CHILE LLENO DE FRUSTRACIONES.
Desde La Moneda recibimos permanentemente un “bombardeo” tratando de demostrarnos lo bien que estamos, lo buenos gobernantes que han sido, las inmensas preocupaciones que tienen por los más débiles, que los hechos simplemente no registran.
Las cifras económicas son por decirlo de manera suave, malas, con una alta desocupación, una inflación desatada y un crecimiento débil, cifras, que a pesar del maquillaje con que se exponen, se ven reflejadas en la realidad que vivimos la mayoría de los chilenos.
Al menos un 10% de la población carece de trabajo, un 30% recibe como remuneración un vergonzoso salario mínimo, lo que traducido al castellano implica que 4 de cada 10 chilenos viven en la absoluta miseria y que escasamente alcanzan, cuándo pueden, a satisfacer las necesidades mínimas.
La gente pide que le llegue el bienestar que demuestran las cifras macro, que aparentemente solo alcanzan para un puñado de privilegiados, esos que tienen pegas dignas, para los concertacionistas, que se nutren de buenas rentas del Estado y para algunas grandes empresas.
Sin duda alguna hemos sido engañados durante estos 18 años, en los que hemos sido Gobernados con desidia e incapacidad, cuándo no con rapiña, despreocupándose absolutamente de los sufrimientos que se le ocasiona a una inmensa cantidad de chilenos que viven en la miseria.
Si Chile fuese un paciente atendido por la Doctora Michelle Bachelet, con el mismo tratamiento que se da al país, sencillamente estaríamos acercándonos a pasos agigantados a un sepelio de nuestra Nación.
Gracias a Dios, estos dos últimos Gobierno, que han culpado al mundo de su propia y extrema incapacidad, han contado con condiciones exógenos no manejadas por ellos, como el precio del cobre, sin las cuales el resultado evidente sería un espantoso decrecimiento económico.
Es cierto que contamos con sólidas reservas internacionales, no debidas a la capacidad de nuestros gobernantes, que de invertirse bien, sin duda alguna habrían preparado al país para un eventual decrecimiento del precio del metal rojo, con la industrialización de nuestras materias primas.
No nos han contado, pero la deuda externa chilena, en este periodo de bonanza, a crecido a niveles increíbles, por cierto a tasas de interés menores que las que hemos solicitado créditos para financiar la expansión de CODELCO, el Transantiago o el fiasco de Ferrocarriles del Estado.
Junto con las deudas económicas en el extranjero, que han llegado a ser fastuosas, seguimos acumulando una deuda social impresionante, que configura el engaño increíble del que hemos sido objeto los ciudadanos chilenos a los que se nos ofreció crecimiento con igualdad y preocupación por nosotros, para solo entregarnos frustraciones