El oráculo de Vidal,
por Gonzalo Müller.
Hace casi seis meses el ex ministro Francisco Vidal lanzó una de sus acostumbradas frases, esta vez referida a las posibilidades de desarrollo de los nuevos rostros de la Concertación y su proyección presidencial, calificándolos como «liderazgos yogur», por tener fecha de vencimiento.
Más allá de la originalidad de la frase, transcurrido ya un tiempo sus palabras van reflejando la realidad que vive la llamada generación de recambio en la Concertación: la de verse obligados a asumir un protagonismo y liderazgo que hasta ahora no han logrado, la de buscar una conexión con la ciudadanía que desde la oposición no se hace nada fácil, pero, sobre todo, la de transformarse en alternativas razonables frente a la posibilidad de que la ex presidenta Bachelet decida no volver a Chile para ser candidata.
Bajo esta lógica, el discurso de las primarias como mecanismo que solucione todos los problemas de legitimidad, haciéndose cargo de la penosa experiencia vivida con Frei y Gómez, tiene fundamento también en la necesidad de establecer un itinerario y un camino claro para todos aquellos que aspiran a ser candidatos. El tema tampoco incomoda a quienes no creen que los Lagos Weber, Tohá u Orrego sean reales alternativas para la Concertación, y prefieren que la renovación siga esperando su turno: desde ya otro ex ministro de su gobierno, en este caso Edmundo Pérez Yoma, declara que la ex presidenta Bachelet no tendría problemas en competir en primarias, descartando que se repita lo vivido por el ex presidente Lagos, quien se habría negado a concursar por una segunda candidatura presidencial.
En realidad, todavía en la Concertación conviven, en una calma engañosa, aquellos que apuestan por una renovación y que incluso hablan de refundación del referente de centroizquierda, y quienes sienten que aún pueden seguir en la primera línea por una elección más y aspiran a tratar de regresar con Bachelet al Gobierno.
Francisco Vidal, con su definición respecto los nuevos liderazgos, pone a éstos en una situación casi imposible. Primero, les coloca metas y plazos (estar marcando en las encuestas de manera razonable a diciembre del 2011) y, segundo, les pone un parámetro de medición, Michelle Bachelet. Así, al ubicarlos en contraposición a ella, sutilmente indica que los dirigentes y partidos de la oposición deberían definirse entre apostar por ellos o quedarse con la ex presidenta.
Todavía quedan seis meses para el fatal plazo dado por Vidal, y resulta que ya son varios los que abiertamente empiezan a manifestar su interés por ser candidatos presidenciales. También cada uno de los partidos declara su intención de llevar un nombre de sus filas para medirlo en primarias. Hasta ahí todo bien. Pero la realidad nos indica que es muy difícil que si la ex presidenta decide ser candidata tenga al frente a alguien que quiera competir con ella, salvo un liderazgo menos institucional, como el de Marco Enríquez-Ominami, enfrentamiento que por lo mismo sería muy poco probable.
Pero aún faltan dos años y este debate que recién comienza en la Concertación tiene todavía mucho por recorrer. En parte, porque todo lo que se diga y haga a tanta distancia es prácticamente gratis, sin consecuencias, y porque la elección municipal del próximo año sí definirá de mejor manera el escenario que tanto el Gobierno como la oposición enfrentarán para definir sus candidatos. Así, aunque el oráculo de Vidal hasta ahora ha funcionado validando la primera parte de su predicción para los nuevos liderazgos, para verificar su vencimiento lácteo deberemos seguir esperando un año más.