Dinamitando nuestra sociedad,
por Mario Montes.
Primero fueron dinamitadas la Patria y las Fuerzas Armadas, con lo que se socavó uno de los pilares fundamentales de la nacionalidad, luego vino el turno de la familia, que fue pulverizada restándole autoridad a los padres y terminando con los conceptos de obediencia, la fase final, que hace tiempo está en plena marcha, es la de infamar a las organismos religiosos y los frenos morales que ellas implican.
No se explica de otra manera la denuncia permanente, y con gran publicidad, a algunos curas degenerados, de los que hay como en todos los cuerpos sociales de las sociedades, pero, a las que se busca generalizar como manera de esterilizar la acción espiritual de los conglomerados religiosos y ganar, por secretaría, la lucha que no se atreven a dar contra Dios.
Puede parecer maquiavélico, pero es la simple implementación de la planificación del italiano Antonio Gramsci, que dio la herramienta teóricas a un neo marxismo al enseñarle a disfrazar sus intenciones totalitarias y a plantear un nuevo orden que necesita imprescindiblemente la desintegración social, la infiltración de las instituciones y la destrucción de los sentimientos de pertenencia social.
Las posturas gramccianas han sido plenamente acogidas por los estamentos socialistas marxistas, que ahora, a pesar de su claro sentimiento antidemocrático y liberticida se presentan como los adalides de la democracia y las libertades, las que, ciertamente, están prontos a liquidar apenas llegan a posiciones de poder.
Por medio de posiciones seudo ambientalistas, sumadas a un griterío fuerte, pero provocado por escuálidas minorías, están obligando a las sociedades a mantener estáticas las situaciones económicas, base importante para insistir en la propagación de odiosidades sociales que en su planificación arrasarán con lo que queda de la institucionalidad.
La sociedad está hoy indefensa por la comodidad ciudadana que prefiere no dar las lucha ideológicas de esta época y por la inexistencia de trabas morales que les impidan apropiarse de nuestros sentimientos nacionales, de nuestros valores morales y por medio de concepciones estatistas están a punto de robarnos nuestras preciadas libertades.
Nos han adormecido con atractivos cantos de sirena, con edulcoradas promesas de un mundo mejor, pero, cuándo despertamos del sopor propagandístico al que nos están sometiendo, para el que cuentan con la complicidad de la prensa tradicional y del un copioso financiamiento internacional, estamos en condiciones de detectar la felonía.