La encuesta publicada por La Segunda el viernes recién pasado confirma una tendencia que se percibe en todas partes: la candidatura de Marco Enríquez-Ominami viene en alza; ya le pisa los talones a Eduardo Frei, y la posibilidad de que en la próxima elección presidencial el candidato de la Concertación resulte tercero es cada vez mayor. El impacto que ello tendría en el futuro de esa coalición es un tema interesante de analizar, porque esta elección, como ninguna otra en el pasado, parece marcar el fin de un ciclo de nuestra historia. En el cierre de ese ciclo, una nueva Concertación, la probable desintegración de la DC y un gobierno de la Alianza son los tres elementos que conforman un escenario tan atractivo como difícil de predecir.
Como nunca antes, hoy se aprecian actitudes que, desde dentro de la coalición oficialista, parecen mirar hacia un objetivo político de largo plazo que se antepone al resultado electoral. Digámoslo con claridad, el senador Girardi y la dirigencia del PPD están actuando de una manera que sólo puede llevar a concluir que no quieren el triunfo de Frei. Ellos parecen preferir, primero y claramente, el triunfo de Marco o, de no ser eso posible, que al menos llegue a segunda vuelta. Las consecuencias de ese resultado son predecibles: al día siguiente de la derrota de Frei en primera vuelta, el PPD y el candidato díscolo forman una plataforma de gobierno común, en la que el resto de lo que hoy es la Concertación, y especialmente la DC, pasan a ser los invitados de piedra. Políticamente, la renovación de Marco consiste en desprenderse de Frei y todo lo que él representa. La DC queda bastante a la deriva, entre una opción de derecha de la que sus dirigentes, especialmente los más jóvenes, se sienten a una distancia irremontable, y, por otro lado, una nueva alternativa de izquierda que los repudia por su conservadurismo valórico.
Hace un tiempo en la DC se decía que la mayor aspiración política de la derecha, especialmente de la UDI, era que ellos desaparecieran. Pero en algún momento, de manera imperceptible, comenzó a desarrollarse al interior de la propia Concertación un proyecto que mira hacia el futuro y que plantea un modelo en el que las opciones políticas son, por un lado, un referente conservador y capitalista, y por el otro, la alternativa de una sociedad agnóstica —más que liberal— y económicamente socialdemócrata. En esa dicotomía, la DC no existe, y si en algún momento jugó un rol para construir una coalición mayoritaria en un país fuertemente conservador, ese rol ya no es necesario. Más aún, es un obstáculo para impulsar la agenda de una izquierda del siglo XXI.
La presión a Frei para que hable del aborto, del matrimonio homosexual y de la agenda progresista no es más que una suerte de “suicidio político asistido” en que el candidato DC pierde, por un lado, a buena parte de su electorado conservador, que prefiere a Piñera, y, por el otro, a una parte de su electorado de izquierda, que prefiere a un candidato como Marco, que no sólo está dispuesto a “debatir” el matrimonio homosexual, sino que es partidario de él. Ahí, en ese mar de la indefinición, naufraga Frei y comienza a nacer una opción diferente, que nada tiene que ver con los códigos del Chile del siglo XX, sino que plantea otras opciones.
En el fondo, de esto dan cuenta los números de la encuesta del viernes. La Concertación está dividida, el proyecto de Frei ya no representa al arco iris y más bien parece jugar el rol del sacrificio necesario para el nacimiento de una nueva era, que Marco representa mucho mejor que él.
En el fondo, de esto dan cuenta los números de la encuesta del viernes. La Concertación está dividida, el proyecto de Frei ya no representa al arco iris y más bien parece jugar el rol del sacrificio necesario para el nacimiento de una nueva era, que Marco representa mucho mejor que él.