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jueves, 13 de agosto de 2009

Más Gobierno, menos Patria, por Gonzalo Rojas Sánchez.



Más Gobierno, menos Patria,
por Gonzalo Rojas Sánchez.


En sus casi 200 años de existencia, nuestras Fuerzas Armadas han vivido sólo algo más del 10 por ciento en estado de guerra. La última contienda civil en que participaron fue en 1973, y para encontrarlas combatiendo en una guerra exterior, hay que remontarse casi 130 años. Nuestras Fuerzas Armadas, por lo tanto, han existido fundamentalmente como instituciones en tiempos de paz.

Generaciones enteras de uniformados, desde el día que entraron a su escuela matriz hasta el momento en que fueron llamados a retiro, han sido hombres y mujeres plenamente insertos en las relaciones propias de una sociedad pacífica.

Y esos soldados, marinos y aviadores, ¿quedaron frustrados por no disponer de una batallita o dos para consumar sus habilidades teóricas en el fragor del combate cuerpo a cuerpo? Por el contrario, ya que con la paz se ha cumplido su más íntimo anhelo: custodiar los bienes superiores de la Patria, garantizarlos para los chilenos de hoy y de mañana, honrando, además, la memoria de los que hicieron lo mismo ayer.

Por cierto, la izquierda marxista nunca ha entendido algo tan sencillo, porque todo lo embrolla. Para que los militares calcen con sus tesis, hay que adjudicarles una estructural tendencia a ser agentes de las clases opresoras en la tarea de represión de los legítimos anhelos revolucionarios del pueblo. Ningún marxista lo duda: desde cadetitos, los uniformados son de derecha.

Falso: militares, marinos y aviadores son, simplemente, de la Patria. Sus vínculos afectivos más íntimos quedan establecidos por esa corriente misteriosa que llaman vocación de servicio a Chile, y se conectan con la bandera, los héroes, el territorio, la familia, los restantes símbolos, la historia y, sobre todo, con el chileno silvestre, al que el cabo de infantería, el hombre de mar y el sargento mecánico reconocen como a un igual.

El Estado les queda chico a los uniformados; el Gobierno, para qué decir, ya que es una minucia que cambia cada cuatro años; y, todavía más, las izquierdas, los centros y las derechas les parecen simples jueguitos de guerra de civiles que nada entienden de conflictos verdaderos.

Pero Patria no es para el militar cualquier cosa, ni lo es para el marino ni para el aviador. Para el hombre de gris, es el Ejército, y para el de azul marino, la Armada, mientras que para el que surca las alturas, se llama FACh. La Patria comienza para cada uno en su propia institución; ahí se cultiva todo lo que de noble aquélla tiene, hasta el punto de que el primer sinónimo de cualquier uniformado es justamente ése: patriota.

Pero para las izquierdas también es inaceptable que haya instituciones que custodien intangibles que no puedan ser sometidos al escrutinio electoral. Vamos a remodelar esas instituciones, entonces, fue la consigna teórica de los 90 y ha sido un propósito efectivo en el actual milenio. La tarea ha abarcado nuevos planes de formación de oficiales, algunos de ellos en manos de universidades con declarada vocación “progre”; la reformulación de criterios de liderazgo y mando; la humillación del papel histórico que jugaron en la segunda independencia de Chile en 1973; en fin, hasta la transformación de los nombres, porque del Ejército de Chile se ha derivado ya en el Ejército chileno y se va llegando de a poco al Ejército de los chilenos.

Ahora la tarea de zapa, ya anunciada meses atrás, pretende consagrar un nuevo mando, mucho más gubernamental, mucho menos institucional. Más Gobierno, menos Patria.

Porque, dejémonos de cosas, el último propósito de todos estos cambios consiste en lograr un mayor control gubernamental de las Fuerzas Armadas en tiempos de paz. Así, quizás nunca más podrían esas instituciones, en el nombre de la Patria, ejercer el derecho de rebelión.