Difundir la verdad es una obligación moral,
por Mario Montes.
Dar por sabidas las cosas, que es uno de los motivos básicos dados por algunos para no defender sus puntos de vistas, es un error fundamental, pues, aunque nos parezca insólito siempre hay muchos que no la conocen, otros que se hacen los ciegos a las realidades y muchísimos que son engañados por la publicidad mentirosa de algunos sectores.
Difundir nuestras verdades, nadie es dueño de la verdad completa, se transforma en una obligación moral, pues en caso contrario nos transformamos en cómplices de error, de la desinformación o de esos que medran con el engaño colectivo para llevar a cabo sus siniestras intenciones de someter a nuestros pueblos a doctrinas totalitarias.
Sin duda es más cómodo refugiarse en la comodidad del hogar o de la familia sin enfrentar estos engaños, así no peleamos con nadie, o dedicarnos a vivir la vida a la ligera, haciendo abstracción absoluta de las realidades o de los peligros que se corre, lo que es demostrativo, a nuestra manera de ver, de una inmensa cobardía moral.
Defender nuestras verdades es un imperativo insoslayable, pues, además de los temores a confrontar la ideas propias con las de otros, se corre el riesgo inminente de repetir los errores del pasado, lo que lamentablemente solo nos asegura que como pueblos tropezaremos nuevamente con la misma piedra y pagaremos nuevamente los costos asociados a esas experiencias.
Las consideraciones previas son para nosotros un acicate para la defensa del Gobierno de las Fuerzas Armadas que lideró el General Augusto Pinochet, del que poniendo en una balanza los hechos positivos y los negativos, consideramos la balanza se inclina de manera contundente al lado de tangibles beneficios para el país.
Otro tema en el que no es posible seguir guardando silencio es el de los presos políticos, básicamente por el absurdo que los terroristas estén en libertad mientras quienes tuvieron la obligación de defender a la población y de imponer el orden se encuentren tras las rejas, constituyendo un monstruoso remedo de lo que pensamos es la Justicia.
Este trastrocamiento de los valores de la Justicia solo puede traerle pesar al país, pues por un lado se institucionaliza la injusticia, por otro el Poder Judicial se atribuye funciones co-legislativas de manera arbitraria y por el otro pone en suspenso los derechos de todos los ciudadanos con una Justicia a la medida de los vencedores o de los poderosos.
Los derechos de algunos, que hoy son violentados de manera brutal, que no son respetados nos dan la evidencia que tarde o temprano los del resto también serán pisoteados y bastará con un cambio de signo de quienes nos Gobiernan para que todos perdamos los derechos elementales y nuestra libertad quede al arbitrio de pandillas totalitarias que hoy se disfrazan de democráticas.
Nosotros lo sabemos, pero hay muchos que no lo saben. Difundir la verdad es una obligación moral.