Creemos que la imagen de Allende practicando con
una metralleta ahorra muchos comentarios.
Y flamearon las banderas.
Chile se encontraba agredido, lleno de banderas rojas y sembrado de enseñas cubanas por todos lados, nuestros héroes nacionales habían sido reemplazados por el “Che Guevara” y algunos sátrapas soviéticos.
La gente debía hacer interminables colas para conseguir algún alimento, los hospitales no tenía los insumos mínimos, el comercio estaba voluntariamente desabastecido por el Estado, ya nadie trabajaba ni tenía la más mínima seguridad.
El Ejecutivo se había convertido en un poder hegemónico, que se daba el lujo de no cumplir los fallos judiciales y todos los otros poderes lo declaraban fuera de la Constitucionalidad y calificaban de ilegal su accionar.
Bandas armadas asolaban los campos y todas las actividades productivas, en el afán de justificar su estatización, toda la producción se encontraba en manos del Gobierno, los chilenos carecíamos de todo.
Las Fuerzas Armadas estaban siendo instrumentalizadas por el Gobierno, que las llevó al Gabinete para terminar con la reacción popular que indignada reclamaba contra el estado de cosas en el país.
La prensa oficialista, y los medios proclives al Gobierno, no cesaban en su permanente predica del odio e intentaban culpar a la oposición de lo que sucedía, tratando, una vez más de engañar al pueblo.
Se sucedían, todos los días, marchas de adhesión al Gobierno, fundamentalmente conformadas por Empleados Públicos, gente que trabajaba en las empresas expropiadas y un alto porcentaje de lumpen.
El oficialismo intentó establecer el racionamiento de alimentos, por medio de la tarjeta de las JAP, con lo que se intento acallar a la ciudadanía por el inhumano sistema de negarles los alimentos básicos.
Controladores de la producción sometieron al país a un galopante aumento de la inflación, que empobrecía a la población, a la vez que crearon un asqueroso mercado negro para vender los productos de las empresas “intervenidas”.
La educación dejo de funcionar como irradiadora de cultura y conocimientos, para transformarse en escuelas de adoctrinamiento político con la esperanza de controlar a las generaciones más jóvenes.
La situación era, por decir lo menos delicada, estábamos al borde del zarpazo totalitario con que el marxismo gobernante pretendía establecer la dictadura del proletariado, por cierto, ejercida por ellos mismos.
Las mujeres, el comercio, los estudiantes, los gremios y parte importante de la ciudadanía clamaban porque se pusiera fin a este infamante intento de aherrojarnos al imperio ruso.
Las Fuerzas Armadas y Carabineros, únicos con la fuerza suficiente para poner fin a la situación, estaban en sus cuarteles, revestidos de un constitucionalismo que exasperaba a la población, que les acusaba de gallinas.
La situación empeoraba a diario, las bandas armadas imponían el terror, los cordones industriales amenazan con sitiar a las ciudades, el oficialismo amenazaba con generar matanzas de todos los opositores.
La Prensa independiente u opositora era permanentemente hostigada por el Gobierno, las radios clausuradas y se intentaba “intervenir” la papelera para evitar que proveyera de papel a los medios enemigos.
Esta es sucintamente la situación a la que llegamos el 10 de Septiembre de 1973. El amanecer del 11 las radios emitían proclamas anunciando el derrocamiento de Allende, mientras este llamaba al pueblo a defenderlo.
El país recibió la noticia con muestra de una desbordante alegría, se festejaba por todos lados, las casas lucían embanderadas para demostrar su adhesión a la determinación de los Uniformados de poner fin al despiadado experimento rojo.
Los nuevos Gobernantes recibieron un país totalmente destrozado, económicamente despedazado, sumido en una crisis moral impactante e inmerso en una tremenda anarquía político-institucional.
Lo que sigue, es de todos conocido, mientras el país trabajaba para su reconstrucción, pagando la cuenta de la absurda farra de la banda defenestrada, ellos incentivaron y financiaron una cobarde guerrilla, con la que agredieron al pueblo.
Hoy se hacen las victimas, buscando una abyecta venganza contra quienes evitaron sus designios y auto asignándose jugosas retribuciones monetarias con cargo a los dineros de todos los chilenos.
Si de indemnizaciones se trata, creemos, estas deben hacerse a todo el pueblo de Chile, a los que se quedaron en el país, que luego de sufrir a la UP debieron pagar los costos de la reconstrucción nacional con sacrificios y sufrimientos.
