La Nueva Derecha,
por Luis Larraín.
El ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, fue al parecer el primero en usar el término Nueva Derecha para referirse a la identidad de quienes nos gobiernan. Y ello ha provocado reacciones. La UDI prefiere hablar de nueva mayoría social.
Hinzpeter ha aclarado que él lo plantea como una tesis más que como una propuesta, y vale la aclaración, porque en esta etapa es preferible hablar de una tesis, que constata, más que de una propuesta, que puede asociarse a proyectos políticos personales.
El nombre no es lo importante, pero es sano discutir sobre esto, porque ayuda a perfilar la identidad de la centroderecha que gobierna y permite pensar en proyectarla. Si no se hace y no hay reelección, que sería impresentable, ¿cómo se posiciona entonces la centroderecha frente a la ciudadanía el año 2014?
Es cierto que hay hoy día una nueva sensibilidad en la derecha. Es capaz de abrirse a nuevos temas, de tomar en cuenta las opiniones de sectores más amplios de la ciudadanía, y eso es bueno. Pero, cuidado, esto no significa que esta nueva derecha tenga que hacer suyas las soluciones de la izquierda.
Vamos a los ejemplos que se han dado para caracterizar a la nueva derecha. En Barrancones se advirtió en el Presidente una nueva sensibilidad hacia los temas del medio ambiente, lo que puede ser positivo, pero la solución fue mala, porque representó una elusión institucional, algo muy distinto al concepto de rule of law, que es consustancial a la derecha. En la decisión de aumentar los impuestos para financiar la reconstrucción se demostró una sensibilidad mayor hacia la distribución del ingreso, pero se entregó la señal de que el Estado administra mejor los recursos que el sector privado.
La nueva derecha tiene que ir más allá de una asimilación a la izquierda, por una cuestión muy simple: si aboga por las ideas de ésta, finalmente la gente preferirá el original.
Conminados entonces a dotar de contenido a la nueva derecha, pueden ser útiles las reflexiones del intelectual francés Guy Sorman. Él propone tres elementos diferenciadores para la nueva derecha: el primero, ser realista, por contraste a la utopía socialista; el segundo, tener creatividad en las soluciones sociales; el tercero, respetar el principio de la responsabilidad personal como único valor en el ámbito de la política.
Ser realista significa aceptar que las personas se mueven por incentivos, y por ello una economía de mercado es la única solución realmente disponible. Pero significa también aceptar que la gente valora vivir en una sociedad en que todas las personas acceden a niveles de vida dignos, de modo que hay que ayudar a quienes no pueden lograrlo por sus propios medios.
Creatividad en las soluciones sociales significa buscar políticas que ayuden a los sectores más desposeídos, pero que al mismo tiempo no destruyan los incentivos a trabajar ni la responsabilidad personal, diferenciándose así del estado de bienestar que hace agua hoy en el mundo desarrollado. El ingreso ético familiar es justamente una solución que se enmarca en esta definición.
Y por último, y esto puede ser discutible, el único valor que deben reconocer las políticas públicas es fomentar y respetar la responsabilidad personal.
Y es que quizás el punto de encuentro entre una derecha conservadora y una liberal está en respetar la tradición, en cuanto ella es la síntesis de lo que las personas han decidido valorar en el pasado y por ello merece consideración. Pero junto con respetar esa tradición y no buscar su remoción per se, estar dispuestos a aceptar cambios en los valores de las personas, siendo el límite a esos cambios el respeto y fomento de la responsabilidad personal, verdadero punto de encuentro entre una tradición conservadora de raíz cristiana y una auténtica vocación libertaria.
Es positivo que la nueva derecha escuche más a la gente. Pero además de escuchar a la gente hay que empoderarla, hacerla protagonista de su progreso, y no transformar al Estado en la solución de todos sus problemas. Eso ya es otra cosa, no nueva derecha.