¿Cómo se sale de todo esto?,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
"Esto". Ante todo, ¿qué es "esto"? Es la situación nacional, esta curiosa mezcla de política y humores, de Congreso y de calle, de atónita pasividad y de exaltada movilización, de indecisión gubernamental y decisiones juveniles, todo eso, que junto y mezclado, mete cada siete días al país en un estanque de lavadora y lo revuelve entero.
Sin contornos determinados, pero con un núcleo bien definido, "esto" avanza desde mayo y se va comiendo ambientes y argumentos, climas y documentos, como lo hacía la Nada en "Una historia interminable". "Esto" crece sin que haya claridad completa sobre su origen o fines; ni siquiera se conoce la velocidad de sus próximos pasos, aunque sí su dirección. "Nadie entiende nada", afirmaba hace pocos días uno de los hombres públicos más capaces del país. Nadie, ni él tampoco, declaraba humildemente.
Pero eso no exime del esfuerzo: hay que intentar comprender a fondo lo que está pasando, porque el tiempo se acorta.
Se asoma, en todo caso, una ayuda que será importante. La situación va a comenzar a decantar, sí o sí, los próximos días 24 y 25. No es frecuente en la vida de las naciones que un hito decisivo -extraelectoral- se anuncie y se postule, con tanta claridad. Pero así será: el paro nacional ya convocado para esos dos días va a colocar a los cuatro actores principales de "todo esto" frente a su hora crucial.
El movimiento callejero dejará de tener una conducción principalmente estudiantil y educacional. Otras fuerzas -sindicatos de variadas ramas de la producción nacional- entrarán de manera mucho más protagónica en "todo esto". De una actitud solidaria con la conducción juvenil, pasarán a liderar las movilizaciones con sus propias demandas. También ellos tienen mucha plata en juego y querrán llevarse de ahí en adelante la mejor tajada de los dividendos. También ellos tienen mucha ideología incorporada y querrán destacarse por encima de las caras bonitas.
Esa apuesta ampliará su base, pero sincerará su auténtico objetivo. Pocos lo quieren afirmar en público como lo ha hecho Sergio Melnick, pero se irán convenciendo. La conducción comunista se hará esos días más evidente para el 45 por ciento de la población que aún no la vislumbra.
Un segundo actor, que va despertando, tendrá su mejor oportunidad de levantar cabeza, abrir más la boca y tocar el bombo, ya que la cacerola cambió de bando. Ciudadanos del mundo, por ahora desunidos, encontrarán muchas maneras -algunas ya insinuadas- de decir basta; otras surgirán después de las jornadas del 24 y el 25, porque se va a agudizar la imaginación de una ciudadanía que también sabe de malestares ante "todo esto".
Así planteadas las cosas, podríamos tener más de alguna lucha callejera entre unos y otros. O muchas, y quizás algunas muy graves.
Es el momento, por lo tanto, de los otros dos actores, que son los que pueden y deben evitar unas batallitas callejeras nada convenientes.
El Gobierno sabe -tarde ha venido a darse cuenta- que está siendo acorralado y que entre sus rivales declarados crece la sensación de éxito en el estrechamiento del cerco. Ha llegado el momento de una operación de flanco, la única posible.
Y la Concertación sospecha que un final grotesco de la administración actual en nada la beneficia, porque heredaría un clima insostenible de presión sobre la nueva mandataria. "Esto", una vez lanzado, también se iría en su contra. Por eso, intuye la necesidad de esa convergencia con el Gobierno, y por el flanco.
Pero un acuerdo exitoso tendría que ser público, excluyente del PC de modo explícito, y a plazo fijo, es decir, por los años finales de esta administración y los primeros de la siguiente.
Quizás después del 25, eso sí, ya sea demasiado tarde.
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