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martes, 8 de junio de 2010

Es hora de ponerle el cascabel al gato, por Cristina Bitar.


Es hora de ponerle el cascabel al gato,

por Cristina Bitar.

La educación se ha transformado en uno de los grandes temas de estos primeros meses de gobierno. A partir del terremoto que destruyó una gran cantidad de colegios, se le impuso un desafío enorme al Ministerio de Educación: lograr que todos los niños de Chile iniciaran su año escolar en un plazo de 45 días. Luego vino el rechazo en el Congreso del proyecto que materializaba el acuerdo logrado por todos los sectores durante el gobierno de la Presidenta Bachelet. Seguimos con las denuncias de persecución política en el Ministerio y, por último, los resultados del Simce, que muestran un estancamiento en la última década.



La crisis de nuestra educación no admite que sigamos mirando hacia el lado. En el mundo de hoy, la competencia es global y el capital humano es lo que hará la diferencia entre países ricos y pobres. Algunas cosas están ya claras: nuestros niños no adquieren conocimientos ni desarrollan competencias a un nivel aceptable si nos comparamos con países con niveles de desarrollo equivalente.



Los expertos han establecido el diagnóstico. Una parte importante del problema está en los profesores. Además, la educación pública ha venido cayendo dramáticamente en los últimos años; la subvención es baja; la gestión es rígida; la calidad de la formación de los profesores es deficiente, a pesar de que se incorporó educación a las carreras de acreditación obligatoria. El punto es que los especialistas coinciden en el diagnóstico, así como en muchos de los cambios que hay que hacer, pero la discusión está colonizada por intereses políticos, partidistas y corporativos.



Si estamos todos de acuerdo en que la educación está mal y que es un problema grave, cuesta entender el rechazo en el Congreso, por parte de la Concertación, del proyecto sobre calidad de la educación: es simplemente impresentable. No hubo propuestas serias como alternativas, ni nadie se hizo cargo de la razón por la que se desechó lo que el año pasado era un acuerdo transversal.



Otro tema igualmente impresentable es el tono de los reclamos por los despidos en el Ministerio. A nadie, y menos a este Gobierno, le interesa dejar sin sustento a las familias que han perdido sus trabajos, pero es iluso creer que el problema de la Educación no requiere una revisión completa a la institucionalidad del Mineduc. Cuando la calidad de un servicio vital como la educación está en el nivel en el que se encuentra, es esperable que haya que hacer modificaciones profundas, sobre todo en los organismos públicos que la tienen a su cargo.



El punto es que la reforma a la educación tiene que ser mayor y que la tendencia muestra que lo que se ha hecho en los últimos veinte años no ha resultado. Como se ha dicho, sólo un tonto puede creer que se pueden obtener resultados distintos si seguimos haciendo lo mismo. No se trata de una privatización de la educación, como se ha mencionado. El Presidente Piñera y el ministro Lavín han sido claros en su objetivo: mejorar la calidad, sin discriminar entre colegios públicos o privados. Por otra parte, el desafío de mejorar la carrera docente y asociar las remuneraciones a su desempeño es otra tarea pendiente. Si seguimos, encontraremos muchas más.



Lo que sí está claro es que todos estos desafíos requieren coraje y altura de miras. No se refiere a ganar o perder pequeñas batallas políticas ni a usar la educación como moneda de cambio. Si realmente estamos dispuestos a hacer un compromiso a largo plazo por terminar con la pobreza, romper la desigualdad y construir un país con igualdad de oportunidades, entonces tenemos que ser capaces de poner esas prioridades en primer lugar.



Estos cambios se requieren en conjunto. Es una falacia suponer que el problema se arregla sólo aumentando los recursos o que se pueden obtener resultados sin que nadie pague algún costo. El discurso corporativo y político contrario a los cambios es de una irresponsabilidad increíble con los niños y con el país. No tengo dudas de que el Gobierno tendrá una gran retribución de los padres y de los jóvenes si enfrenta esto con decisión y obtiene los resultados que se necesitan. Es hora de que por fin le pongamos el cascabel al gato en esta materia y que todos los sectores políticos trabajen unidos para lograr lo que tanto Chile y sus niños necesitan.