Hemos insistido majaderamente en la necesidad que toda la ciudadanía manifieste sus preferencias en los procesos electorales que se avecinan, el más próximo para elegir Alcaldes y Concejales, y el año siguiente para designar Presidente de la República, toda la Cámara de Diputados y la mitad de los Senadores.
Como resulta obvio, volveremos a escuchar ofertones muy atractivos, frases publicitarias muy ingeniosas, a ver caras de preocupación por los problemas que afectan a la población y programas de Gobierno prometiendo las mismas cosas que el las justas anteriores y que han dejado en el olvido una vez obtenido al poder.
En los procesos electorales anteriores hemos sido enceguecidos por eslóganes muy bonitos, como la alegría ya viene, gana la gente, la Patria buena, el crecer con igualdad o un difuso estoy contigo. Sin duda todas consignas atractivas, pero que la realidad ha demostrado que solo eran ardides para pescar nuestro sufragio.
Existen dos maneras de ejercer este derecho, la primera, esa que hemos ocupado hasta ahora en que “regalamos” nuestra porción de la soberanía popular por simpatía, por el efecto que estos ofrecimientos causan en la población o por la imagen prefabricada de los postulantes, lo que constipe una manera irresponsable de votar.
Hay otra, que es más lógica y que puede llevarnos a solucionar los problemas, que es analizar lo que han hecho en su vida los candidatos, desmenuzar sus ofrecimientos de manera analítica para separar lo posible de la pirotecnia electoralista, procurando de todas maneras cambiar a aquellos que consideramos lo han hecho mal.
El pueblo de Chile, es decir la ciudadanía, tiene que elegir, ojala participativamente que cambios cree que necesita el país, que enfoques de la realidad es más probable que nos saquen del sub-desarrollo en que estamos, que sistemas nos llevarán a salir del espiral nefasto del desempleo, la alta inflación y el bajo crecimiento.
Esperamos que nuestros compatriotas se vean iluminados por el altísimo para tomar las decisiones más cuerdas, elegir a los más capacitados, entregar nuestros sueños en manos de aquellos que tengan la posibilidad de convertirlos en realidad y de esta manera evitar que nos veamos nuevamente defraudados por políticos inescrupulosos.
Sin duda nos es una tarea fácil, como siempre nos envolverán sus “compromisos” en vistosos papeles de regalo, nos bombardearán de halagos, donativos u ofertas, pero, que eso no encandile nuestros raciocinio ni nuestra capacidad de análisis, no olvidemos que de nuestro voto depende que tengamos un porvenir mejor o peor.
Como resulta obvio, volveremos a escuchar ofertones muy atractivos, frases publicitarias muy ingeniosas, a ver caras de preocupación por los problemas que afectan a la población y programas de Gobierno prometiendo las mismas cosas que el las justas anteriores y que han dejado en el olvido una vez obtenido al poder.
En los procesos electorales anteriores hemos sido enceguecidos por eslóganes muy bonitos, como la alegría ya viene, gana la gente, la Patria buena, el crecer con igualdad o un difuso estoy contigo. Sin duda todas consignas atractivas, pero que la realidad ha demostrado que solo eran ardides para pescar nuestro sufragio.
Existen dos maneras de ejercer este derecho, la primera, esa que hemos ocupado hasta ahora en que “regalamos” nuestra porción de la soberanía popular por simpatía, por el efecto que estos ofrecimientos causan en la población o por la imagen prefabricada de los postulantes, lo que constipe una manera irresponsable de votar.
Hay otra, que es más lógica y que puede llevarnos a solucionar los problemas, que es analizar lo que han hecho en su vida los candidatos, desmenuzar sus ofrecimientos de manera analítica para separar lo posible de la pirotecnia electoralista, procurando de todas maneras cambiar a aquellos que consideramos lo han hecho mal.
El pueblo de Chile, es decir la ciudadanía, tiene que elegir, ojala participativamente que cambios cree que necesita el país, que enfoques de la realidad es más probable que nos saquen del sub-desarrollo en que estamos, que sistemas nos llevarán a salir del espiral nefasto del desempleo, la alta inflación y el bajo crecimiento.
Esperamos que nuestros compatriotas se vean iluminados por el altísimo para tomar las decisiones más cuerdas, elegir a los más capacitados, entregar nuestros sueños en manos de aquellos que tengan la posibilidad de convertirlos en realidad y de esta manera evitar que nos veamos nuevamente defraudados por políticos inescrupulosos.
Sin duda nos es una tarea fácil, como siempre nos envolverán sus “compromisos” en vistosos papeles de regalo, nos bombardearán de halagos, donativos u ofertas, pero, que eso no encandile nuestros raciocinio ni nuestra capacidad de análisis, no olvidemos que de nuestro voto depende que tengamos un porvenir mejor o peor.