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sábado, 27 de noviembre de 2010

Presupuesto 2011: pagando la cuenta Bachelet-Velasco, por Sergio Melnick.

Presupuesto 2011: pagando la cuenta Bachelet-Velasco,

por Sergio Melnick.



Existe el mito urbano de que la dupla Bachelet-Velasco ahorró muchos recursos públicos. Paradójicamente, en nuestro país las opiniones valen más que los datos. La verdad dura es exactamente la opuesta: simplemente no alcanzaron o no supieron cómo gastar más. El ministro Larraín hizo esta semana una muy sólida apertura de ENADE y mostró con firmeza las cifras reales, esas que nadie quiere mirar. Y éstas son, a mi juicio, pavorosas. Velasco asumió un país con un superávit estructural de 1% del PIB y lo dejó con un déficit de 3,1% del PIB. Esto implica un deterioro nada menos que de 4,1 puntos en el balance estructural, que ahora hay que arreglar. Las cuentas se pagan.



La economía en el período Bachelet creció en un magro promedio de 2,7%. Pero el gasto público creció, en promedio, a más del 10%; es decir, aumentó en casi cuatro veces en relación a lo que se produjo en el país. Y eso no es sólo algo que ocurrió el año 2009 de la crisis. Tanto se desbordó ese año, que pasó de largo las políticas de balance estructural que habían sido uno de los aciertos importantes de la dupla Lagos-Eyzaguirre. Un desborde así sólo había ocurrido en la historia reciente durante el período de Allende.



En esos mismos cuatro años de Velasco, la productividad del país cayó año tras año, lo que no había pasado en los gobiernos anteriores de la Concertación. En ese período también hubo mucho gasto de mala calidad. Ya lo sabemos todos: EFE, Chiledeportes, Transantiago, Enap, cárceles mal concesionadas, desvío de dinero de programas de empleo a campañas, Cenabast, Conadi, Estadio Nacional, Intendencia de Valparaíso, ONG´s a destajo, deudas impagas del Ministerio de la Cultura, aviones, platas Valech, los desórdenes de las becas, y suma y sigue. Varias de las políticas sociales ni siquiera tenían controles apropiados. Ahora sabemos, por ejemplo, que había miles de casas sin ocupar, y otras tantas miles mal asignadas a quienes luego las ponían en arriendo. En el período Bachelet-Velasco no sólo no mejoró la distribución del ingreso, sino que además aumentó la pobreza en 350 mil personas.



En cifras, Bachelet partió con un presupuesto del orden de US$ 30 mil millones y terminó con uno de US$ 44 mil millones. El presupuesto del año 2011 será de unos US$ 54 mil millones y, curiosamente, a la izquierda le parece austero.



Aquí hay una gran clave que se ha difundido muy poco. En el año 2009 hubo gastos extraordinarios para la crisis. Bien, el presupuesto de 2010 debió haberse hecho sobre la base del presupuesto “normal”; es decir, sin los gastos extraordinarios, que se suponen por una vez. Adivinen qué pasó. Sí, adivinaron bien: los recursos extraordinarios se hicieron ordinarios, y lo mismo pasó ahora para 2011, y así hemos llegado a un presupuesto que a la izquierda le parece modesto.



En 2006 el fisco gastaba un poco menos de uno de cada cinco pesos de la economía (18% del PIB). Hoy gasta uno de cada cuatro pesos (25% del PIB). Este aumento de participación del Estado en la economía corresponde a la mayor expansión fiscal en décadas. El crecimiento del gasto en 16,9% el año 2009 sólo es superado en el gobierno de Salvador Allende, en 1972. Aprendemos poco de la historia: quizás hay que agregar horas de ella, no reducirlas. Claro, siempre que no sea la historia sesgada y antojadiza que ha escrito la izquierda, como bien ha advertido Gonzalo Rojas.



En síntesis, es imprescindible reordenar el gasto público chileno, desbordado por Velasco, y volverlo a la regla de equilibrio estructural, gran aporte de Lagos-Eyzaguirre. No es simple y tomará tiempo, porque debemos completar la reconstrucción. La Concertación debe tomar conciencia de los errores cometidos por el último gobierno. Con todo, lo más relevante es controlar la calidad o efectividad del gasto, algo que nunca fue relevante para la Concertación. Hay que comprometerse con metas sociales concretas, que sean medibles y exigibles. Esa es realmente una nueva forma de gobernar, y en esa línea parece que vamos muy bien.