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martes, 22 de junio de 2010

Rigor económico o eficacia política, por Cristina Bitar.

Rigor económico o eficacia política,

por Cristina Bitar.


La polémica entre Francisco Vidal y Andrés Velasco, en que el primero responsabiliza a los criterios de Hacienda en la derrota de la Concertación, abre un tema que va mucho más allá de la coalición derrotada en las elecciones de enero pasado. Es un debate de gran profundidad en un mundo sin ideologías y en que, por lo tanto, la política se vuelve mucho más competitiva en función de la gestión y los liderazgos personales.

El modelo económico parece generar ya el suficiente consenso como para que no se enfrenten realmente una opción socialista con una de libre mercado, sino que, dentro de un régimen esencialmente capitalista, nos movemos entre mayores o menores grados de regulación y de intervención del Estado en la solución de problemas sociales. El tema es, entonces, que chocan dos criterios: el de los partidarios de una política fiscal conservadora, aunque ello lleve aparejados costos políticos, y los que piensan que Hacienda debe subordinarse a los objetivos políticos, porque en el largo plazo lo que debe asegurarse es la vigencia del proyecto político, aunque ello implique sacrificar en alguna medida la ortodoxia económica.

No tengo duda de que el gobierno del Presidente Piñera enfrentará desafíos muy equivalentes. Ya el anuncio de algunos diputados de la UDI de que votarán en contra la propuesta del salario mínimo nos muestra que el mismo debate se está instalando también en el equipo gobernante. No dudo que, a medida que avance el tiempo, se alzarán desde la Coalición por el Cambio voces críticas al rigor del equipo económico. No es para nada despreciable el hecho que en este gobierno el ministro secretario general de la Presidencia es más un miembro del equipo económico que del equipo político.

Si recordamos las declaraciones del ministro Rodrigo Hinzpeter, diciendo que en esta administración los ministerios del Interior y de Hacienda tendrán una influencia equivalente, ellas son, de manera sutil, una expresión de que la misma tensión que Francisco Vidal hizo pública, también está instalada en el Gobierno. Por supuesto que en otro nivel, en otro tono y en otra etapa del proceso político, pero en el fondo el tema está presente. Ese es un hecho y su solución no es simple.

El desafío de la Concertación es, probablemente, ser capaz de sostener un activo que logró construir en los últimos veinte años: ser capaz de gobernar con responsabilidad fiscal. La inflación de mil por ciento a la que llegó el gobierno de Salvador Allende es cosa de otra época, de otros actores y de otro país. La derecha, por su parte, también tiene que librarse del estigma que le dejó el manejo de la crisis del 82, en que muchos chilenos sintieron que no tenía sensibilidad social y que los números le importaban más que las personas.

Es relevante para el país la forma en que ambos bloques resuelvan este dilema. En ello se juega que nuestra democracia siga teniendo una alternancia sana, con bloques que ofrecen gobernabilidad y que son capaces de sacrificar en alguna medida la ortodoxia económica en aras de mantener la adhesión de la mayoría del país. En ello se juegan no sólo las opciones electorales de la Coalición por el Cambio y de la Concertación, sino que también el que se cierre la puerta a opciones populistas que, como hemos visto en otros países de América Latina, no garantizan la democracia ni el desarrollo económico.

En realidad, decir que no lo garantizan es un eufemismo para expresar que esas “terceras vías” populistas han destruido la democracia y la economía de algunos países de nuestro subcontinente. Aunque la disputa Vidal-Velasco parezca una pelea de dos concertacionistas molestos por haber perdido el gobierno, creo que debemos tomarla en serio ya que a todos nos importa el resultado de fondo: rigor económico, eficacia política o ¿ambos?