Deseamos a nuestros amigos y amigas, es decir a todos los chilenos libertarios y amantes de su Patria, un Feliz 11 de Septiembre, conmemorando nuestra Segunda Independencia Nacional.
La gente debía hacer interminables colas para conseguir algún alimento, los hospitales no tenía los insumos mínimos, el comercio estaba voluntariamente desabastecido por el Estado, ya nadie trabajaba ni tenía la más mínima seguridad.
El Ejecutivo se había convertido en un poder hegemónico, que se daba el lujo de no cumplir los fallos judiciales y todos los otros poderes lo declaraban fuera de la Constitucionalidad y calificaban de ilegal su accionar.
Bandas armadas asolaban los campos y todas las actividades productivas, en el afán de justificar su estatización, toda la producción se encontraba en manos del Gobierno, los chilenos carecíamos de todo.
Las Fuerzas Armadas estaban siendo instrumentalizadas por el Gobierno, que las llevó al Gabinete para terminar con la reacción popular que indignada reclamaba contra el estado de cosas en el país.
La prensa oficialista, y los medios proclives al Gobierno, no cesaban en su permanente predica del odio e intentaban culpar a la oposición de lo que sucedía, tratando, una vez más de engañar al pueblo.
Se sucedían, todos los días, marchas de adhesión al Gobierno, fundamentalmente conformadas por Empleados Públicos, gente que trabajaba en las empresas expropiadas y un alto porcentaje de lumpen.
El oficialismo intentó establecer el racionamiento de alimentos, por medio de la tarjeta de las JAP, con lo que se intento acallar a la ciudadanía por el inhumano sistema de negarles los alimentos básicos.
Controladores de la producción sometieron al país a un galopante aumento de la inflación, que empobrecía a la población, a la vez que crearon un asqueroso mercado negro para vender los productos de las empresas “intervenidas”.
La educación dejo de funcionar como irradiadora de cultura y conocimientos, para transformarse en escuelas de adoctrinamiento político con la esperanza de controlar a las generaciones más jóvenes.
La situación era, por decir lo menos delicada, estábamos al borde del zarpazo totalitario con que el marxismo gobernante pretendía establecer la dictadura del proletariado, por cierto, ejercida por ellos mismos.
Las mujeres, el comercio, los estudiantes, los gremios y parte importante de la ciudadanía clamaban porque se pusiera fin a este infamante intento de aherrojarnos al imperio ruso.
Las Fuerzas Armadas y Carabineros, únicos con la fuerza suficiente para poner fin a la situación, estaban en sus cuarteles, revestidos de un constitucionalismo que exasperaba a la población, que les acusaba de gallinas.
La situación empeoraba a diario, las bandas armadas imponían el terror, los cordones industriales amenazan con sitiar a las ciudades, el oficialismo amenazaba con generar matanzas de todos los opositores.
La Prensa independiente u opositora era permanentemente hostigada por el Gobierno, las radios clausuradas y se intentaba “intervenir” la papelera para evitar que proveyera de papel a los medios enemigos.
Esta es sucintamente la situación a la que llegamos el 10 de Septiembre de 1973. El amanecer del 11 las radios emitían proclamas anunciando el derrocamiento de Allende, mientras este llamaba al pueblo a defenderlo.
El país recibió la noticia con muestra de una desbordante alegría, se festejaba por todos lados, las casas lucían embanderadas para demostrar su adhesión a la determinación de los Uniformados de poner fin al despiadado experimento rojo.
Los nuevos Gobernantes recibieron un país totalmente destrozado, económicamente despedazado, sumido en una crisis moral impactante e inmerso en una tremenda anarquía político-institucional.
Lo que sigue, es de todos conocido, mientras el país trabajaba para su reconstrucción, pagando la cuenta de la absurda farra de la banda defenestrada, ellos incentivaron y financiaron una cobarde guerrilla, con la que agredieron al pueblo.
Hoy se hacen las victimas, buscando una abyecta venganza contra quienes evitaron sus designios y auto asignándose jugosas retribuciones monetarias con cargo a los dineros de todos los chilenos.
Si de indemnizaciones se trata, creemos, estas deben hacerse a todo el pueblo de Chile, a los que se quedaron en el país, que luego de sufrir a la UP debieron pagar los costos de la reconstrucción nacional con sacrificios y sufrimientos.
Deseamos a nuestros amigos y amigas, es decir a todos los chilenos libertarios y amantes de su Patria, un Feliz 11 de Septiembre, conmemorando nuestra Segunda Independencia Nacional.