Brilla el sol,
por Felipe Cubillos.
Hoy quisiera compartir una experiencia personal. Hace algunos meses tuve el privilegio de conocer a Juan Carlos Hernández, director de la escuela Brilla el Sol, en Talca. Cuando lo conocí, me contaba con profundo orgullo cómo hacían para educar y, sobre todo, cuidar a más de doscientos niños en situación social muy vulnerable. Me relataba que en su escuela no discriminaban a nadie, que recibían a todos los niños, cualquiera fuera su condición. Desgraciadamente, las instalaciones físicas no eran precisamente una solución para la pasión de Juan Carlos y sus profesores; los baños eran deplorables y no tenían ni siquiera un comedor.
Juan Carlos nos entregó los testimonios de algunos niños de su escuela que nos conmovieron profundamente; aquí van algunos.
Juan: “Yo cuando era chico no vivía en mi casa, vivía en un hogar... yo casi nazco en la cárcel, porque mi mamá estuvo en la cárcel cuando estaba embarazada de mí.
Yo en ese tiempo no vivía con mi papá, porque mi papá y mi mamá se separaron cuando yo tenía como tres años y nos vinimos para Talca. Aquí mi mamá se encontró con un caballero que ahora es mi padrastro. Cuando tenía seis años mi padrastro se fue a la cárcel por tráfico de drogas. Yo con mis hermanos lo íbamos a ver casi todos los días.
Cuando mi padrastro salió, mi mamá perdió a mis hermanos gemelos, porque le dio la corriente con un enchufe que tenía los cables cortados. Al año después nació mi hermana, que le va mejor que yo en el colegio.
Al cumplir los doce años, mi hermano mayor cayó a la cárcel. Me dio mucha pena; hace poco salió”.
José: “Nací el 25 de septiembre de 1997. Una semana después mi mamá me llevó donde mis abuelos, porque no tenía los recursos suficientes, porque mi papá me abandonó y ella andaba en el mundo de los jóvenes. Cuatro meses después mi abuelo murió en una panadería de Pelarco, porque se electrocutó. Quedaron mi abuela y mi tío, el que ahora es como mi papá, que trabaja de empaquetador en un supermercado, mientras mi abuela se preocupaba de darme la educación.
Pasaron los años y mi mamá comenzó a tener más hijos y uno de ellos se fue con su papá. Después nacieron tres más, y ésos están internados, porque el marido la golpeaba, se enojaban un tiempo y después volvían”.
Manolo: “Cuando yo era chico, vivía con mi mamá, mi papá y mis hermanos. En ese tiempo mi papá le pegaba mucho a mi mamá y también le pegaba a mi hermana. Muchas veces mi papá le pegaba con cuchillo; un día mi papá trató de ahogar a mi mamá con un cojín, y yo lo vi y me dijo que no le contara a nadie o si no me iba a pegar.
Un día encontré a mi mamá muerta, colgando con una sábana: mi papá la mató.
Después vivimos con mi madrastra y mi papá; ella me pegaba mucho. Y después mi tía me llevó a vivir con ella y así llegué a la escuela Brilla el Sol, que me ayuda mucho. Los profesores siempre me ayudan y me siento bien, y mi hermano, que está en tercero, también se siente bien. Aquí tengo amigos”.
La escuela Brilla el Sol era quizás como muchas en Chile, terremoteadas por el simple paso del tiempo y por la falta de recursos. Difícil sí entender que una escuela así pueda existir en un país que se precia de estar a las puertas del desarrollo.
Y digo «era», pues desde hoy esos niños y sus doscientos compañeros cuentan con una escuela de clase mundial, donada por una generosa familia chilena que no quiso ser mera espectadora de una realidad que desgarra. Esta nueva escuela nos llena de orgullo, no sólo por su infraestructura, sino porque fue el colegio que más subió su puntaje Simce en la comuna.