Caso Andrusco: profecía cumplida,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Pocas semanas después de su nombramiento, el general (r) de Carabineros ha decidido renunciar a su cargo de director de Gendarmería. ¿Por qué?
Primero, porque sufrió el acoso directo del PC, personificado en el diputado Hugo Gutiérrez. La descalificación del parlamentario fue acompañada de importantes apoyos de opinión. Hubo un columnista dominical que se preguntó si acaso para ser designado en aquel cargo no se requería mostrar una vida pública acorde con los bienes que se deben custodiar, dudando de la probidad del nominado y respaldando así la ofensiva comunista contra Andrusco. Pero si Carlos Peña no hubiese publicado esa opinión, igual Gutiérrez habría seguido adelante con su tarea. Los comunistas saben lo que tienen que hacer —tantas veces se ha insistido sobre esa evidencia en esta columna—, por lo que contar con compañeros de ruta les resulta favorable, pero no les es imprescindible.
En segundo lugar, la salida de Andrusco tiene que ver con aquella interrogante que formulábamos en febrero pasado; en concreto, si el ministro de Justicia dominaba los criterios teóricos y prácticos de una confrontación sin cuartel con que lo atacarían desde las numerosas agrupaciones vinculadas al PC.
Felipe Bulnes es un gran profesional y una mejor persona, pero quizás en esta oportunidad ha olvidado que al frente tiene a quienes son simplemente unos activistas de la venganza.
Quizás la responsabilidad táctica ha sido del ministro, pero muy probablemente la culpa estratégica no le es imputable a Bulnes, sino a otras instancias. El mismo Andrusco lo sugiere cuando declara que se sintió plenamente respaldado por el ministro de Justicia, pero que hubo otras autoridades que fueron débiles, al no reforzar su amagada posición.
¿Quién puede ser? Viene aquí a cuento, entonces, el tercer punto.
Se criticó también, pocas semanas atrás, el anuncio aquel por el que se afirmaba que se evitaría nombrar en el gobierno Piñera a todo colaborador de la Presidencia Pinochet. La torpeza era doble: por una parte, descolocaba a personas como Lavín o Larroulet, cuyo pasado consta, y, por otra, dejaba al descubierto a todos los personajes menores que pudieran ser asimilados a esa supuesta lepra. Andrusco quedó situado obviamente ahí.
Pero el mismo ministro del Interior, que había cometido un error al anunciar una discriminación tan burda, pudo haberlo corregido, saliendo ahora en defensa del general (r). De paso habría dado una poderosa señal: los comunistas no pautean los nombramientos del nuevo gobierno.
¿Lo hizo? No. ¿Dónde estuvo la red de protección que el ministro del Interior podría haber articulado con los parlamentarios de la Alianza para oponerse a la grotesca descalificación iniciada por el parlamentario comunista? En ninguna parte.
Y no habría sido una red para proteger a un hombre de Pinochet, sino a un nombramiento de Piñera, funcionario que además revela que fue amenazado de muerte (¿se imagina el lector cómo estaríamos si Gutiérrez hubiese hecho una denuncia análoga en su contra?).
Para adelante, las señales son dos, y muy claras.
El PC entendió que va a contar con enormes facilidades para trasladar a otros campos —movilizaciones sociales, presiones en los medios— toda la incontrastada energía que ha desplegado en el caso Andrusco.
Y los partidarios del Presidente Piñera comprendieron también que, mientras el mandamás del PC es invitado a volar con el Mandatario, los colaboradores del Gobierno no pueden sentirse seguros ni en tierra.
Tomado de Diario El Mercurio.
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