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jueves, 19 de mayo de 2011

Educación, lucro y endeudamiento, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Educación, lucro y endeudamiento,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


Te comprendo, estimado dirigente estudiantil. Tienes que plantearte frente a la contingencia de la educación superior porque, efectivamente, hay problemas que afectan a tus compañeros, a tus profesores, a los administrativos, a las familias, a todo Chile. Pero hay inconsecuencias tuyas, estimado dirigente, que no ayudan para nada a que puedas hacer buenas proposiciones y a que consigas adecuadas soluciones.

Ante todo, el modo en que miras el lucro: lo describes como la lepra que se come el sano tejido educacional.

Si eres marxista, te entiendo: para ti todas y cada una de las acciones están regidas por la explotación a través de la plusvalía. No sacaré nada con argumentarte contra esa tesis marxiana, porque ya está en tu sistema de lugares comunes. Quizás, cuando trabajes, compruebes su falsedad.

Pero si eres simplemente un dirigente de buena voluntad, míralo así: en educación, el lucro está presente en todas las dimensiones de aquella actividad y es, casi siempre, necesario y legítimo. Lucramos los profesores al cobrar nuestros sueldos, obtener honorarios por proyectos de investigación, vender nuestros libros y patentes, dar conferencias o hacer asesorías. Lucran los administrativos a medida que suben por los peldaños de los escalafones burocráticos y consiguen mejores condiciones de sueldos y de beneficios. Y lucran todos tus compañeros, estimado dirigente. No sé si te vas a atrever a decírselo a la cara, pero todos y cada uno de ellos -tú también, por supuesto- tienen sus ojos puestos en niveles de ingresos actuales (mientras ya son alumnos, muchos trabajan) y futuros.

Pregúntales si saben cuánto ganarán al egresar y cuánto al quinto año y cuánto al consagrarse. Lo saben perfectamente y eso los atrae. Es legítimo... y es lucro.

Y lucran las editoriales, y todos los proveedores de la educación, y los clientes que contratan profesionales. Todos lucramos: déjate de eufemismos.

Pero además, estimado dirigente, te engañas al creer que tú y tus compañeros son unos indigentes que al endeudarse se condenan al fracaso. Tú y tu familia -mira las estadísticas de los créditos de consumo- viven endeudados. Que si la ropa, que si los electrodomésticos, que si el supermercado, que si las cuotas de las últimas vacaciones. Lo que pasa es que la cultura del ahorro para educación se perdió, como en general se ha deteriorado la provisión de dineros familiares para las necesidades futuras.

Míralo así: pregunta en tu casa cuál es el nivel de endeudamiento por consumo y aplica esos montos a tu educación. Te va a crujir la conciencia. Pero hay más. Analiza tu actual nivel de gasto mensual. ¿Te lo recuerdo? Seas del nivel que seas, logras gastar en todo esto (o, al menos, aspiras a hacerlo en cuanto obtengas unos pesos): celular, computador, música y equipos de música, carrete, megaeventos, deporte, transporte, fotocopias innecesarias, cine y video, comida que podrías llevar de tu casa, zapatillas y polerones en continua renovación, tus futuras vacaciones, revistas...

Suma, por favor, suma. Quizás argumentes que, estando en un mundo globalizado, necesitas todo eso. Pero se te puede contestar, entonces, que el que escoge en qué gastar eres tú, y que bienvenido el uso de tu libertad respecto de tus ingresos familiares y personales. Pero, recuérdalo, con esas mismas platas tendrás que pagar tus deudas a futuro.

Quizás ahora te beneficies de que el Estado te dé más. Pero después a ti mismo te cobrarán impuestos más altos para financiar esa tarea, y no tendrás ni la satisfacción de saber que pagaste directamente tus estudios ni la seguridad de que esos dineros efectivamente sean bien utilizados. Tú verás.