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jueves, 31 de julio de 2008

“La mujer del Cesar no solo debe ser honesta, sino que además debe parecerlo”.


“La mujer del Cesar no solo debe ser honesta, sino que además debe parecerlo”.
A algunos les podría parecer sexista esta recomendación romana, pero todos entendemos que se refiere a la autoridad, que no solo debe posar de honestidad, sino que esta debe ser percibida por la ciudadanía.

Difícil misión, sobretodo en esta época de rápidas comunicaciones, que obliga a los cargos directivos a prestar una excepcional atención a la probidad de sus colaboradores y a una gran prontitud en las sanciones.

Los sucesos de los últimos tiempos, en los que se ha tratado de encubrir o de esconder situaciones anómalas no han colaborado precisamente a mantener la imagen de la Administración ni la de la política, que en el sentir popular se han degradado.

Las solución de este brutal desprestigio parte por la elección de personas idóneas, con capacidades innegables de liderazgo, conocimientos excepcionales y “tonelaje” para el trabajo en equipo.

Requiere además una exhaustiva revisión de los antecedentes de los colaboradores que selecciona y la permanente monitorización del cumplimiento de sus deberes y de las normas que rigen el Servicio Público.

Nosotros creemos que es imprescindible realizar las modificaciones legales que permitan castigos ejemplares, a la vez de sanear la política por medio de la posibilidad de procesos revocatorios a quienes se aparten de la moralidad.

Para los cargos públicos de elección pensamos que es imprescindible proporcionar “fuerza” a los programas con que solicitan nuestro apoyo ciudadano, transformándolos en un documento exigible por el que deben responder.

Gran parte de la falta de interés en la actividad política es el resultado inevitable de promesas, con las que se explotan las necesidades populares, que inmediatamente de accedidos a situación de poder son olvidadas.

Los pueblos elegimos, a los que designamos cediendo parte de nuestra soberanía popular, a administradores del Estado que además soluciones, de acuerdo a sus promesas, los problemas que afectan a la población.

Las Autoridades parecen creerse seres superiores a sus mandantes, lo que explica la manera soberbia con la que actúan, su mala memoria en los ofrecimientos y agendas tan alejadas de las realidades que vivimos.

Consideramos un despropósito el actuar de “sordos y ciegos” con que se hacen los que no escuchan en clamor de una ciudadanía que sufre con sus errores y la facilidad con que se aíslan en burbujas de irrealidad.

Hace años sostuvimos que necesitábamos gobernantes “puertas adentro”, porque siendo muy importantes los aspectos internacionales, el primer deber de las autoridades es satisfacer las necesidades de sus pueblos, de sus patrones.