Unidad nacional, por José Miguel Izquierdo.
El mapa electoral y político chileno está sufriendo transformaciones propicias para el cambio y la reestructuración de las coaliciones. Una realidad es que la Concertación existe porque es el esquema que permite a una dirigencia mantener el poder y recursos para distribuir cuotas entre gente seleccionada más por cercanías políticas, amistad y vínculos familiares que por sus capacidades. La comunión en torno a creencias programáticas y definiciones sobre el rumbo del país, claramente ha quedado en un segundo plano.
Por lo tanto, el arco iris está bastante decolorado. Sin creencias, el poder lo amalgama. Sin poder, la coalición tendrá muchos más incentivos para la dispersión que para la formación de un bloque opositor. De ahí que el llamado a la formación de un gobierno de unidad nacional realizado recientemente por Sebastián Piñera tiene un doble sustento. Por un lado, responde a un clamor que está en la base de la sociedad. Y, por otro, a una realidad estrictamente política.
En la primera dimensión, más bien sociológica, los electores moderados y más volátiles no se cansan de repetir la frase: ?Que se vayan todos?. Quieren y demandan, sobre todas las cosas, recambio generacional, venga de donde venga. De ahí que los ejes tradicionales de alineamiento electoral han perdido vigencia. Las personas buscan, a la vez, renovación, nuevas ideas, nuevas formas, energía y valentía. Para eso hay que romper esquemas. Nada más propicio para ello que dejar atrás las divisiones del pasado.
En gran medida, el hastío con la Concertación se ve fomentado por el fenómeno de la corrupción. Si bien éste aparece en la parte baja de la tabla de los problemas prioritarios que deben ser atendidos por el Gobierno, cuando en las encuestas se pregunta si es un problema grave (más del 60% de acuerdo) y si ha aumentado, existe un amplio consenso social sobre la necesidad de limitar el poder. Una célebre frase señala que el poder corrompe, pero el poder sin control corrompe absolutamente. No podemos permitir que esto siga avanzando.
A partir de lo anterior llegamos además a una clave netamente política que sustenta el realismo del llamado de Piñera. La convocatoria a personas moderadas, capacitadas y bien evaluadas por la ciudadanía nos habla también de que existirá un espacio para dar nueva forma al sistema político. Si estamos de acuerdo en que la Concertación puede dispersarse, existe también espacio para formar nuevos pactos parlamentarios que aseguren gobernabilidad y superen definitivamente aquella forma de hacer política mirando por el espejo retrovisor.