los proyectos gubernamentales.

Pensamos que estas perversiones, que demuestran absoluta falta de valores, son las que han conducido a la imagen que tiene la ciudadanía de la noble función pública y dan la razón a los jóvenes en su renuencia a inscribirse en los Registros Electorales.

Sin duda no es ética la forma de hacer política, ni del que emite su voto para obtener beneficios regionales, que se traducen en votos para el vendedor, como tampoco las de aquellos que compran conciencias con cargo al Tesoro Público.

Muchas veces hemos escuchado a los políticos vanagloriarse de su “pragmatismo”, que traducido al castellano significa hacer solo aquello que los beneficia personal o grupalmente, dejando de lado los intereses de la Nación.

Creemos que debe volver a la política el principio básico de la nacionalidad, que se deben recuperar los valores básicos, reinstaurar el derecho natural y por sobre todo “cristianizar” la acción de esta clase dirigente.

Con horror vemos que la palabra empeñada ha perdido todo su valor, que las promesas electorales son olvidadas el mismo día en que son electos, que nada les importan los sufrimientos del resto del pueblo.

Cada cierto tiempo escuchamos que han hecho lo “políticamente correcto”, es decir que han transado las ideas por beneficios económicos o electorales, pero nunca los vemos enfrentar las dificultades con el coraje que proporciona hacer lo moralmente correcto.

No consideramos posible que sigamos con esta clase de actuaciones demagógicas u oportunistas, imaginamos que nuestro deber es elegir a las Autoridades por sus valores y considerando las capacidades que han demostrado.

Al votar por un candidato, al que entregamos nuestra porción personal de la soberanía popular, debemos indagar quien es, que ha hecho y no olvidar los valores que ha evidenciado a lo largo de su existencia.

No nos hagamos cómplices de estas bandas de amorales que se han encaramado a los sitios de poder, utilicemos nuestro sufragio para designar a Representantes de los que podamos sentirnos orgullosos, dejando en el camino la mediocridad ambiente.

Chile puede salir del estado de postración al que lo tienen sometido, pero para esto es necesario sacar a esta gente moralmente putrefacta e instalar en el poder a gente trabajadora, decente y cumplidora.

De no hacerlo bien, una vez más nos veremos llorando como niños, por aquellas decisiones que no hemos sido capaces de tomar seria y meditadamente, poniendo en riego el futuro y castrando las posibilidades de los jóvenes.