Chile en peligro
Ver actuar y escuchar a nuestras autoridades debiera ser un motivo de orgullo nacional y llevarnos al convencimiento de que se encuentran trabajando por la Unidad del País y por el bienestar del pueblo, eso obviamente mantendría el respeto “majestuoso” que el pueblo ha tenido siempre por nuestros Gobernantes.
Lamentablemente desde el retorno a la Democracia, esa que nos legó el Gobierno Militar, hemos sido testigos de engaños monstruosos en los que por afanes de poder se ha utilizado las necesidades populares y hemos sido vilmente engañados por quienes postulan a las más altas Magistraturas.
Quizás la demostración más palpable de esta “fotografía” es la apatía de la gente por participar en los procesos electorales, en los que el real ganador no es quien obtiene el cargo sino que un inmenso porcentaje de ciudadanos que no se inscribe o no manifiesta preferencia por alguna de las opciones.
Los hechos han desvalorizado a las Autoridades, poniendo, por cierto, en grave peligro la institucionalidad, y el pueblo les ha perdido el respeto que les tenía, por eso debe ser que gran parte de los esfuerzos y recursos policiales están destinados a la custodia de los Gobernantes, en vez de dedicarse a la seguridad ciudadana.
Los Congresistas, sean estos Diputados o Senadores, no dan un mejor ejemplo, manteniendo discursos de lo que creen que la gente quiere, actuando políticamente correctos según el resultado de las encuestas, pero ocultando a la opinión pública sus verdaderas doctrinas y sentimientos.
La Justicia, esa Diosa a la que todos debiéramos exaltar, ha dado muestras increíbles de una peligrosa ideologización y de una gravísima denegación de probidad al establecer chilenos de distinta categoría o emitir sus fallos tratando de agradar al Ejecutivo con miras a sus ascensos personales a los cargos Superiores.
En el país se ha instalado un pragmatismo brutal, que nada tiene que con programas, en el que los actores de la vida pública solo hacen lo que les conviene a sus intereses, sean estos políticos o económicos, poniendo en un lejano plano el sentido del Servicio Público y las necesidades populares.
Hemos advertido de manera permanente, y hasta majadera, los peligros a que conducen estas formas de actuar, pues, han ido cargando la caldera de las frustraciones y el descontento, que podría llevarnos a un estallido social de consecuencias imprevisibles, que arrase con todo a su paso.
Por cierto que la situación creada tiene objetivos políticos totalitarios, esos que nunca ha abandonado la izquierda que aunque se dice “renovada” insiste en manipular las odiosidades sociales con vista a hacerse del poder completo, su soñada dictadura del proletariado que aherroje nuestras libertades.
Los riegos son tan evidentes que ante la falta de credibilidad de la clase política puede aparecer en cualesquier momento un “líder” populista que se encarame en el poder, por la razón o la fuerza, imponiendo para Chile un gobierno de corte Castro Chavista, bajo el neo signo comunista del bolivarianismo.