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martes, 30 de noviembre de 2010

La hora de la verdad, por Axel Buchheister.


La hora de la verdad,

por Axel Buchheister.


EL ACTUAL gobierno no es la continuación de los anteriores, sino uno de cambio. Y no mucho ha cambiado. Claro, primero hubo que hacerse cargo de la emergencia derivada del terremoto, pero la reconstrucción ya debiera estar en régimen y no impedir otros avances. Luego fueron los 33, evento que marcó un hito en el imaginario nacional -también en el mundial- y generó capital político valioso, pero que ya está agotado como justificación, tanto que el Presidente ni siquiera muestra el "papelito".


La tesis de la nueva derecha tampoco da para tanto, por lo que ha llegado el momento de bajar los naipes y demostrar en qué consiste un gobierno del sector y qué es capaz de hacer en cuestiones políticamente candentes, porque de lo contrario la gente no entenderá cuál es la diferencia y entonces el próximo Presidente de Chile será el candidato más telegénico.


Así lo ha entendido el propio gobierno, cuando lanzó su reforma a la educación, que si bien no es tan profunda, hay que reconocer que traspasa algunas fronteras. No es un dato menor enmendar en algo el estatuto docente -legado de Ricardo Lagos sólo comparable en sus efectos al Transantiago-, permitiendo a los directores de los colegios municipales remover hasta el 5% anual de los profesores que lo hacen mal. Tampoco lo es dar un bono para incentivar la jubilación del 20% de los profesores municipales que no se han retirado por las bajas pensiones, que costará un dineral a todos los chilenos, pero al menos se gastará en un proyecto que al final es rentable, porque permite traer gente nueva o ajustar las dotaciones o sueldos donde se necesite. Y la educación la hacen los profesores.


Algunos tendrán duda de la viabilidad política de la propuesta, pues el gobierno no tiene mayoría en el Congreso. En democracia hay que llegar a acuerdos, pero si ellos se traducen en meros empates, entonces no sirven, porque lo que importa es hacer la diferencia. Habrá que acudir directamente al apoyo de la gente para demandar a los parlamentarios su aprobación, ya que el ciudadano de la calle sabe que la educación pública es mala y que coarta el futuro de sus hijos. Para esto, es clave la capacidad de comunicar.


Otro tema en que hay que marcar la diferencia es en la legislación laboral inflexible, que afecta el empleo y la productividad. Mandar proyectos de ley sobre el "teletrabajo" no es la solución, porque -sin menoscabo de su importancia en la sociedad actual- es un asunto marginal y no está en la ruta crítica del problema. Las cuestiones de fondo están en las restricciones para despedir (que afectan la creación de empleos), en las indemnizaciones por años de servicio y en la extrema regulación de las jornadas de trabajo. En esto, la gente no tiene tan clara la necesidad de los cambios -más bien cree que hay que hacer lo contrario-, lo que obliga a redoblar los esfuerzos para que hagan un acto de confianza (no bastan los discursos ante las elites informadas) y habrá que invertir en ello el capital político acumulado con los 33.


Llegó la hora de la verdad; hay que salir a jugar y no para empatar. Con el lamentable espectáculo del fútbol, la política tiene la oportunidad de brindar un partido atractivo.


(Tomado de Diario La Tercera)