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jueves, 12 de mayo de 2011

Candidatos de la Coalición, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Candidatos de la Coalición,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Mayo de 2013 está a la vuelta de la esquina. A esas alturas, la preocupación fundamental en la Coalición no será el contenido del último discurso presidencial ante el Congreso, sino la definición del candidato.


Hay que anticipar al presente esa búsqueda, para que la resolución sea la más conveniente para... ¿la continuidad de este gobierno? No, para Chile.


La Concertación tiene más libertad para hacerlo, porque sus dos ojos pueden estar casi exclusivamente puestos en ese futuro. Y resulta evidente que así es, porque cada día la oposición depende más de la presencia ausente de la ex Presidenta Bachelet, mientras sus parlamentarios se dedican a obstruir las reformas, convencidos de que deben custodiar el monopolio de lo social para su futura candidata.


A la Coalición, los plazos le corren paralelos. Debe gobernar y, al mismo tiempo, debe conseguir que sus seis eventuales candidatos puedan ofrecer un programa que mejore mucho lo presente. Y para que aquéllos se muestren, el mecanismo clave -contrariamente a como lo sugieren algunos dirigentes en ambos partidos oficialistas- no son las primarias.


El tema decisivo es primario también, pero en su sentido más propio: lo primario, lo primero, es que los chilenos sepamos quiénes son realmente las seis personas que podrían alcanzar esa nominación.


El ministro Lavín no pareciera necesitar esa exposición porque ya dos veces ha tenido que mostrarse. Pero, justamente al revés de lo que parece evidente, Lavín es quien más necesitará definirse: los electores querrán saber desde ya por qué Lavín votarían: ¿por el eficiente administrador que ahora retoma su rumbo inicial en Educación, o por el aperturista que en 2005 buscó votos como fuese y, por eso mismo, perdió los que tenía seguros?


El senador Longueira -en estado de transición desde la política hacia afuera de ella- no deja de cautivar con su energía y su decisión. Su problema no es el rechazo que marca, sino la inseguridad que genera su actual e intensa actividad, contrastada con una promesa de abandono de la vida pública. Y si cambia de opinión, ¿hacia dónde movería sus energías?


En el caso del ministro Golborne, las dudas se extienden legítimamente a todo, a todo.


Para el ministro Hinzpeter, las preguntas surgen ya hoy en series interminables. ¿Qué es su nueva derecha? ¿Cómo entiende sus relaciones con los intelectuales a los que con tanta facilidad critica? ¿Es hombre de Coalición o de partido? ¿Su palabra pausada responde a una mente serena o a una escasa experiencia? Y así sucesivamente.


El ministro Allamand deberá partir de lo fáctico a lo teórico, aclarando cómo podría ser un buen candidato quien ha ganado sus elecciones por arrastre, por presentarse solo o... simplemente, ha perdido. Después viene su problema mayor: afirmar explícitamente una concepción de la persona humana, de la familia y del orden social que no corresponda al PPD, sino a una mirada que la mayoría del electorado coalicionista siempre pide a sus candidatos. No parece posible en él.


Con la ministra Matthei el tema es mucho más complejo. Pasa por cuestiones tanto de carácter como de doctrina, de capacidad de dialogar, de reconocer que hay temas en que no posee autoridad. Pasa por su autocomprensión en el medio.


¿Tanto apuro hay respecto de estas y otras interrogantes? Por cierto: en una democracia electoralmente desvalorizada, mientras más claridad haya, mayor estímulo tendrán los electores.


Porque si esto no se aclara, en diciembre de 2013 habrá dos fantasmas compitiendo por la Presidencia: una fantasma conocida y un fantasma por conocer.


Y en ese escenario, el viejo dicho se aplicará a la perfección.


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