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viernes, 26 de noviembre de 2010

Por fin la educación, por Cristina Bitar.


Por fin la educación,

por Cristina Bitar.

El Gobierno ha asumido el desafío de hacer una reforma profunda en nuestra educación. Este no va a ser un camino fácil: las defensas corporativas y la resistencia al cambio son muy fuertes. Sin duda que, en esta empresa, el Presidente Piñera, el Gobierno y el ministro Lavín se van a gastar una buena parte del capital político que han logrado en este año, pero probablemente se trata de la reforma más importante que tiene que acometer Chile en esta década. Los resultados en las pruebas internacionales muestran que estamos muy lejos de donde debiéramos estar si nos comparamos con países que tienen un nivel de desarrollo equivalente al nuestro. Lo dramático es que en éste, como en otros casos bastante conocidos —la salud pública, por mencionar sólo uno—, hay un conjunto de medidas estudiadas y compartidas por los expertos de los distintos sectores políticos, pero la incapacidad de asumir el costo de los cambios nos ha tenido paralizados por más de una década.



El reciente cambio anunciado que apunta a aumentar las horas de lenguaje y matemáticas y disminuir las de historia y educación tecnológica ha sido motivo de críticas, en mi opinión, injustas. Las carencias en la comprensión lectora, así como en el manejo del lenguaje matemático básico, son un obstáculo para el desarrollo de competencias en otras áreas fundamentales para el desarrollo intelectual de los estudiantes. Un niño que no entiende lo que lee no aprende historia. Eso es obvio. De manera que aquí, en realidad, no hay realmente un costo alternativo. No se trata de aumentar lenguaje a costa de la historia; se trata de aumentar lenguaje para mejorar las capacidades de comprensión, entre otras materias, de la misma historia.



Como ésta, las otras reformas probablemente levantarán resistencias, pero necesitamos asumir cambios profundos en las competencias de los directores de los colegios públicos y en la evaluación del desempeño de los profesores; asociar la remuneración al rendimiento por parte de los profesores en evaluaciones como la prueba Inicia, y también al rendimiento de los alumnos en las mediciones a que son sometidos. En educación también hay que medir productividad y asociar remuneraciones a resultados, como en cualquier otra actividad.



Nuestro país, en la medida en que se desarrolla, pierde competitividad en la exportación de materias primas, entre otras razones, porque el costo de la mano de obra aumenta. Ello trae como consecuencia la imperiosa necesidad de pasar a exportar productos con mayor valor agregado, así como servicios. Pero ambos requieren incrementos mayores de nuestra capacidad educativa. La carrera por ser un país bilingüe, por ejemplo, marcará la diferencia en los próximos años, si queremos hacer realidad la vieja aspiración de ser un centro financiero en el cono sur. Reconozcamos que hasta ahora esto no pasa de ser un sueño.



Por otra parte, se habla mucho de las diferencias en la distribución del ingreso en nuestro país, y se han hecho esfuerzos en el sentido de corregirlas, como la gran cantidad de subsidios que implementó la Presidenta Bachelet y el ingreso ético familiar que impulsa el Gobierno del Presidente Piñera. Pero todos sabemos que la solución de fondo es la educación. Tenemos que ser capaces de aumentar la productividad de nuestra fuerza de trabajo; si no lo hacemos, la red social se transformará en una red verdadera, que capturará a los más modestos y los atrapará en la pobreza.



Este esfuerzo requiere el apoyo explícito de todos los que estamos convencidos de que éste será un camino doloroso, pero completamente indispensable de recorrer.