Nuestra visión sobre la muerte de Allende,
por Mario Montes.
Se intenta presentar a Salvador Allende como un verdadero héroe que prefirió dispararse un par de balazos en la cabeza como una demostración de dignidad superior y como un ejercicio, que algunos han llegado a calificar de escalofriante, ejercicio de responsabilidad política.
Creemos que para analizar el suceso hay que retrotraerse a la época, en la que el país lucía desbaratado económica, política y socialmente, donde las Leyes habían perdido eficacia por la falta de respeto del Ejecutivo a los fallos judiciales, con lo que se transformó en letra muerta.
Nuestra patria estaba irremisiblemente dividida por las odiosidades sembradas desde mediados de los sesenta y se dirigía, sin lugar a dudas a un enfrentamiento fratricida que era fomentado desde la mismísima Moneda y por medio de los grupos armados del oficialismo.
En esas circunstancias, y conciente de que debería rendir cuentas al país por el enorme daño realizado, el Presidente Salvador Allende Gossens decidió, como se lo había ordenado Fidel Castro en su interminable visita a Chile, un mes, quitarse la vida.
Se ha tratado de dar a este suceso connotaciones épicas y emotivas para deificar al destructor de Chile partiendo de la base de una elaboración falaz que hiciera en La Habana Fidel Castro, a fines de septiembre de 1973, transformaron al cobarde en héroe.
Fidel Castro aseguró ese día que con el suicidio se perseguía ocultar “el comportamiento extraordinariamente heroico del Presidente Allende”, quien, tras hacer chatarra dos tanques militares con certeros disparos de bazuca, murió metralleta en mano, acribillado por “los fascistas”.
Testigos privilegiados de ese momento, como la Periodista Frida Modak o los Doctores Arturo Jirón y José Quiroga, contaron lo realmente sucedido, que Allende se suicidó, pero por publicidad y manipulación de la realidad se impuso la versión maniquea del chacal caribeño.
Entre las palabras de esa noche el tirano cubano ejemplifico que “Así muere un combatiente verdadero”, agregando una nueva consigna: “Los revolucionarios chilenos saben que ya no hay ninguna otra alternativa que la lucha armada revolucionaria”.
Interesante resulta anotar que desde el mismo 11 de septiembre de 1973 nuestra historia se comenzó a manipular desembozadamente y a promover una especia de guerra de liberación, típicamente comunista, para terminar con la “dictadura” de Pinochet.
Hoy por medio de su exhumación y exámenes teratológicos, realizados en el Servicio Médico Legal, con asesoría de 5 expertos extranjeros, se pretende llegar a una nueva versión de esa realidad con claras intenciones de mantener vivo el mito y un heroísmo inexistentes.