Unidad nacional y futuro: el sello Piñera,
por Sergio Melnick.
No da lo mismo quién gobierna, y se notó. El gobierno de Bachelet le significó un sobre azul a la Concertación. Es evidente que, si bien ha sido exitoso en el discurso (y sólo en el último año), ha sido muy mediocre en lo concreto y ha mostrado una muy mala capacidad de gestión. La lista de errores es simplemente enorme, incluyendo ahora nada menos que la destrucción de su propia coalición. Entregará la banda a aquel al que denostó hasta el último momento, cuando señaló que votaba por Frei porque era honesto y separaba sus negocios de la política.
Frei no lo hizo bien. Incapaz de manejar sus propios equipos y hasta de defender su propio gobierno. Cambiante en sus opiniones, demasiado genuflexo a la izquierda, hosco a veces. Escondido siempre de los medios, majadero en ciertos temas negativos, se fue así desperfilando. La intervención final de Bachelet en la campaña fue aun peor. Los diversos mandatados eran, en general, demasiado odiosillos: Carvajal, Aleuy, Tohá, Pizarro, Bowen, Narváez, Latorre, Escalona, Schilling. Sólo le faltó la Jupi. Si hasta Orrego se puso agresivo, lo que es raro. La micro no va por esa ruta en Chile del siglo XXI. Se equivocaron rotundamente tratando de evocar la sombra del Sí y el No, y alegando por una inexistente superioridad moral. La ambigüedad de Bachelet con las dictaduras molestó a muchos. El museo de la poca memoria ofendió también a la mitad de los chilenos. En fin, no vale la pena seguir, porque ya sabemos el resultado de dividir y fomentar las odiosidades. La elección ya ocurrió, Bachelet le debe muchas explicaciones a su coalición. Ya muchos se dan cuenta.
Ahora es tiempo de unir y construir, de dar vuelta la página del pasado y mirar al futuro. La alternancia es una condición fundamental de madurez democrática. La Concertación merece crédito por ello.
Las tareas de un gobierno son muchas, pero las prioridades esenciales deben ser pocas. Para mí, el “sello Piñera”, además de la gestión, debiera ser: unidad nacional y futuro.
Cinco son, a mi juicio, las prioridades para sólo cuatro años. La primera es el empleo, que depende del crecimiento, la inversión, la productividad, la innovación, el emprendimiento. Es la madre de todas las batallas en el desarrollo. Una batalla a la que la Concertación había renunciado de hecho. La prioridad social debe ser siempre para el desempleado, y sólo después para el que ya tiene algo.
La segunda prioridad es la pobreza extrema y la equidad en la repartición del crecimiento. Es segunda, porque sin la primera no hay nada que repartir. Esto tiene dos dimensiones. Una de corto plazo, donde el camino claro es el “ingreso ético” (que no es lo mismo que el salario ético, y cuya confusión es un error simplemente garrafal). Por eso puede y debe haber bono marzo, o bono invierno, y otras medidas asistencialistas. La otra, la verdadera, es de largo plazo, y es básicamente el acceso a la educación de calidad, gran falla de la Concertación. Es la gran puerta de la libertad. Asistencialismo donde se necesita hoy, pero creando oportunidades para siempre. La oportunidad más digna y más libre es el buen empleo, y eso depende de la educación.
Lo tercero es la imperiosa modernización del Estado. Se necesita la adecuada gestión de la increíble suma de 42 mil millones de dólares al año que usa el Estado chileno, y que llegará luego a 50 mil millones. Modernizar, descentralizar, digitalizar e integrar, eliminar trabas burocráticas, manejar bien las empresas públicas, cumplir en la salud, infraestructura, rehabilitación, en fin. Lo que hay que achicar es el gobierno, no el Estado.
Lo cuarto es la batalla frontal contra la delincuencia y el narcotráfico. No podemos ser ambiguos, se requiere apoyo de todos.
Finalmente, lo último, pero no lo menor, es la necesidad de multiplicación del capital social, es decir, las confianzas cruzadas, el gobierno efectivamente de unidad, la no discriminación ideológica, el entendimiento, la búsqueda de consensos, la tolerancia.
El peso de la prueba lo tiene siempre el que está arriba, es decir, hoy son Piñera y el gobierno los que deben mostrar grandeza, generosidad y marcar la pauta. Yo, después de cobrar las innumerables apuestas ganadas a muchos amigos de la Concertación, espero que nuestro cariño ahora crezca aún más.
La clave del desarrollo es la libertad. El futuro del país lo hacen los 17 millones de chilenos, no unos pocos burócratas iluminados. La tarea de éstos es generar las condiciones para que eso ocurra: unidad nacional y futuro.