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miércoles, 14 de abril de 2010

Justicia igual para todos.

(Mario Montes, Director de Diario
electrónico Reacción Chilena)


Justicia igual para todos.

O la Justicia es igual para todos o simplemente no existe, creemos que esta acepción fuera de ser verdadera refleja los sentimientos que mayoritariamente tiene la sociedad contemporánea que está consiente que cuándo se niegan los derechos a algún sector, estamos propensos a que la negación se haga universal.

La Justicia, esa dama ciega y sorda, no debe ser utilizada para favorecer a grupos de presión, por importantes que estos sean, en desmedro de otros que por diferentes motivos no tienen voz que les defienda ni tampoco los medios para hacer oír sus reclamos por las injusticias a las que son sometidos.

Estas disquisiciones sobre la Justicia están motivadas por el distinto trato que se da en Chile, y en todo el continente, a quienes practicaron el terrorismo, asesino y cobarde, con el objetivo de imponer a la sociedad sus particulares puntos de vista y el trato diferenciado que se da a aquellos que debieron combatir la lacra terrorista.

Resulta asombroso constatar que a los primeros, los terroristas, se les beneficia con “reparaciones”, que obviamente son pagadas por todo el pueblo, se les aplica las Leyes, en todo lo que les favorece, sus delitos son objeto de prescripciones y se les beneficia con la Legislación que amnistió los delitos de esencia política.

Por el otro lado, los que debieron combatir al extremismo, vemos como se les aplica todo el rigor legal, inclusive con Tribunales que inventan delitos, aplican Tratados Internacionales no aprobados por Chile, o que simplemente hacen caso omiso de Leyes plenamente vigente, las que dejan sin efecto.

Estas dos caras de la moneda Judicial son enervantes, básicamente porque los Tribunales se han transformado el herramientas de la venganza marxista, que Gobernó los últimos 20 años, con el obsecuente silencio de otros sectores ciudadanos que por comodidad o cobardía se hacen lo lesos con lo que sucede.

No levantar la voz ante esta flagrante injusticia es convertirse en cómplices de esta abyecta maniobra con la que se ha silenciado a una parte importante de nuestra ciudadanía, al pueblo con uniforme, permitiendo, de paso, un falseamiento brutal de nuestra historia reciente en beneficio del totalitarismo rojo.

Algunos, con una miopía que sorprende, parecen conformes con la idea que la “marea roja” se detuvo con la caída de los socialismos reales y con la destrucción del Muro de Berlín, sin constatar que peligrosamente estas doctrinas avanzan bajo disfraces populistas o con mascaras de progresismo.

Así, vemos que ya no es Cuba el único país Gobernado por los ex secuaces del destruido imperio rojo, se le han sumado los neo marxistas en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, entre otros, que descaradamente adscriben a posturas que racionalmente debieran estar en el desván de la historia.

Otros regímenes, con un barniz democrático, como el de Argentina o el de Brasil, intentan confluir a las mismas ideologías que el tiempo ha dejado en desuso, por su rotundo fracaso, pero que son útiles a quienes quieren dominar el Continente por la razón de la fuerza, con el engaño como su armamento.