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miércoles, 19 de agosto de 2009

Lagos quiere volver, por Sergio Melnick.


Lagos quiere volver,
por Sergio Melnick.

Asombrosa la vuelta de Lagos a la política nacional. Entró dándole una bofetada a Frei, que ya está en el suelo, al sostener que en esta campaña no había propuestas de futuro por ningún lado. Pareciera que él es el único inteligente del país. ¿Estará tratando de volver? Paulsen lo volteó, mostrándole que al menos dos candidatos, de la Concertación, proponían nada menos que nuevas constituciones, cuando él mismo había sostenido que la por él modificada era casi una obra de arte.

Sistemáticamente trató de ningunear a Eichholz, hasta el extremo miserable de tratarlo de “hijo” —léase niño—, intentando ponerse en otra altura. Sin nunca rebatirle las cifras, le decía que estaba equivocado, que hacía un mal manejo de éstas. Hoy hasta los mismos economistas de la Concertación reconocen que se ha ido perdiendo dinamismo económico y competitividad. Prometió que seríamos un país desarrollado para el 2010, que crearía 200 mil empleos por año, nada de lo cual ocurrió.

A renglón seguido, Lagos usa las cifras, como Velasco, de manera Mickey Mouse. Dijo que había que subir los impuestos y comparó con países desarrollados. Pero él compara peras con manzanas, ya que en Chile hay concesiones que se pagan directamente, hay jubilaciones que se pagan directamente, igual en salud. Es decir, las prestaciones de los impuestos son muy diferentes a las de esos países. La tasa real de tributación implícita y comparable es mucho mayor. Por eso mismo es que Chile ha perdido vigor económico. Se gasta cada vez más, pero no se produce.

Por supuesto, Lagos le dio otra bofetada a Bachelet. Ahora los trenes son culpa de ella, tal como lo dijo con el Transantiago. ¡Qué cobardía tan grande! Omitió recordar que prometió que su proyecto haría rentable a EFE desde 2006, cosa que fue 180 grados al revés. Eso, sin considerar las enormes irregularidades de la gestión, hoy en los tribunales.

Igual prometió que el Transantiago se autofinanciaba; la verdad ya la conocemos.

Por cierto no se atrevió a las primarias, ya que quería huevos calados. Frei tuvo más coraje que él. Descalificó a los dirigentes de la Concertación con su peccata minuta. Ha dicho que la política chilena lo aburre. Su librito de campaña pasó sin pena ni gloria. Su defensa del puente Chacao fue vergonzosa, nuevamente engañando con las cifras. Había unos US$ 300 millones implícitos comprometidos por el gobierno en la garantía de tráfico, más allá que hubiese una inversión privada de una parte.

Se rió sarcásticamente del tema Tribasa, en que todo el país informado sabe la verdad.

Se olvidó de los sobresueldos y el MOP-Ciade, y que tiene ex ministros declarados culpables. Se olvidó de los pagos adicionales a las concesiones. Se olvidó de los spots ilegales del AUGE, la jornada escolar implementada a medias, la pésima implementación de la justicia familiar.

Se olvidó del escándalo de las cárceles licitadas, que no sólo no se han hecho, sino que han costado fortunas adicionales. Se olvidó del uso de las platas de los PGE, del “jarrón” de la Corfo. Su trabajo en delincuencia fue casi inexistente, y Bachelet debió cancelar los programas de comuna segura, porque eran inoperantes y caros. En distribución del ingreso no avanzó un milímetro, y las casas “Chubi” siguen como un mal recuerdo. Ya nadie se acuerda, al parecer, del mal manejo de Chiledeportes, la grosera intervención electoral de Indap, las aulas tecnológicas, el puente Loncomilla, las irregularidades del Sence, y tantas otras cosas. No es baladí que Jorge Schaulsohn, fundador de la Concertación, llegara a hablar de una ideología de la corrupción.

Para rematar, sostiene de manera absurda que la era de los mercados ha terminado, que el mundo va a un nuevo estatismo. Es más, habla de una “línea divisoria” que no se puede pasar, recordando las odiosidades de los 60. Lo cierto es que los mercados siguen más vigorosos que nunca, que el Estado no es lo mismo que el gobierno, y que se necesitan mejores regulaciones, no mayores. La verdad es que los reguladores fallaron, igual que como se le escapó el jarrón de la Corfo.

Entonces, ¿a título de qué nos viene a dictar cátedra y a culpar a todos los demás de sus propios estropicios? Hay límites.