Desaprensivamente muchos de nuestros compatriotas demuestran un agudo desinterés por la política, casi todos porque están concientes de que esta ha sido desprestigiada por el accionar propio de algunos de sus participantes, por el permanente chaqueteo que practican o por la adopción de posturas “pragmáticas” que hacen que esta clase especial acomode sus palabras a lo que es políticamente correcto.
Sin duda abandonar el campo para que este sea utilizado por los peores elementos de una sociedad es un verdadero suicidio cívico, pues nos convierte en cohonestadores de situaciones aberrantes, co-responsables de deficientes políticas publica, en cómplices de los sufrimientos que se infringe a los más humildes y en “encubridores” del saqueo a las platas del pueblo.
Hemos aceptado una clase política aberrante, de escasas luces, con una voracidad impactante, que ha frivolizado la realidad nacional, utilizando la “pelea” chica para entretenernos, a guisa del circo romano, pero sin el pan que acompañaba a este, y distraernos de los turbios manejos que se realizan y del escandaloso derroche que se hace de los recursos de la Nación.
Sin duda existen otros caminos, como es elemental, el de buscar a los mejores para sanear y tecnificar una actividad necesaria para la mantención del esquema democrático, la que tiene una gran incidencia en la vida de todos los ciudadanos y la negativa posibilidad de hipotecar todos los sueños de los más jóvenes, dejando la población inerme ante la falta de progreso y la inseguridad.
Alguien nos decía anoche que el problema era que teníamos los chilenos muy mala memoria, con lo que no estamos de acuerdo, pues tenemos una memoria selectiva que solo nos permite acordarnos de aquello que nos beneficia, y demostramos una extraña falta de decisión, más bien una extrema cobardía, para defender nuestras posturas y nuestros valores, sean estos morales o nacionales.
La comodidad, los problemas personales, las deudas, las inseguridades no deben, ni pueden, inhibir el ineludible compromiso que todos tenemos con el futuro del país, con la necesaria creación de condiciones para las expectativas del los jóvenes, para el combate contra la miseria o la delincuencia.
Es forzoso que nos preocupemos, como personas y como sociedad, de la educación, la salud, el desarrollo, las condiciones de vida de aquellos que han entregado su vida al trabajo, de los más desprotegidos de la población, de los valores, pues una Patria sin valores es una Nación que desaparece.
Invitamos a nuestros amigos y amigas a transformar todas las actividades, sociales, laborales, familiares, deportivas, comunales, en verdaderos campos de la batalla de las ideas y de los valores trascendentes, si perdemos, no será porque los otros lo hacen bien, será porque hemos abdicado a defender nuestras creencias.