La derrota de Obama,
Hernán Felipe Errázuriz.
Barack Obama no estaba escrito en las 90 millones de cédulas votadas en las elecciones estadounidenses del martes. Igual fue golpeado. Se sabía que su popularidad inicial del 80 por ciento se reducía a la mitad. Las urnas lo comprobaron, y su partido perdió el control de la Cámara de Representantes y varios senadores y gobernadores. Ganaron lejos los republicanos.
Fue brillante en su campaña presidencial: revirtió el peso de la discriminación racial, aprovechó el momento preciso y con su mensaje de cambio derrotó a políticos consagrados. Se temía por su inexperiencia para el cargo más difícil del mundo. Por ahí -parecería- ha fallado. Es probable que se haya sentido todopoderoso. Es posible que la vorágine de problemas y presiones lo desconectara de lo esencial y de las aspiraciones del electorado.
Lo abandonaron los independientes. También la clase media baja, el grupo C-1, que meses antes abandonó al laborismo en Inglaterra, sector análogo al que deben cuidar el Presidente Piñera y la Alianza y que todo gobernante requiere para ser elegido. No sirvió la fidelidad de la izquierda y de las minorías étnicas y los latinos que votaron a los demócratas, sin entusiasmo, por el incumplimiento de la promesa de reforma migratoria.
La mayoría está disgustada y desconfía del líder carismático, ahora percibido como frío, soberbio y convencido de que las soluciones provienen del gasto público y de los impuestos. No importaron sus logros al haber contenido la crisis financiera. En la campaña, ni la política exterior ni las relaciones con América Latina fueron tema. Total, casi el 10 por ciento de los electores está cesante, millones no pueden pagar sus hipotecas, y no hay nuevos incentivos para emprender e invertir.
El Presidente Obama siempre ha sido un sobreviviente; le queda el poder del veto presidencial al Congreso, la mayoría del Senado y dos años para enmendar: podría ser reelecto en 2012. Si los republicanos le niegan la sal y el agua, se victimizará y podría seguir hasta 2016. Si transa con los republicanos, también podría salvarse, a menos que éstos capitalicen las rectificaciones para que Estados Unidos retome el vigor que le ha permitido ser la potencia mundial. En cambio, si persiste en sus ideologismos, tendrá una nueva derrota.
El Presidente Obama no es de catarsis para analizar cómo despilfarró su popularidad. Ya partió en una larga gira a Indonesia, Corea del Sur, Japón y la India. Ha desplegado en las costas de Mumbai un portaaviones y 34 buques de su armada de guerra para su seguridad. Ni Obama ni Estados Unidos registran haber perdido poder ni dejan de pensar que el futuro está en el Pacífico. Y ahí estamos nosotros, pero mucho más abajo que el sudeste asiático.
Si persiste en sus ideologismos, tendrá una nueva derrota en 2012.