CHANCO MAL PELAO
Los chilenos privilegiados, esos que tiene la suerte de tener buenos trabajos, son bien tratados y además tienen remuneraciones altas, viven ensimismados en un consumismo monstruoso, se han alejado de los valores nacionales y debido a su encapsulamiento no son capaces de ver el sufrimiento que aflige a millones de compatriotas.
El resto del pueblo vive entre la desgracia de no tener trabajo, recibir remuneraciones que no permiten solventar los gastos mínimos de la familia, están atrozmente sobre endeudados y, lamentablemente, han perdido las esperanzas que les hicieran aflorar las promesas electorales de una coalición oficialista fracasada.
La evidencia de estos dos tipos de abstracciones es que se ha buscado todo tipo de distractores para no darnos cuenta de la realidad que está viviendo el país. Unos buscan olvidarse en el alcohol, otros en las drogas, todos a tratar de defender las exiguas fuentes de financiamiento con las que pueden contar.
A casi nadie le importa lo que pase con el del lado, con el vecino o el compañero de trabajo, todos cabeza gacha dedicados a rumiar nuestros problemas y tratar de evadirnos de una realidad difícilmente aceptable en un país que todos los días nos cuentan que es sólido e inmensamente rico.
Nos borraron del mapa, con campañas científicamente diseñadas, los valores Divinos, lo único que nos quedaba para aferrarnos a la idea de un humano trascendente, nos han birlado los derechos esenciales, nos han demostrado que la clave del éxito es la falta de honestidad y la ausencia de decencia.
Gritan frenéticos sobre la presunta defensa que hacen de los derechos humanos, seguramente los personales de ellos, pero, a reglón seguido pisotean a mansalva los de toda la Nación al negarnos la seguridad y protección que nos garantiza nuestra Carta Fundamental.
Vociferan ser los representantes y redentores de los oprimidos y de las capas sociales más vulnerables del país, en los mismos momentos en que vemos que ellos y/o sus amigos se convierten en los “nuevos ricos” y hacen crecer hasta la locura las diferencias entre los que nada tienen y aquellos que viven tranquilos.
Alguien dirá que esta es una prédica comunista, con lo que equivocará el disparo, pues nada puede ser más antagónico que la igualdad de oportunidades, para que cada uno llegue hasta donde sea capaz, que el izquierdismo que solo está capacitado para distribuir miseria, pero que es incapaz de crear riqueza.
Nosotros no nos oponemos a que haya ricos, todo lo contrario, queremos que se multipliquen de manera exponencial, a lo que si nos oponemos es a que en nuestra privilegiada tierra existan personas que no tengan trabajo o sean remunerados de una manera miserable que no les permita satisfacer sus necesidades mínimas.
La Justicia Social, la igualdad de oportunidades, la educación de calidad, la salud digna, el trabajo decente, las remuneraciones decentes, el respeto y cuidado a nuestros ancianos son deberes ético-morales, además de constituir la UNICA forma de dejar de subir la temperatura a una caldera social al borde del estallido.
El resto del pueblo vive entre la desgracia de no tener trabajo, recibir remuneraciones que no permiten solventar los gastos mínimos de la familia, están atrozmente sobre endeudados y, lamentablemente, han perdido las esperanzas que les hicieran aflorar las promesas electorales de una coalición oficialista fracasada.
La evidencia de estos dos tipos de abstracciones es que se ha buscado todo tipo de distractores para no darnos cuenta de la realidad que está viviendo el país. Unos buscan olvidarse en el alcohol, otros en las drogas, todos a tratar de defender las exiguas fuentes de financiamiento con las que pueden contar.
A casi nadie le importa lo que pase con el del lado, con el vecino o el compañero de trabajo, todos cabeza gacha dedicados a rumiar nuestros problemas y tratar de evadirnos de una realidad difícilmente aceptable en un país que todos los días nos cuentan que es sólido e inmensamente rico.
Nos borraron del mapa, con campañas científicamente diseñadas, los valores Divinos, lo único que nos quedaba para aferrarnos a la idea de un humano trascendente, nos han birlado los derechos esenciales, nos han demostrado que la clave del éxito es la falta de honestidad y la ausencia de decencia.
Gritan frenéticos sobre la presunta defensa que hacen de los derechos humanos, seguramente los personales de ellos, pero, a reglón seguido pisotean a mansalva los de toda la Nación al negarnos la seguridad y protección que nos garantiza nuestra Carta Fundamental.
Vociferan ser los representantes y redentores de los oprimidos y de las capas sociales más vulnerables del país, en los mismos momentos en que vemos que ellos y/o sus amigos se convierten en los “nuevos ricos” y hacen crecer hasta la locura las diferencias entre los que nada tienen y aquellos que viven tranquilos.
Alguien dirá que esta es una prédica comunista, con lo que equivocará el disparo, pues nada puede ser más antagónico que la igualdad de oportunidades, para que cada uno llegue hasta donde sea capaz, que el izquierdismo que solo está capacitado para distribuir miseria, pero que es incapaz de crear riqueza.
Nosotros no nos oponemos a que haya ricos, todo lo contrario, queremos que se multipliquen de manera exponencial, a lo que si nos oponemos es a que en nuestra privilegiada tierra existan personas que no tengan trabajo o sean remunerados de una manera miserable que no les permita satisfacer sus necesidades mínimas.
La Justicia Social, la igualdad de oportunidades, la educación de calidad, la salud digna, el trabajo decente, las remuneraciones decentes, el respeto y cuidado a nuestros ancianos son deberes ético-morales, además de constituir la UNICA forma de dejar de subir la temperatura a una caldera social al borde del estallido.