Innovación: ¿En qué creen las nuevas autoridades?,
por Alejandro Ferreiro.
En torno al rol del Estado en la promoción de la innovación se centró el debate y votación online convocado semanas atrás por el semanario británico “The Economist”. Una posición, escéptica del rol estatal en la materia, sostenía que la innovación funciona mejor cuando el gobierno se abstiene de intervenir en la selección y apoyo de los proyectos más prometedores. Para quienes dudan del rol del gobierno en estas materias -y en muchas otras- la tentación de seleccionar a los ganadores suele terminar en fracaso, cuando no en la captura de fondos por grupos conectados al poder. En abono de la apología al abstencionismo o neutralidad se cita el caso exitoso de Hong Kong, en que poco y nada hace el estado en este ámbito, a diferencia del fuerte intervencionismo del mítico Ministerio de Industria y Comercio japonés (MITI), incapaz, sin embargo, de evitar el estancamiento económico de ese país y su mediocre desempeño en innovación en las últimas décadas.
En la acera opuesta, los defensores de un rol estatal activo en la materia lo fundan en la necesidad de suplir esfuerzos que el mercado no es capaz de sostener en los niveles necesarios: investigación básica, financiamiento a proyectos de alto riesgo y retorno potencial, coordinación de políticas públicas y regulaciones que favorezcan las condiciones de entorno para estimular y propagar innovaciones, etc. Internet, los GPS, la decodificación del ADN e incluso el buscador Google son ejemplos de innovaciones tecnológicas fundamentales nacidas al amparo de proyectos gubernamentales (los tres primeros) o gracias al apoyo de fondos públicos entregados a innovadores, en el caso del famoso motor de búsqueda.
Sorpresivamente, la votación online de miles de suscriptores del Economist arrojó un perfecto empate entre ambas posiciones. Por cierto, este debate refleja y proyecta también las discrepancias más generales acerca del rol del Estado y la política económica en el desarrollo. Y por ello, el lector no tendrá dificultades en adivinar en que posición se suelen ubicar derechas e izquierdas en todo el mundo acerca de esta materia. Pues bien, dirá Ud., que cada sector haga lo que le plazca al respecto cuando le toque gobernar. Para eso es la democracia.
El problema, sin embargo, es que los esfuerzos de políticas públicas en innovación sólo dan frutos si son sostenidos en el tiempo. Por eso, la política de innovación debe ser transversal, de Estado y sostenida más allá de la brevedad relativa de gobiernos que difícilmente podrán cosechar lo sembrado en su período. Los esfuerzos de universidades, centros de investigación, emprendedores y funcionarios requieren de un marco estable y consistente con la naturaleza y tiempos de incubación y maduración de los emprendimientos innovadores. Por eso, cada gobierno es como un corredor de posta: ninguno ganará la carrera por sí solo, pero cualquiera de ellos que deje caer el testimonio hará fracasar el esfuerzo colectivo.
Consciente de la necesidad de proyecctar en el tiempo una política adecuada, el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad desarrolló una Estrategia Nacional sobre la materia para el período 2010- 2020. La estrategia, en parte ya desplegada en los últimos años, ha permitido a Chile dar un salto significativo. De acuerdo al experto norteamericano y profesor de Harvard, John Kao, los avances logrados en la identificación y apoyo de clusters exhibe a Chile como el segundo país mas avanzado en políticas de innovación en la región después de Brasil.
Las nuevas autoridades económicas y el recientemente nombrado presidente del Consejo Nacional de Innovación, Fernando Flores, tienen en sus manos el texto de la Estrategia (la que Ud. puede revisar en www.cnic.cl). Pero, sobre todo, tienen en sus manos la continuidad de ese esfuerzo. Por cierto, todo nuevo gobierno puede corregir, agregar o marcar énfasis propios. No es razonable imponer a un gobierno las políticas del anterior. Pero, se parecería mucho a una farra irresponsable abortar iniciativas que sólo con el tiempo podrán demostrar las virtudes que inspiraron su diseño y puesta en marcha.
No es fácil el desafío del gobierno del Presidente Piñera en materia de innovación. Deberá buscar el delicado equilibrio entre el cambio que todo gobierno aspira a imprimir a su gestión y la continuidad requerida para la maduración de proyectos de largo plazo. Le corresponderá, además, terminar lo que el gobierno anterior no pudo lograr: dotar de un marco legal y, por ende, más sólido y estable, al Consejo de Innovación y resolver el modo en que se distribuirán las platas provenientes del royalty a la minería en materia de innovación.
¿Que prevalecerá? ¿El escepticismo tradicional de los sectores de derecha frente al rol activo del estado en el desarrollo económico, o la voluntad de transitar por el camino trazado en la Estrategia 2010-2020 heredada del anterior Consejo? ¿Cómo habrían votado el presidente y sus ministros económicos el debate propiciado por “The Economist”? Pronto lo sabremos.
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